Bruselas. Hasta el 50% de los alimentos que compramos los europeos cada año terminan en el cubo de la basura cuando todavía son comestibles. En total, 89 millones de toneladas de comida, o lo que es lo mismo, 179 kilos por persona y sin contar los residuos de los alimentos de origen agrícola generados durante el proceso de producción o los descartes de pescado que terminan en el mar y no en la pescadería o en nuestra mesa. Unas cifras que hacen sonrojar a cualquiera, especialmente si tenemos en cuenta otro dato dramático: en Europa viven nada menos que 79 millones de personas por debajo del umbral de la pobreza y hasta 16 millones dependen de la caridad para comer. Las cifras figuran en un nuevo informe sobre el despilfarro de alimentos aprobado esta semana en el Parlamento Europeo. Los eurodiputados sugieren diversificar el tipo de envases utilizados, mejorar el sistema de etiquetado e incluir una asignatura sobre alimentación en todos los niveles de la enseñanza.
Pese a la crisis económica en la que estamos inmersos los europeos, y sus consecuencias para nuestro bolsillo, la situación, lejos de estabilizarse, puede ir todavía a peor. Si no se toman medidas, la Comisión Europea augura que para 2020 terminarán en la basura 126 millones de toneladas de alimentos, un incremento del 40%. De ahí que lo eurodiputados han aprovechado el informe comunitario para hacer un llamamiento a Comisión y gobiernos para que actúen y "aborden urgentemente el problema del desperdicio de alimentos a lo largo de toda la cadena de suministro y de consumo" y "formulen directrices sobre vías de mejora".
La Eurocámara muestra su preocupación porque todos los días se tira "una cantidad considerable de alimentos, pese a ser perfectamente comestibles" y piden a la Comisión que analice las causas y consecuencias con vistas a reducir un 50% los desperdicios. Según explican en el documento aprobado, el grueso de la comida que termina en el cubo de la basura procede de los hogares (42%) que podrían evitar tirar hasta un 60% de todo lo que compran, seguidos de cerca (39%) por el sector productivo, las comidas preparadas (14%) y los comerciantes (5%).
Curiosamente, uno de los problemas identificados por el ponente del informe, el socialista italiano Salvatore Caronna, es el desconocimiento que tenemos los europeos sobre lo que significan palabras como consumo preferente. "El 18% de los consumidores no comprenden la frase: consúmase preferentemente antes del", explica. Por eso insta a la Comisión y a los Estados miembros a que aclaren las indicaciones que figuran en el etiquetado: 'Consúmase preferentemente antes del', 'fecha límite' y 'fecha de caducidad'. Todo ello con el objetivo de "reducir la incertidumbre sobre la comestibilidad de los alimentos y de facilitar al público información precisa".
Ideas y soluciones Entre las ideas que plantean para solventar este tipo de problemas y reducir el desperdicio de alimentos: que el etiquetado incluya una doble mención con la fecha límite para la venta y la fecha límite de consumo, que realicen recomendaciones sobre las temperaturas de refrigeración adecuadas y que fomente las ventas con descuento para los alimentos con una fecha de caducidad próxima. También proponen diversificar el tamaño de los envases, para ayudar a los consumidores a comprar las cantidades adecuadas, y proponen a la industria que estudie las ventajas de ofrecer más productos a granel y que tenga en cuenta la existencia de hogares unipersonales a la hora de vender productos.
Además, los eurodiputados recuerdan que ya hay varios Estados miembros que han adoptado medidas para recuperar a escala local los productos no vendidos y redistribuirlos a los ciudadanos más necesitados, instan a los gobiernos a permitir a los comerciales reducir el precio de los alimentos frescos por debajo del coste de producción cuando estén próximos a la fecha límite para la venta y piden al Ejecutivo comunitario que priorice la adjudicación de contratos públicos a las empresas que distribuyan gratuitamente los productos no vendidos entre los ciudadanos más pobres.