La situación que se vivió el pasado miércoles en las inmediaciones de Arbara, una de las cimas de la sierra de Altzaina, rozó lo desconcertante, y abrazó lo trágico. Por esas circunstancias que sólo entiende el azar, dos montañeros lograron dar con el cadáver de un varón, que se encontraba, al parecer, en el interior de una sima desde hacía varios días, tal y como avanzó ayer este diario. La providencia facilitó ese encuentro que, al fin y a la postre, sirvió para poner sobre aviso a los responsables de la Ertzaintza, que articularon un rescate de esos que no se olvidan. No en vano, los integrantes de la Brigada Móvil desplazados al lugar para recuperar el cuerpo -en estado de descomposición y sin pistas que descubriesen su identidad- tuvieron que lidiar con lo escabroso de un terreno sólo apto para cabras. Aparte, los tripulantes del helicóptero aún recuerdan los vaivenes del viento que, según testigos presenciales, meció la aeronave a su antojo hasta comprometer lo usual del operativo, que fue coordinado por un técnico de la Dirección de Atención a las Emergencias y Meteorología del Gobierno Vasco.

Hasta ahí, los hechos de un suceso que se puede narrar en trazos gruesos. Sin embargo, el rescate esconde muchas circunstancias que confieren al operativo calificativos difíciles de describir y de catalogar dentro de los límites de la lógica. No en vano, el lugar del trágico hallazgo -en las inmediaciones de la cueva de La Leze (Asparrena), propicia para espeleólogos y alpinistas- no es transitable para montañeros, senderistas o aficionados a ascensiones por el monte. Se trata de un cresterío preñado de la dificultad que imponen rocas y maleza, que abundan en la zona. "Es un sitio escarpado y nada habitual para encontrar a montañeros", asegura Kepa Gordo, de la sección de Montaña de DYA Álava. Éste, junto a varios compañeros, se encontraban en las inmediaciones ejercitándose para ayudar en eventuales rescates, circunstancia que les sirvió para guiar a los integrantes de la Brigada Móvil hasta la ubicación aproximada de su objetivo. Después, los ertzainas se encargaron de acceder hasta el agujero y recuperar el cadáver en una operación harto complicada, que concluyó con el traslado de éste hasta el pueblo de Ilarduia, y de ahí, al Servicio de Patología Forense de Vitoria-Gasteiz por orden judicial.

Con ello empezó a escribirse esa parte del rescate que desconcierta. Y lo hace porque es difícil explicar el porqué de la ubicación de la víctima y el porqué de la ubicación de los dos montañeros que dieron con el cadáver en una zona no apta para disfrutar de las bondades de la montaña y a la que accedieron, al parecer, por una rocambolesca carambola. De hecho, ambos se encontrarían desorientados cuando dieron con la sima. Incluso, algunos de los recursos llegados hasta la zona del rescate aseguran que tuvieron que atenderles para poner coto a síntomas de deshidratación y para curar las heridas que presentaban. Quizás, y sin quererlo, reeditaron el itinerario y las circunstancias que acabaron con la víctima en el interior de la sima. Eso, sí, con más suerte. Al menos, pudieron dar el aviso del macabro descubrimiento y pudieron regresar a sus domicilios a salvo.

Mucha peor suerte sufrió el propietario del cuerpo que fue rescatado. Según indicaron fuentes de la Ertzaintza, éste llevaría en la sima -a la que cayó desde una altura de alrededor de 40 metros- varios días, ya que el cadáver estaba en descomposición. Su atuendo, un chándal y un jersey, no es el más adecuado para desenvolverse con soltura en un terreno tan técnico y escabroso. Tampoco es lo más habitual ascender cumbres en plena ola de calor. Tales circunstancias, precisamente, podrían dar pistas sobre los motivos de su presencia en el lugar en el que perdió la vida. Se podría tratar de un despiste o de una desorientación.

Sea como fuere, lo cierto es que en un primer momento, los responsables del Departamento de Interior no pudieron identificar el cadáver. Sin embargo, tras el habitual trabajo policial, los investigadores lograron reducir un abanico de posibilidades para determinar la personalidad del muerto hasta barajar una única posibilidad. Se trata de un vecino de Vitoria, de alrededor de 74 años y que residiría solo. Durante la jornada de ayer, los responsables de la comisaría gasteiztarra trataron de confirmar sus certezas mediante el cotejo de huellas dactilares y la búsqueda de compañeros, amistades y familiares del fallecido. Finalmente, lo lograron al finalizar la mañana. Un final escabroso.