Bilbao. Todavía con el susto en el cuerpo, ayer los vecinos de Santutxu trataban de recuperar la normalidad después de las escenas de "verdadero terror" que tuvieron lugar en plena calle Zabalbide. Recuperar la serenidad y el ritmo habitual del barrio resultaba complicado. Los vecinos se reunían frente a la cafetería Erronda Berri, donde de forma espontánea se colocaron velas y flores junto a una foto de Kepa Mallea, que perdió la vida a manos del "perturbado" que protagonizó el ataque al barrio de Santutxu. Junto a la imagen del fallecido se leía una frase: "Cuando nos ponemos de acuerdo la vida es más agradable. La mejor arma para dirimir nuestros conflictos es la palabra". Eran las palabras del propio Kepa. "Así era él, un hombre majísimo, siempre con una gran sonrisa en la boca y dispuesto a ayudar a los demás", decía entre lágrimas María Pilar, vecina y conocida del profesor.

Los habitantes de Santutxu se arremolinaban frente al bar compartiendo sentimientos enfrentados tras lo sucedido el día anterior. "Es indignante, vienen a matarnos a nuestra casa. Vienen con la cabeza y el corazón enfermos, sin valores. Estamos expuestos a que nos pase algo así", criticaban Mikel y Sonia frente al pequeño altar en honor a Kepa que se formó en la puerta del bar Erronda Berri. "Ayer fuimos testigos de una situación lamentable y muy desagradable para todos. No pretendo disculpar a este joven pero tampoco creo que estuviera enfermo, pienso que no supo canalizar su ira en una situación de soledad", indicaba Elisa, testigo de los hechos.

"Pues a mí me da pena el chico", afirmaba María Pilar. "Porque vete a saber lo que ha podido sufrir para llegar a hacer una cosa como esta. Aun así, no tiene excusa porque el daño lo hemos tenido que sufrir nosotros como barrio y la familia de Kepa, que le ha perdido. Debe caer todo el peso de la ley sobre él", sentenciaba.

"Nadie se merece que le pase algo así, pero mucho menos una persona tan agradable como Kepa, comprometido con el euskera, con el barrio y con los jóvenes. Era muy noble. No hay derecho", reconocía Mikel. "Estamos hartos. No hay que generalizar, pero estamos pagando unas pensiones a estas personas para que luego hagan cosas como estas. No hay derecho y encima pone la excusa de que está enfermo y se librará de todo. Y qué pasa con la familia de este hombre", comentaba Jaime, vecino del barrio, señalando la imagen del fallecido.

Mientras, en el interior del bar donde se desarrollaron parte de los incidentes reinaba el silencio. Sin palabras. Así estaban ayer los empleados de bar Erronda Berri, cuya expresión era un reflejo de lo vivido el día anterior. "Aquí estamos. Se hace difícil, pero intentamos seguir con el trabajo", respondía la camarera a la pregunta de un cliente que se interesaba por su estado. "Ánimo. Hay que seguir adelante", le recomendaba otro habitual del Erronda Berri. "Qué remedio", respondía la joven mientras atendía la barra. "Después del susto toca reflexionar sobre lo ocurrido", afirmaba una mujer a las puertas de su negocio.

El recuerdo de la tragedia "Pobre hombre", lamentaban los vecinos ante el pequeño altar. "Aquí fue", decían algunos. "Da mal rollo pasar por aquí. Esto fue una carnicería", comentaban otros. Sin embargo, los ciudadanos no podían evitar detenerse aunque fuera unos segundos ante la imagen de Kepa al pasar por el lugar de los hechos para recordar los momentos de tensión vividos el día anterior. "La verdad es que no nos apetece ni hablar del tema, estamos todos con muy mal cuerpo después de lo de ayer -por el incidente del lunes-", comentaba Araceli de la academia de arte Unzalu arteleku.

"Lo que vivimos ayer en Zabalbide fue horrible. Parecía una película de terror, una mala pesadilla", afirmaba Yolanda, quien el lunes, al salir de casa en la calle santa Clara, comenzó a escuchar el jaleo. "Los gritos eran impactantes, ponían los pelos de punta", ilustraba. Al girar la calle se encontró al joven de 28 años tendido en el suelo y a su lado, otra de las víctimas, la joven de 30 años. Se acercó para ayudarles, pero sin perder de vista en ningún momento a Bijan, esgrimiendo el cuchillo.

"Pensaba que estaba dando puñetazos a la gente hasta que vi que al separar su mano de la otra persona se veía salir la hoja del cuchillo y empezaba a salir sangre a borbotones", narraba Yolanda.

"Fue todo muy rápido", añade. Tan rápido que apenas dio tiempo a reaccionar a ninguno de los presentes. Sin embargo, la actuación vecinal fue inmejorable. Elisa, directora de la clínica dental Care Dent, fue otra de las personas que auxilió a los heridos hasta la llegada de los sanitarios. "Los primeros fueron los médicos del ambulatorio que hay aquí cerca", explicaba otra de las testigos. "Apenas tardaron en llegar. Mientras, nos encargamos de taponar las heridas, con unos trapos que pedimos en el chino, y de calmar a las víctimas. Hicimos lo que cualquiera hubiera hecho en nuestro lugar", reconocía la mujer.