Vitoria. Llega siempre con cuatro días de retraso y con mucho disimulo, como si fuera la actriz secundaria de alguna película. Sin embargo, la Virgen de Estibaliz reclama cada año su sitio con más fuerza, reivindicándose como una de las principales citas festivas del calendario. No en vano, los alaveses llevan subiendo hasta lo alto de la colina desde hace ya mil años. Allí tradicionalmente arreglaban sus diferencias. Ayer, quienes se acercaron hasta el santuario no lo hicieron con la intención de enfrentarse en duelo. Sólo querían pasar una agradable jornada y honrar a la patrona. El día acompañaba. Tras un mes de abril en el que apenas se ha dejado ver el sol, ayer un cielo a ratos prácticamente despejado invitaba a subir hasta este cerro, que perdió cualquier rastro de la tranquilidad que reina en él habitualmente.
Tal fue la cantidad de gente que se desplazó hasta Estibaliz que se produjeron importantes retenciones en la carretera a Estella que lleva hasta el santuario. "Hemos tenido que dejar el coche al principio del pueblo y subir toda la cuesta andando", explicaba Zuriñe Moreno. El esfuerzo de los Miñones por intentar regular el tráfico no impidió que muchos, fruto de la impaciencia, decidieran darse la vuelta a medio camino dadas las largas colas que se formaron en los accesos.
Quienes consiguieron subir hasta arriba no se arrepintieron. Buena parte de la culpa la tuvieron los cocineros de las sociedades gastronómicas así como los de Boilur, que llevaban desde las diez de la mañana cocinando jugosas tortillas de patata para todos. "Hemos perdido la cuenta ya de todas las que llevamos, la pena es que este año ha habido un poco de desorganización y nos han faltado huevos y sobrado patatas", explicaba Antonio Gamboa, de Boilur.
Metiendo el morro entre los fogones se pudo ver al diputado general de Álava, Javier de Andrés, acompañado por los diputados de Cultura y Agricultura, Iciar Lamarain y Borja Monje, respectivamente. Fueron los primeros en degustar los platos que cocinaron las sociedades dentro del concurso culinario a base de patata alavesa, pero no fueron los únicos. "Esta crema de berberechos está deliciosa", confesaba David Díez, quien todos los años se anima a acudir a la romería con más solera. "Me gusta incluso más que San Prudencio, además, casi siempre hace mejor tiempo", aseguraba este joven.
Lo cierto es que quienes se acercaron ayer hasta las inmediaciones del santuario se encontraron con una programación de lo más variada. Para quien le va lo artístico, tuvo la oportunidad de darse un paseo para contemplar las creaciones de los participantes en el tradicional concurso de pintura rápida al aire libre. También hubo deporte, en concreto, pelota y herri kirolak. Los puestos instalados a los dos lados del camino exhibían todo tipo de productos artesanos, desde pasteles, panes, quesos, embutidos, hasta remedios caseros para hacer frente a las migrañas.
Esta vez sí. A diferencia de lo ocurrido el sábado en Armentia, día de San Prudencio, los alaveses sí pudieron sentarse en las campas a tomarse un talo con txorizo regado de sidra. Fue, sin duda, una buena manera de acabar un largo puente que ha tocado su fin.