EL metro de París últimamente es un fastidio. Las esperas y los retrasos son insoportables. Lo cuenta el diario belga Le Soir. Bebo café en la tranquilísima rue des Grands Carmes de Bruselas y leo ese día, 7 de septiembre de 2012, que el tedio ha hecho que la RATP, la empresa de transportes parisinos que explota el suburbano, haya decidido informar a sus pasajeros a través de Twitter y sms sobre los retrasos, cierres inesperados de líneas y sobre todo de los cada vez más frecuentes "incidents voyageurs". Literalmente, "incidentes de viajeros".
"Incidentes de viajeros: así han bautizado hipócritamente a los suicidios sobre la vía", escribe con rotunda severidad la corresponsal del diario belga. Apenas unos días antes de esa noticia, el 4 de septiembre, ocurrían dos "incidentes de viajeros" en menos de media hora. Hacia las ocho y media de la mañana, una mujer de 30 años se arrojaba a la vía, y sufría heridas y amputaciones muy graves. Y hacia las nueve, en otra estación al norte de París, en una ciudad dormitorio con grandes negocios y fábricas, otra mujer repetía la misma fatalidad con idéntica suerte.
"Incidentes de viajeros" es una amarga dulcificación de la realidad. Suena infantil, naif, inocentón... Y aún adornado con esas palabras es escalofriante cuando en las estaciones de metro el cartel informa de un nuevo retraso porque algún pasajero ha tomado la determinación final y trágica de "incidentarse".
El lunes 22 de octubre fue "jornada negra" en la línea B del cercanías de París: tres personas se suicidaron el mismo día. La gravedad del asunto queda en evidencia con los incidentes ocurridos tan sólo esta semana pasada en esta línea en concreto, que cruza casi todo París: el 15 de noviembre, el último suicidio. Lo mismo el día 10 de noviembre. Y el día 7, fueron dos personas las que se arrojaron a las vías de la línea B. Y sólo en esta línea.
Este mismo jueves, día 15, en Atenas una joven desempleada de 20 años se prendía fuego y moría calcinada. En 2011 la tasa de suicidios se incrementó en Grecia en un 40%. Antes, la república helena era uno de los estados del mundo con menos suicidas. Ahora las noticias de gente que escoge poner fin a su vida se solapan muy obscenamente unas sobre otras en breve tiempo: en una semana, el profesor de geología de 38 años que se colgó de un poste luminario en Atenas, el sacerdote de 35 que se precipitó de un balcón o la estudiante de 23 años que se baleó. Y en Italia, ídem.
Aquí, fue Amaia Egaña la que desde el dolor más profundo quitó la venda en los ojos. Amaia, de 53 años, se arrojó por la ventana de un cuarto piso cuando una comisión judicial iba a proceder al desahucio de su vivienda en Barakaldo, estaban presentes su hijo de 21 años y su marido. El banco, La Caixa, hacía un mes ya que anunciaba en una web su hogar para venderlo. El 26 de octubre, fue José Miguel Domingo, de 54 años, quien se ahorcó en el patio de su casa en Granada, una hora antes de que la Policía fuese a desahuciarle. Esa misma semana un hombre de 50 años en Burjassot, Valencia, saltó por la ventana cuando se presentó la comisión judicial del desahucio y un joven en Las Palmas se arrojó de un puente. Hay muchas homicidios perpetrados por asfixia bancaria, de los que no hay noticias, pero están en la morgue.
son nuestros mártires Decía San Agustín que "no hace al mártir la pena que sufre, sino la causa por la que padece". En el suicidio no hay mérito. No hay que vestir de romanticismo la muerte porque es el fracaso de todos. Como proyecto y como sociedad. El heroísmo es de los que resisten, el mérito es de los que no se rinden. Pero esas vidas perdidas, proyectos e ilusiones, han sido muertes inducidas. Vidas puestas al límite.
El martirio es ese padecimiento voluntario de la muerte o la tortura hasta la muerte de aquellos que han sufrido con paciencia y fortaleza hasta el final en defensa de una causa o dando fe de ella. ¿Acaso no es un tormento explícito que los señores del lucro, los bancos, atosiguen a familias hasta el punto de no tener qué comer y aún así ponerlos en la calle? Con la actual ley hipotecaria, originalmente de 1909, no pagar la cuota de la deuda, sea cual sea el motivo, y aunque sea una sola una cuota sin pagar, el banco puede acudir a los tribunales.
