La cocina alavesa está de luto. Quien durante más de tres décadas fuera chef del Ikea, José Ramón Berriozabal, falleció la noche del lunes a los 60 años como consecuencia de un problema cardíaco que no ha podido superar. El cocinero será recordado, entre otras muchas cosas, por ser quien logró para el conocido restaurante el Óscar de los fogones, es decir, la preciada estrella Michelin.

Nacido en Elorrio, llegó muy joven a Vitoria, donde consiguió levantar los pilares de una exitosa carrera que le fue recompensada en 2010 con el citado reconocimiento. El pasado mes de febrero Berriozabal dejó Ikea, donde le sustituyó Iñaki Moya como jefe de cocina. Tras tantos años de intenso trabajo, se había propuesto dedicar más tiempo a su familia y a aficiones como el mus o el golf. Hoy, todos aquéllos que le querían, que no son pocos, lo despedirán en una ceremonia que tendrá lugar en la cripta de la Catedral Nueva.

El cocinero fundó el restaurante que le ha dado la fama en el año 1977 junto a su cuñado, Fidel Ramos, y a las esposas de ambos, Blanca y Mariángeles. Iniciaron la aventura, primero, en un local de la calle Paraguay y doce años después en el viejo caserón de la calle Portal de Castilla, lugar desde el que se ha proyectado al resto de la ciudad y de Europa.

No en vano, Berriozabal se formó con algunos de los mejores cocineros del continente. Si bien las recetas de su ama María fueron su verdadera fuente de inspiración, tuvo la oportunidad de pulir su estilo junto a maestros como Bernard Cousseau, del Relais de la Poste, con quien aprendió la técnica del foie; o con Jöel Robuchon, en su día considerado mejor cocinero del mundo, con quien aprendió en París la técnica de la cocción corta y los marinados. En su abultado currículum consta también su paso por el Ibarbour de Guetary (Francia), donde conoció los secretos de las salsas y de las vinagretas. Todo este maridaje confeccionó un chef de visión universal que en 1992 representó a España en un festival en Tokio -de donde importó el tratamiento del sushi-. Ocho años después fue nombrado Restaurador del Año por parte de la Academia Vasca de la Gastronomía.

Pero no fue hasta 2010 cuando en plena reunión sus empleados le dieron la noticia. Ikea lograba la estrella Michelin, la segunda para una humilde ciudad como es Vitoria tras la cosechada por el Zaldiaran. Un galardón, aseguraba entonces el propio Berriozabal, que había llegado por sorpresa y que no sólo reconocía el trabajo de todo su equipo y el esfuerzo de una familia entera dedicada en cuerpo y alma a hacer felices a sus clientes; este merecido reconocimiento situaba también a la capital alavesa en el selecto mapa culinario de la marca francesa. Por todo ello, con dolor pero con muchos motivos de agradecimiento y con cariño, esta tarde la ciudad despide al cocinero que le dio una estrella, como esa que probablemente estará brillando ya en algún lugar del cielo.