el incendio de Valdegovía, primero de importancia de este verano en Euskadi, ha roto tres años de relativa tranquilidad en el territorio en lo relativo a la propagación de fuegos. Gracias a los cambios de métodos introducidos desde la Administración en los últimos tiempos para mantener los pastizales, entre los que sobresale la tajante prohibición de quemar rastrojos, así como a la creciente concienciación de la población rural, los incendios han dejado ya de ser una noticia habitual en los veranos de la provincia en favor de la ausencia de fuegos graves.

Hay que remontarse hasta finales de julio de 2009 para recordar una catástrofe de grandes dimensiones provocada por las llamas, como la que sufrieron varias localidades de Trebiño y el entorno del pantano de Ullibarri-Gamboa. Varios incendios devoraron entonces en unas pocas horas más de 2.000 hectáreas de masa forestal. La chispa de una cosechadora que se encontraba trabajando en Sáseta fue la causante de las llamas desatadas en Trebiño, que dejaron estampas desoladoras.

Tras un 2010 muy tranquilo, donde el incidente más grave se vivió entre las localidades treviñesas de Franco y Ajarte -donde ardieron 685 hectáreas de terreno-, el pasado 2011 fue uno de los más apacibles de los últimos años. Uno de los fuegos más importantes tuvo lugar el 17 de julio en Labastida, en los parajes de La Ventilla y La Balsa. Debido a la negligencia de un particular, el fuego de una hoguera mal apagada se extendió hacia un monte cercano hasta calcinar 1,36 hectáreas de coníferas y otras 4,02 de superficie desarbolada. Casi un mes después, el 25 de agosto, un incendio intencionado calcinó tres hectáreas más de robledal en Lasarte, junto a la capital alavesa.

La caída en picado de los incendios forestales en el territorio alcanza una mayor dimensión si las cifras actuales de hectáreas calcinadas se comparan con las que la Diputación alavesa conserva de hace ahora 30 años. Allá por los años 80, el fuego provocó auténticas escabechinas en la provincia que, por suerte, hace ya mucho tiempo que no se han vuelto a revivir. Sólo en esa década, Álava lamentó la quema total de 11.611,66 hectáreas de superficie forestal, 7.986,47 de ellas arboladas. En años como 1985 se produjeron 158 incendios, y en otros como 1982 se quemaron 2.072 hectáreas de superficie arbolada.

Tal y como sucede todos los años, la alerta por incendios forestales no se reducirá considerablemente al menos hasta mediados de septiembre, momento en el que las borrascas entran con más intensidad, las horas de sol disminuyen y la humedad comienza a impregnar la vegetación. Hasta hace no demasiados años, esta época era precisamente una de las dos más críticas del año debido a la quema incontrolada de rastrojos de cereal. La otra coincidía con el final del invierno y el inicio de la primavera, donde era frecuente la quema de matorrales para renovar los pastos de cara al verano. El ya citado cambio de prácticas ha reducido los fuegos a la mínima expresión, una circunstancia que no se ha producido en otras comunidades de tradición ganadera ubicadas en la cornisa cantábrica al no estar sometidas a tan fuertes restricciones.