Vitoria. Cuando la tecnología hizo rentable el acceso a las enormes bolsas de gas adherido en las rocas del subsuelo, las potencias occidentales y los grandes grupos empresariales dedicados al sector de la energía en estas naciones se frotaron las manos. El mundo, tal y como lo conocemos hoy día, puede cambiar gracias al fracking. El gas pizarra está muy repartido por todo el planeta, y tanto Estados Unidos como Australia y Europa cuentan con enormes bolsas que pueden desplazar el eje de la política internacional del Oriente Medio, donde se concentra la mayor parte del petróleo del mundo.
Estados Unidos, principalmente, y Europa, siempre a rebufo, han visto en el gas pizarra la oportunidad de dejar de rendir pleitesía a las monarquías absolutistas del Golfo Pérsico o a siniestros personajes como Gadafi, y de paso hacer frente a Rusia y su dominio del mercado del gas. Según explicó ayer Maximilian Khun, de la Universidad de Columbia, en las jornadas sobre fracking de Villa Suso, la generalización de esta técnica, principalmente en Texas, ha permitido duplicar el consumo de gas en EEUU, el país ha superado a Rusia en cuanto a producción, hay más comercio y éste tiene nuevos y más diversos protagonistas, y el patrón de precios ha cambiado, tanto que un estadounidense paga lo mismo por calentarse con gas que un ruso, cuando sus rentas per capita son manifiestamente diferentes.
El propio diputado general alavés, Javier de Andrés, recordaba ayer que a los estadounidenses les ha bajado la factura del gas un 20% en un lustro, y por ello esperaba con los brazos abiertos las nuevas inversiones -entre ellas las del grupo Fénix que lidera el empresario Joseba Grajales- que puede atraer el fracking para "crear riqueza y empleo".
Hay, pues, muchas esperanzas depositadas en el ámbito local, pero la fractura hidráulica significa a mayor escala no sólo mucho dinero para estados y empresas, sino también más poder en el mundo globalizado para quien lo posea bajo su subsuelo. Ante intereses de tal calibre cabe preguntarse dónde queda la protección al medio ambiente, un obstáculo desde este punto de vista aun en el supuesto de que todo el mundo acepte primar su preservación. Khun aseguró que estas sociedades opulentas son también las que más conciencia medioambiental han desarrollado, y por ello las legislaciones son cada vez más rigurosas.
No están tan tranquilos al respecto los movimientos ecologistas y buena parte de la sociedad civil. De hecho, ayer en el palacio de Villa Suso se echó de menos un mayor espíritu crítico en materia ambiental, o así al menos le ocurrió a Andrés Illana, de la plataforma Fracking ez. Illana lamentó que no hayan acudido a Vitoria los movimientos que contra esta técnica de fractura hidráulica han surgido en Estados Unidos y cuya voz, a su juicio, debió complementar a las de unos ponentes que en su mayor parte defendían el uso del fracking sin apenas reparos.
Por otro lado, Ecologistas en Acción anunció ayer que ha firmado la Declaración europea contra el fracking, que denuncia el debate en el Parlamento Europeo de dos informes técnicos "claramente influidos por la industria". La declaración alerta sobre los altos consumos de agua de la fractura hidráulica y sobre la posibilidad de contaminar acuíferos, y rechaza que esta técnica pueda servir en la transición hacia las energías renovables, pues "perpetúa un modelo basado en los combustibles fósiles".