Llodio tampoco es ajeno al drama de los desahucios. Unas pocas calles más abajo de donde se desarrolla el encuentro con Jon Ander Ainz, una familia que prefiere permanecer en el anonimato cuenta su experiencia. "No tengo porqué sentir vergüenza, porque esta crisis la han creado los bancos, no yo. Pero aún así me pasa", reconoce una mujer con una hija de diez años a su cargo, que perdió su negocio ahogada por las deudas. "Nunca hemos nadado en la abundancia, pero al menos vivía y trabajaba sin deber nada a nadie. Luego llegó la crisis, mi negocio empezó a ir mal y no sabes cómo y te llega la primera letra avisándote de un impago y sus consecuencias. De ahí a la carta de desahucio suele transcurrir un año y medio en el que vives con mucha presión en la cabeza. Sé que suena duro, pero no me extraña que haya gente que se suicide, es una situación que te supera", asegura. Estas personas intentan salvar la situación, antes de que sea insostenible, pidiendo ayuda a amigos y familiares. Pero "todo el mundo está igual, se necesita una solución urgente que venga de arriba". Mientras ella y su hija esperan al juicio que les echará del piso, viven sin luz y calientan el agua. Muy duro.
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