Vitoria. El rumor de los cientos de tambores, que calentaban el ambiente con toques de percusión especialmente maridados gracias al trabajo y los ensayos previos, amenizaba la fiesta y daba al centro de la capital un toque especial, ése que sólo se deja oír cuando el santo apuesta por la parranda. Como cada víspera del día consagrado al patrón de los alaveses, Vitoria, y sus calles principales, se llenaron de gentes de toda condición. De los que disfrutan de estos días como manda la tradición y de los que apuestan por beneficiarse de jornadas así para catar el mayor número posible de jarras con todo tipo de mejunjes y bebidas espirituosas, de ésas que en demasía dañan el cuerpo y la dignidad. Pero, en cualquier caso, la tarde y la noche de ayer y la madrugada de hoy están para eso, para recibir y percibir a San Prudencio y para brindar en su honor. Son las fiestas más tradicionales del calendario. Lo demás, podía esperar. Todo, salvo la intensa chaparrada que deslució el momento.

Como dictan los cánones, la jornada de ayer llegó como día laborable, con todas las preocupaciones que imponen los recortes semanales del Gobierno central y con el negro espesor de las noticias económicas, que amenazan con recortar aún más el poco lustre de los monederos de los ciudadanos de a pie y de calentar aún más a los despiadados mercados, sean quien sean éstos. Sin embargo, como viernes y como víspera de la fiesta grande de toda la provincia, era un día especial. Según avanzaba el minutero, la ciudad y todas las cuadrillas empezaban a recordar sabores y olores y a retomar la sonrisa de gala inherente a unos festejos que evocan las raíces de un territorio apegado como pocos a sus tradiciones cotidianas, a usos y costumbres de antaño que hacen de esta tierra un lugar especial. Ni siquiera la tromba de agua que empezó media hora antes de la retreta asustó a la concurrencia, que se presentó fiel a la cita pertrechada con todo tipo de paraguas y gorros improvisados. Eso sí, lo hizo en número reducido. Apenas varios cientos de paraguas sobresalieron en la plaza bajo el intenso aguacero.

Entre las andanzas de otra época, la retreta es una de las fundamentales, ya que adquiere el rango de definitoria del espíritu alavés. Cuando el reloj marcaba las 20.00 horas, los primeros sones se dejaron escuchar desde uno de los balcones del Ayuntamiento de Vitoria en la Plaza España gracias al buen hacer de los elegidos a tal efecto por la Academia Municipal de Folklore. Una hora después, los bártulos musicales alcanzaron la plaza de La Provincia, epicentro de la llamada festiva. Entonces, varios cientos de valientes bajo la lluvia intentaban mantener el candor de las grandes ocasiones. Desde el palacio, los trompeteros y atabaleros forales y municipales, ataviados con las mejores galas, iniciaron la interpretación de los sones intermitentes de la retreta de San Prudencio para regocijo de los invitados en el caserón que acoge la sede de gobierno de la Diputación alavesa y en la plaza, tomada por la gente. El evento contó con una nutrida representación política e institucional, que no quiso perderse ni el inicio del jolgorio ni las artes culinarias demostradas por el Ejecutivo provincial que, como gesto de gracia para sus conciudadanos, decidió pagar a escote y de su propio sueldo -se estima que el diputado general y los diputados forales no pasan apuros para llegar a fin de mes ni tienen salarios mileuristas- y preparar los pintxos con los que se agasaja a los invitados y representantes institucionales, políticos y estandartes de la sociedad alavesa invitados a contemplar la retreta desde la atalaya que ofrece la Casa Palacio de la Diputación alavesa, muy engalanada para la ocasión.

En las salas nobles del caserón se pudo ver a un atento Javier de Andrés, perfecto cicerone en una fiesta en la que debutaba en su versión de diputado general. También estaba su equipo de trabajo en pleno y otras personalidades de la actualidad alavesa, como el alcalde de Vitoria, Javier Maroto, y otras figuras del Consistorio gasteiztarra, de las Juntas Generales de Álava y de los municipios de la provincia, que tampoco quisieron perderse el espectáculo y el inicio de la noche, que prometía. En cualquier caso, lo vistoso no estaba en el interior de la sede del Gobierno foral. Lo bonito y el ambiente estaban en el exterior, donde había todo tipo de personas. Disfrutaban de los sones tradicionales de la retreta, que el pasado año cumplieron ocho décadas en su función de preámbulo festivo.

Pese al espíritu festivo, la tromba provocó que la retreta perdiera parte de su encanto. No en vano, entre toque y toque, estaban previstas las actuaciones de Garikoitz Mendizabal y Aitor Furundarena, y de Folkon e Indarra Dantza Taldea. Sin embargo, sus intervenciones se vieron comprometidas por las inclemencias y tuvieron que susperderse ya que el escenario -con equipos electrónicos- estaba repleto de charcos y podía constituir un problema de seguridad.

En cualquier caso, todos estaban a la espera de acceder a sus respectivas casas o sociedades gastronómicas para degustar el menú que se impone en cualquier mesa a estas alturas del año. Ya se sabe que al santo Prudencio le encantan los caracoles y los manjares basados en perretxikos y en salsas al gusto. Y sus fieles nunca le defraudan en ese aspecto. Fue lo que se esperaba. Los sones de siempre para una fiesta como nunca. Ni siquiera las inclemencias meteorológicas y lo desapacible de la estación lograron aplacar los ánimos de los miles de alaveses que han decidido -por imperativo económico o por ánimo festivo- quedarse por estos lares.

Una vez sustanciado el primer paso de la fiesta, se esperaba la jarana y el ruido de los tambores de la tamborrada. Estaban llamados a tan estruendosa marcha todos los valientes con ganas de espantar los malos espíritus a base de golpear la percusión. La idea era recorrer el centro de la capital entre las 23.30 y las 2.30 horas. En principio, con la concentración en la plaza de La Provincia de las sociedades gastronómicas participantes y con el posterior desfile por las calles de la capital. También se esperaba que a la 1.00 horas comenzase en el Arca la verbena popular a cargo de Joselu Anaiak.

Y hoy... Pues lo que pida el cuerpo y lo que deje la climatología. Los habrá con el organismo perjudicado por horas de desenfreno festivo. Y los habrá que madruguen para no perderse todo lo que ofrece la romería de Armentia, misa incluida y paraguas en ristre. Será el momento, si la lluvia lo permite, de pasearse por los cientos de puestos de baratijas y de talos, de degustar caracoles y rosquillas, o comprobar las andanzas de los txikis.