Vitoria. El debut de alguien en una actividad está asociado, habitualmente, a algo ansiado. En el mundo de la diabetes, ni una cosa ni otra suelen coincidir con este término. En primer lugar, porque nadie espera que la lotería de la estadística le lleve a padecer esta enfermedad y, en segundo, porque aún menos se desea. Por ello, cuando una persona se entera de que tiene diabetes y debuta, como llaman técnicamente a la primera vez que se detecta, las alegrías son pocas.
Esta dolencia es una enfermedad que resulta de la incapacidad de las células del páncreas de generar insulina o de procesarla adecuadamente. Esto lleva a que sus afectados deban buscar fórmulas alternativas para poder encontrar esa ayuda para procesar el azúcar que su organismo no realiza en condiciones. Así, en el Día Mundial de la diabetes, alrededor de 23.000 alaveses recordarán a la sociedad que es un trastorno con el que se puede vivir llevando una dieta equilibrada y una rutina de ejercicio moderada. "Reivindicamos que se tenga en cuenta que es una enfermedad que afecta a mucha gente y, por ello, las instituciones deben implicarse más. Además, que se siga investigando para que se llegue a una cura", solicita Marian Erro, enfermera y educadora de la Asociación de Diabéticos de Álava.
Porque, en contra de lo que los tabúes cuentan, un afectado puede comer de todo, siempre que lo haga en cantidades compensadas. Así, el sí puedo, pero no debo se convierte en la máxima a la que se aferran para no caer en las tentaciones a las que se enfrentan cada día. Una filosofía que se hace más fácil para unos que para otros, sobre todo, dentro de una rutina que se convierte en diferente en función del tipo de diabetes que se sufra.
Porque cada caso es un mundo, como lo demuestran Irune, María y Paco, tres diabéticos que, a pesar de las dificultades, trasladan un mensaje positivo y buscan apartar la política del dedo que les señala, en ocasiones, como diferentes. Y eso que para Irune, esto se convierte en algo un poco complicado. Ella debutó con tres años y medio y su madre Angélica reconoce que, desde entonces, ha habido que ajustar la vida de la pequeña. Y es que a Irune los cambios se le acumularon. Hace dos años tuvo un hermano, Aritz, y la niña comenzó a estar diferente: "Incluso se meaba en la cama -el azúcar alto en sangre se elimina por la orina- que hacía tiempo que no lo hacía. Pensábamos que era por celos".
Pero la percepción cambió una mañana en la que Angélica percibió que a su hija el aliento le olía a acetona. "La ingresaron con el azúcar altísimo, a quinientos y pico. Nos llevamos un shock...", comenta. Y entonces comenzaron los cambios y la información. Irune tiene diabetes tipo 1, más habitual en niños y jóvenes, que se produce como consecuencia de que el organismo no genera insulina o, al menos, no la suficiente. Esto obliga a los pacientes a inyectársela.
Así que allí mismo comenzó el máster avanzado en Enfermería. Instrucciones sobre la dieta, cómo pinchar la insulina, la actividad física... "Ella necesita la supervisión constante de un adulto. Tenemos que planificarlo todo porque hay que calcular que no se puede saltar ninguna comida y se tiene que pinchar siempre antes de cada una de ellas. Esta enfermedad no limita, pero sí te condiciona", reconoce.
Y, por este continuo control, se hace más necesaria que nunca la colaboración del entorno tanto familiar como escolar que, en el caso de Irune, ha sido de gran ayuda. Aunque para esta pequeña de cinco años lo peor probablemente no sea eso. "A veces se acuerda de que antes comía de todo y no se le pinchaba, se rebela y dice que no se pincha. O a su hermano pequeño le puedes consentir cosas, como no cenar si está cansado, que a ella no. Si con un niño normal es una pelea constante, con ella más", explica.
