Bilbao. La mejor defensa es un buen ataque. El expresidente de la Fundación Anesvad y principal encausado en el juicio que se sigue contra él y otros dos exaltos cargos por apropiación indebida, trató de despejar ayer las imputaciones que pesan sobre su persona. Tachó de "trepa" al empleado de la ONG que descubrió el descuadre en las cuentas. También levantó el dedo acusador contra la propia entidad. No en vano, José Luis Gamarra llegó a sugerir que Anesvad no ha reintegrado a la Leprosería de Culión una cantidad superior a los tres millones de euros, "y a eso, se le llama robar". Dicha cantidad procedería de varias operaciones financieras ejecutadas por su persona durante 2006 (después de que saltara el escándalo) y que, según dejó entrever, él mismo tenía pensado restituir de no haber sido detenido pocos meses después.
Así comenzaba la segunda jornada de este litigio en el que también declararon los antiguos director general, José Miguel Sustacha, y director financiero, Francisco Martínez, quienes reconocieron ante el tribunal su responsabilidad en esa desviación de fondos de la Organización No Gubernamental al tiempo que señalaron a Gamarra como la única persona que controlaba y manejaba los dineros opacos de varias cuentas (fundamentalmente la consignada a la mencionada Leprosería de Culión y a la de Misión China). Éstas no estaban incluidas en la contabilidad general de Anesvad, pero que se alimentaban, en parte, gracias a campañas y donaciones realizadas por socios de esta ONG.
En palabras de Martínez, como máximo responsable financiero le era imposible "contabilizar algo que no había recibido en las cuentas de Anesvad", en alusión a los efectivos de Culión y China.
Y es que, según atestiguó, los extractos bancarios de ambas eran pasados directamente a la secretaria de Gamarra quien "cotejaba los ingresos que se producían en esas cuentas para luego enviar un certificado que emitía Anesvad". Fue entonces cuando aseguró que "Anesvad estaba emitiendo un certificado de un dinero que no había recibido"; eso sí, tal y como puntualizó, ese modus operandi ya estaba en funcionamiento desde antes de su entrada en la ONG en el año 1991 como informático.