JV.- Una frase clásica: "Un pesimista es un optimista bien informado". ¿La compartes?
IQ.- Ja, ja. No, en absoluto. Un pesimista es alguien que mira la realidad sin encender las luces y se pierde los matices de los colores, de los sentimientos y de esas ocasiones irrepetibles que no se ven porque pasan deprisa.
JV.- Si hacemos una rápida estadística en nuestro entorno, estoy seguro de que nos saldrían más agoreros que esperanzados. ¿Venimos de fábrica para esperar lo peor o es que la experiencia nos enseña que hay más probabilidades de que ocurra, efectivamente, lo peor?
IQ.- Hombre, siempre y cuando no nos tengan delante de un pelotón de fusilamiento, cuando hacemos un mal pronóstico, de alguna manera lo que buscamos es protegernos. Me explico: siempre resulta más fácil y agradable adaptarse a un cambio favorable que a uno desfavorable. Si pronosticamos un desastre y todo nos sale bien ¡¡¡genial!!!, sin embargo, si el planteamiento es el opuesto nos sentimos decepcionados y frustrados, que es algo que no se suele llevar nada bien. Esto viene de fábrica, con el temperamento, y luego, según cuáles sean los resultados que obtenemos, es decir a través de la experiencia, redondeamos una forma de conducta, una forma de respuesta. y una actitud (carácter).
JV.- ¿Afrontar la vida con optimismo ayuda enfrentarse a las dificultades?
IQ.- Sin duda. Te enciende y parece que de la misma manera que hasta ahora se pensaba que la función hacía el órgano, hoy hay datos que apuntan a que el órgano hace la función y en ese sentido, activar nuestro cerebro con estímulos favorables seguro que desarrolla esa habilidad, de la misma manera que en el cerebro la parte responsable del movimiento de los dos pulgares está más desarrollada, o es más activa, en las nuevas generaciones que en las generaciones anteriores.
JV.- La misma pregunta que la anterior, pero a la inversa. ¿Esperar siempre que las cosas saldrán torcidas es comprar todos los boletos para que la profecía se cumpla a sí misma?
IQ.- Muchas veces sí. Te decía al principio que ser pesimista es una manera de protegerse de la frustración, pero si esta actitud se perpetúa, se pierde la ilusión, se pierde el rigor y al final los resultados son malos porque uno no se aplica y entrega el partido antes de empezar. A esto, como tú bien dices, se le llama la profecía autocumplida.
JV.- Estamos hablando en el plano individual, pero podemos trasladarlo al colectivo. Hay quien dice sobre la crisis que tiene mucho de estado de ánimo y que si nos instalamos en el pesimismo, nunca saldremos de ahí.
IQ.- Lo de la crisis se instala en otras cosas, que son la mentira, el abuso y la avaricia. De eso mejor no aprender, aunque nos cueste vivir algo peor en lo material, porque a cambio se suele dormir mejor. Por lo demás, y después de saber lo anterior, en mi opinión, el estado de ánimo que debe predominar es el de las personas que no han hecho otra cosa que trabajar en la vida y esos son optimista por definición.
JV.- ¿Son contagiosos el pesimismo y el optimismo?
IQ.- Sí. Y este contagio es mucho mayor cuando quien lo ejerce es el líder. Si un líder transmite a sus subordinados buen humor y esperanza, el clima de trabajo favorece afrontar las dificultades con alegría, si un líder no transmite optimismo, los logros colectivos no suelen ser muy brillantes, el optimismo suele ser audaz.
JV.- Defensa del pesimista: "Es mi forma de estar vacunado contra las decepciones". ¿Qué te parece?
IQ.- Ya te lo he comentado antes, pero tiene otra lectura: es la manera de estar expuesto al virus del miedo y de esto sí que hay que tener sólo las dosis justas, las que nos protegen cuando el peligro es real.
JV.- Defensa del optimista: "Es mi forma de no perder la esperanza ante las decepciones. Cada puerta que se cierra abre otras muchas". ¿Tu opinión?
IQ.- Totalmente de acuerdo. Muchas veces he planteado, tanto en nuestra etapa de la radio como en esta nueva, que los errores son la oportunidad de mejorar y que hay que cometer errores que podemos analizar para aprender de ellos porque muchas veces también cometemos errores por no hacer nada, por quedar inmóviles por miedo a sufrir una frustración. La diferencia es que si las cosas nos salen mal tras un intento, hay un aprendizaje y con ello se mantiene la esperanza. Si no, no nos queda más que una mala sensación.
JV.- Y para resumir. ¿Mañana las cosas irán mejor o peor?
IQ.- Mañana, todos nosotros seremos un día más viejos que ayer y habremos acumulado ese plus de experiencia que dan 24 horas vividas con intensidad. Yo no creo que haya nada que ayude a hacer que todo vaya mejor.