Para su madre lo más duro es la incertidumbre del día a día y saber que es una enfermedad a la que se enfrentará toda la vida. "La preocupación es constante y está ahí. Queda la incertidumbre de si se le acumula el azúcar o al contrario. Qué calidad de vida va a tener. Para mí lo peor es la herencia que le dejas. Me da esa pena", lamenta.
Gimnasta de élite De una manera similar empezó María Redondo. Ella debutó hace seis años, cuando contaba con siete, con una diabetes tipo 1. En una revisión pediátrica, la abuela le comentó al médico que le olía el aliento a acetona y enseguida se confirmaron las sospechas. Una noticia que, a pesar de que los abuelos maternos padecen diabetes tipo 2, no resultó menos impactante. "Yo casi me desmayo. En mi casa se veía un control con lo que se comía, pero no es lo mismo porque María iba a tener que pincharse todos los días. Yo le dije a la enfermera que no pensaba hacérselo yo y ella me dijo que si no, se moría. Así que aprendí", rememora su madre, Pili.
Y, sin embargo, María es el claro ejemplo de que con una buena alimentación y un control adecuado los diabéticos pueden llevar una vida normalizada. Y es que esta vitoriana no dejó de practicar gimnasia rítmica y ha llegado a ser la séptima en el Campeonato de España. "María lleva una vida normal. El deporte le ha venido muy bien para su enfermedad. Entrena seis días a la semana tres horas diarias y come lo mismo que los demás, pero en raciones adecuadas a su peso y edad", asegura Pili.
Aunque, por supuesto, no todo es de color de rosa. "Lo que peor lleva, aparte de la comida, es el hecho de pincharse cinco veces diarias. Muchas veces te pregunta que por qué le ha tenido que tocar a ella", explica. En esos momentos, es en los que a ella le gustaría encontrar una respuesta. Y eso que se considera afortunada. "Es una niña muy responsable que lo ha aceptado casi mejor que los adultos", afirma.
Sin agobios A Paco García de la Torre la diabetes le llegó un poco más por descuido que por lotería. Así, al menos, lo reconoce él. Y es que él ya tenía 48 años cuando en una revisión del médico de cabecera le salió la glucosa alta. "En mi caso se juntaron varias cosas. Mi padres y mis abuelos habían sido diabéticos, un estilo de vida sedentario y algo de sobrepeso", recuerda. En definitiva, todas las papeletas que suelen confluir en los diabéticos de tipo 2 como Paco. Estos casos se dan más entre adultos y se produce porque, con el tiempo, las células del páncreas que generan la insulina no producen la suficiente o no la aprovechan bien. Así que no deben pincharse en cada comida, sino que les es suficiente con tomar una pastilla e inyectarse una sola vez por la noche. Por ello, él tiene muy claro el mensaje que trasladar el Día Mundial de la diabetes. "Si no la tiene todavía, prevención. Y si ya han debutado, que no se agobien, que consulten a los especialistas y que es un primer susto tras el que tienen que tener un mínimo cuidado", aconseja.
Porque Paco asegura que su vida tampoco ha cambiado demasiado salvo en lo alimenticio y el ejercicio. "En principio no hay nada que me cueste más, igual lo de la comida, pero un diabético puede comer de todo si sabe compensarlo", explica. Lo que más le asusta son las complicaciones médicas derivadas: "Hay efectos colaterales que te pueden generar problemas. Puede tener consecuencias cardíacas, de colesterol, infecciones en ojos, boca y pies o problemas de riego en las extremidades", advierte Paco. Por ello, aboga por los avances en la investigación que lleven a una cura.
Tanto Irune como María y Paco celebran hoy el Día Mundial de la Diabetes mirando en clave de futuro y confiando en que su calidad de vida mejore cada año. Y, sobre todo, aconsejando que el control a tiempo no supone más que un mero pinchazo para conocer si la diabetes está ahí. Porque, según los últimos estudios, el 43,5% de los españoles que la padece no lo sabe. Para quienes quieran salir de dudas, hoy tienen la oportunidad de hacerse controles gratuitos de glucemia en los centros comerciales Dendaraba y El Boulevard.