Un vehículo convierte un stop en un ceda el paso. La patrulla de Tráfico de la Ertzaintza que observa la maniobra irregular se acerca a dialogar con el conductor. Habitualmente, el asunto se resolvería con una multa de 300 euros y la pérdida de 4 puntos en el carné del infractor, pero desde el pasado 1 de mayo se salda con una simple amonestación verbal y una advertencia. La Policía autonómica anda de huelga de "bolis caídos" y ha recortado drásticamente el número de denuncias tramitadas. Ello no significa que haya barra libre para los pilotos temerarios, sino que la comisión de faltas leves se combate con pedagogía e información. La ciudadanía, a lo largo de los pocos días que lleva activa la iniciativa, ha recibido con los brazos abiertos esta forma de lucha sindical que busca llamar la atención sobre los drásticos recortes salariales y sociales que padece el cuerpo desde hace años.
Un día más supervisando la seguridad en las carreteras de Álava. A lomos de una motocicleta o al volante de un todoterreno. Concluida la jornada laboral, los agentes se reúnen y hacen balance de lo sucedido. "El seguimiento está siendo muy positivo en los tres territorios por parte de las unidades de tráfico", expone el responsable de ErNE Aitor Rabanal, uno de los cuatro sindicatos -ErNE, ELA, Esan, Sipe y Euspel- convocantes. "Los problemas laborales que padecemos ha unido mucho a la plantilla y garantiza que las medidas que plantean los sindicatos llegan a la calle", añade.
Los patrulleros señalan que "no es cuestión de ponerse una venda en los ojos" durante estos días, pero sí que "frente a las faltas leves se opta por el diálogo". Esta forma de protesta responde al hecho de que la Policía no puede hacer una huelga al uso. Sin embargo, la táctica elegida puede tocar uno de los resortes sensibles de la Administración: el bolsillo. La anterior vez que la Ertzaintza puso en práctica esta misma metodología, se dejaron de recaudar nada menos que 14 millones de euros. "Las multas de tráfico no son precisamente baratas y 300 euros de aquí y de allá al final suman muchos miles", indica uno de los agentes.
Los casos más habituales de infracción que ha pasado de sanción a toque de atención son, en Álava, "los stops en los que la gente no termina de detenerse del todo, los cinturones de seguridad desabrochados y las conversaciones con el móvil mientras se conduce". "Si alguien pasa a 100 kilómetros por hora en un punto limitado a 50 o si un conductor arroja una tasa elevada en un control de alcoholemia, se le denuncia. Pero si da 0,20 o 0,25, que todavía no es denunciable, se le anima a no continuar o a que llame a un taxi. Estamos levantando un poquito la presión sobre el ciudadano", resume uno de los ertzainas.
Y los ciudadanos, en justa reciprocidad, responden de forma positiva. "La gente se interesa y se lo toma bien. Lo malo es que cuando denuncias a alguien por algo grave se enfada porque piensa que no ponemos ninguna multa a nadie. Y es que estamos obligados a denunciar este tipo de infracciones", aclaran. La protesta lleva pocos días en la calle y todavía no es muy conocida por los conductores. "Algunos se han enterado por los medios de comunicación, pero la mayoría no se ha enterado todavía. Bastante estrés tienen con la crisis como para estar pendientes también de esto", reconoce un patrullero.
Muchos se preguntan si esta, la vía pedagógica, no debería ser la que realmente desarrollaran los ertzainas durante todo el año. "No vamos buscando las multas -aclara otro de los policías-, sino que tenemos un programa de trabajo que muchos de los agentes que estamos en Tráfico creemos inadecuado. Muchos de los controles que hacemos son estadística pura y dura, quedar bien en el Parlamento a base de datos. Nuestro trabajo debería consistir en prevenir accidentes, pero nos estamos centrando en los controles estáticos para ver si la gente tiene la documentación en regla, si van con el cinturón... A nuestros jefes les piden que manden estadística y ellos nos ordenan que hagamos estadística".
Esta manera de trabajar programada de antemano, conocida en el cuerpo como egunsentia, contrasta con la realidad. "Cuando sales a la carretera -indican- no sabes nunca lo que te vas a a encontrar, pero de entrada ya cuentas con dos controles de hora y media o dos horas de documentación, de tacógrafos, de radar, de velocidad... que tienes que realizar en un punto concreto. Multas no piden, pero parando a tantos vehículos, al final llegan las denuncias".
La crisis ha hecho mella en la economía doméstica de muchos conductores que, ante la falta de recursos, acaban cayendo en estas infracciones menores que ahora mismo no conllevan sanción por parte de la Policía autonómica. "Hay gente que por descuido o por falta de dinero espera a cobrar para cambiar las ruedas o para pasar la ITV".
El origen del descontento policial se remonta, tal y como recuerda Rabanal, a 2010. En aquel año dieron comienzo las primeras movilizaciones de la Ertzaintza y todavía hoy siguen vigentes porque, como señala el representante sindical, "los problemas, en lugar de ir a menos van a más". "Como nosotros tenemos negado el derecho a la huelga no nos queda más remedio que recurrir a otras medidas para expresar nuestro descontento", puntualiza.
recortes crecientes Los sindicatos explican que los recortes salariales que empezaron a aplicarse hace dos años se han mantenido y crecido con el paso de los meses. "Nos han quitado un 3% más con el descuento del fondo de pensiones Itzarri, que al final es salario diferido y una parte del sueldo del trabajador que nos recortan, y ahora nos rematan la jugada con el asunto de las 37 horas y media, que elevaría el número anual de horas trabajadas en 130. Además, está el tema de las bajas, algo que en ninguna otra comunidad autónoma se ha decidido pero que aquí sí y que se traduce en que desde hace más de medio año dejamos de percibir una parte importante del salario en caso de caer enfermo. Eso, en una profesión como la nuestra que tiene riesgos, forma parte del trabajo. La suma de todas estas cuestiones lleva a los agentes a salir a la calle y a protestar de la manera que pueden", repasa Rabanal.
La cara más visible de esta movilización se da en las carreteras, pero se ha extendido a otras unidades, que ya han comenzado a pisar el freno a la hora de tramitar denuncias. La idea que se persigue ahora mismo es la de acabar con el sistema de egunsentia que, a su entender, perjudica al funcionamiento del cuerpo. La duración de las protestas será "ilimitada" a menos de que se produzca una reacción por parte de los responsables máximos de Interior.
Lamentablemente para los infractores, una parte cada vez con más influencia dentro del cuerpo reclama que las protestas, en lugar de conducirse por los cauces actuales, discurran por la vía opuesta. De no obtener resultados, proponen iniciar una huelga "a la japonesa", es decir, incrementar al máximo posible el número de denuncias. Una posibilidad que, a buen seguro, será mal recibida por los conductores pero que podría desencadenar un descontento ciudadano con parada final en el estamento político. Si los votantes se ven afectados por la presión derivada del conflicto que padece la Ertzaintza, podrían exigir responsabilidades a sus representantes y la situación podría desbloquearse. Es una opción que no se desecha.