Desde que el viejo Dimitris Christoulas, el farmacéutico retirado de 77 años, que se suicidó de un disparo en mitad de la plaza Sintagma de Atenas el pasado 4 de abril, dejó aquella nota de despedida que conmocionó a los griegos, está claro que estas son muertes políticas, no son gentes insanas sino martirizadas y su acto es consciente, decidido, planificado. Desesperado, sí.
El Gobierno ha aniquilado toda posibilidad de supervivencia para mí, que se basaba en una pensión muy digna que yo había pagado por mi cuenta sin ninguna ayuda del Estado durante 35 años. Y dado que mi avanzada edad no me permite reaccionar de otra forma (…) no veo otra solución que poner fin a mi vida de esta forma digna para no tener que terminar hurgando en los contenedores de basura para poder subsistir", dejo manuscrito en el bolsillo de su chaqueta Christoulas. Mártir, precisamente en griego, significa "testigo". Son estas gentes que se han sacrificado en última instancia las que dan testimonio de esta atrocidad.
En el estado español tan solo el 3% de la cartera hipotecaria de los bancos está en curso de morosidad. Es decir, el 97% de los endeudados pagan sus cuotas religiosamente a esas entidades que no dudan en torturar y ofrecer la soga a ese otro 3%. Que son en su amplísima mayoría lo que se llama "deudores de buena fe". Familias o personas con insolvencia sobrevenida, que sufrieron un revés pero tienen interés de pagar sus deudas. Sin embargo, se ejecutan 532 desahucios al día, familias a las que se les empuja a la calle, a la mendicidad si no hay un mimbre amigo que los acoja.
MAQUILLAJE RUIN El gobierno y su decreto ley son vergonzosos. Dicen que es una medida de urgencia pero huele a lavanda: jabón para lavar la imagen, suya y de los bancos, que apenas días antes adelantaron que congelarían los desahucios bajo ciertas condiciones y han sido precisamente esas condiciones y no las de las víctimas y afectados, las que han hecho ley. Unos supuestos que rayan lo ridículo: si una familia tiene un niño menor de tres años no es desalojada, si con los mismos ingresos son dos hijos de cuatro años, sí. Es maquillaje ruin.
El Tribunal de Justicia de la UE, en boca de su abogada general Juliane Kokott, manifestó que las medidas que regulan en España los procesos de desahucio por el impago de una hipoteca son incompatibles con las normas europeas de protección de los consumidores y que no protege al consumidor. Entonces es cuando el gobierno elabora una medida de urgencia que pretende proteger al consumidor pero lo hace plegándose a las exigencias de los prestamistas y no de los exprimidos. Curioso.
Y mientras se amnistía fiscalmente con efectos retroactivos a los defraudadores, a todos esos ladrones que han evadido impuestos e inflado la economía sumergida; a las familias que se arrojó de sus hogares, que han pagado deudas, letras, impuestos y sostenido la economía real, en cambio no se les dará amparo. Y seguirán pagando con todos sus bienes presentes y futuros. Al precio que el banco tasó al alza para conceder el crédito y tasó a la baja cuando lo recogió. Y esto significa que llegado el caso de que el asfixiado/a salte de una ventana, su martirio será además heredado por sus hijos, amigos o avalistas.
En lo que el PP va bien encaminado es, como dijo una vez, en "reafirmar las raíces cristianas de Europa": efectivamente, nada hay más cristiano que estar al lado de los pobres y los desfavorecidos. Pero cada día nos ponen tan al lado de los pobres, que ya no nos distinguimos entre nosotros. El PSOE contribuyó con mucho esmero también a crear esta igualdad social en precariedad. Sólo la solidaridad entre vecinos y ciudadanos, de colectivos contra desahucios o que ayudan a familias en penurias, sea Cáritas o una peña de amigos, van sacando esto adelante. De mártires y santos; de eso, de lo único que vamos creciendo a puñados.