Vitoria. Por más que uno intentara ponerse en su piel, se quedaría a años luz. Solo Ruth Puertas y un puñado de madres como ella saben del dolor que se siente, a pie de tumba, durante la exhumación del cadáver de un hijo. Solo ellas alcanzan a entender por qué, si siempre han sospechado que se los robaron y están vivos, llegan a desear que sus restos estén en el féretro. "Es muy egoísta, pero al final piensas: que sea una equivocación mía y que esté ahí, que por fin pueda cerrar los ojos por la noche, pueda dormir y decir: se acabó. Lo volveré a enterrar, lloraré lo que tenga que llorar y me quedaré tranquila. Se acabó esta búsqueda incesante de quedarme todos los días mirando chavales por ahí. Se acabó, pero no. No se acabó". En la caja de su hijo no había restos óseos y el calvario de Ruth continúa.

Ruth Puertas > madre

"No puedo superar la muerte de un hijo que no ha muerto"

La angustia lleva aferrada a Ruth la friolera de 18 años. Los mismos que tendría ahora su hijo si no hubiese fallecido tras el parto, tal y como le aseguraron en la Clínica Virgen Blanca de Bilbao. "Nunca me creí que hubiese muerto y mucho menos de lo que se diagnosticó", dice. Por eso le lleva buscando desde el primer día, incluso en el cementerio de Derio, pero sin éxito. "Cuando se exhumó la caja, me confirmaron que allí no había un bebé. Es un trago muy difícil". Tanto que se le atravesó en el alma y no lo acababa de digerir. "Te pasas noches y noches sin dormir. Te afecta a tu vida personal, de pareja, a todo...". De hecho, ha estado cinco meses de baja por ansiedad reactiva y depresión. "Intenté aguantar en el trabajo hasta que no pude más. La angustia me impedía concentrarme, pensaba que todo el mundo venía en contra de mí y tuve que coger la baja. He estado en psiquiatras y psicólogos y te dan pastillas, pero muchos no saben cómo abordar este tema", se lamenta, recién incorporada a su puesto, tras pedir el alta voluntaria. "Decidí que era el momento de intentar seguir con la vida adelante". Y en esas está.

En todo este tiempo el día a día de Ruth ha sido un cóctel amargo de sentimientos. "Sientes de todo: ira, rabia, dolor... Sientes como si fueses tonta. Dices: ¿Cómo me pude dejar engañar? Luego piensas: Es que no podía hacer otra cosa, tenía medio cuerpo dormido y el resto estaba lleno de pastillas. Supongo que me meterían barbitúricos porque yo no me enteré de muchas cosas que pasaron". Y cuando se ha puesto a indagar en ellas, no ha encontrado sino trabas. "Esta gente sabía cómo ocultarlo todo. Nos cuesta mucho encontrar datos y, encima, tampoco tenemos mucha ayuda y eso nos hunde muchísimo".

Reunido el valor y la documentación para interponer una denuncia -en el legajo de aborto consta que, en vez de un niño, dio a luz una niña-, Ruth recibió el golpe emocional de la exhumación. "Cuando mi marido me dijo que lo iban a desenterrar, me quedé bloqueada. Fue una semana malísima. Esa incertidumbre... Me daban ataques de ansiedad en casa, me ponía a llorar por todas las esquinas. Tengo dos críos pequeños y me miraban como diciendo: Mi madre se ha vuelto tarumba o algo así".

A la espera del informe definitivo, la ausencia de restos óseos parece venir a darle a Ruth la razón. Esa que han puesto en duda más de un facultativo. "Que vean por fin que yo no estoy loca, porque siempre que he contado esto a un médico era: Estás como una cabra, maja. Tú no has superado la muerte de tu hijo. Yo no puedo superar la muerte de un hijo que no se ha muerto. Voy a demostrar que lo que viví es real".

La esperanza de poder verlo algún día se ha diluido en su mar de lágrimas. "Si él no me busca, va a ser muy difícil, porque aquí no va a hablar nadie. Como no sea alguien que se arrepienta o viera algo...". No obstante, no ceja en su empeño de buscar la verdad. "Que al menos tengan un poco de conciencia, que ya nos han hecho sufrir en exceso, y que nos digan por qué hacían eso. Que digan: Pues sí, los entregábamos a otra familia porque pensábamos que iba a estar mejor que con vosotros. Se pensaban que eran dioses. En ese momento la ira es la ira y te darían ganas hasta no sé de qué, pero que me digan la verdad", clama Ruth, que sigue en tratamiento. "Todos pensamos que vamos a ser fuertes, pero en el momento en que te ves empezar a caer, tienes que buscar ayuda".

Pese a todo el sufrimiento, lo que más duro le ha resultado a esta madre ha sido el testimonio que prestaron ante el juez el ginecólogo y la matrona que le asistieron. "Cuando te enteras de que están diciendo prepotentemente que ellos no recuerdan nada, que no saben nada, te da muchísima rabia. Si ellos no tienen nada que perder. Lo único que han hecho ha sido ganar conmigo. Nos han tratado como a animales de cría y es la rabia y la impotencia de decir: me has quitado mi vida, porque puedes tener más hijos y ser feliz con ellos, porque tienes que seguir viviendo, pero te han quitado un trozo de tu vida".

Maite Berenguer > hija apropiada

"Psicológicamente te deja marcada para toda la vida"

Maite Berenguer ya no mira el horóscopo y ni siquiera el día de su cumpleaños le hace ilusión. "Yo no tengo identidad. No sé quién soy, no sé qué día he nacido, no sé qué día cumplo años", dice resignada. Su madre la dio a luz en los años 60 en un domicilio de Bilbao. Ella se enteró a los ocho, por una amiga, de que era adoptada. "En ese momento no dije nada, pero lo pasé fatal. A los doce años se lo pregunté a mi padre y me dijo que sí, aunque mi madre lo negaba. Para ella era un tabú".

La versión que le contaron es que su madre biológica era "una profesora de Bilbao que tuvo un desliz con un ruso de los que debieron desembarcar en aquella época". Nada más nacer, le aseguraron, fue adoptada. En septiembre del año pasado, tratando de buscar sus orígenes, descubrió que no era verdad. En su legajo figura como hija biológica, y no adoptiva, de los padres que la han criado. "Lo he pasado fatal. He llorado muchísimo por este tema desde muy joven, desde que te enteras de que tus padres no son tus padres y te han engañado".

Las fechas tampoco le encajan, lo que aumenta su rabia. "Si nací el 23 de octubre del 60 y me bautizaron el día 30, con siete días, ¿cómo puede ser que en las fotos sea un bebé que se mantiene bien? ¿Dónde he estado yo esos meses hasta que me entregaron a mis padres falsos? No sabes. Tienes esa incertidumbre". La comadrona que asistió a su madre no le aclaró mucho más. "Me dijo que ella todo lo había hecho legal y así me he quedado. ¿Sabes qué impotencia sientes y qué rabia cuando hay una señora que puede decir: Esto ha pasado? Ha firmado un documento falso. Lo menos que podían hacer es investigar".

Descartada la vía judicial -le han archivado dos denuncias por considerar que el delito ha prescrito-, Maite ha depositado su última esperanza en las pruebas de ADN y las redes sociales.