Es hora de volver a casa. Tras casi dos meses de actividades, piscina y veraneo en Vitoria y otras localidades de Álava, los niños saharauis participantes en el programa Vacaciones en Paz 2011, organizado por la asociación Afanis, deben regresar a sus municipios de origen con sus familias biológicas. Porque si algo han encontrado aquí es una nueva familia.

Ayudar a quienes más lo necesitan es la motivación principal por la cual las familias se animan a acoger a los pequeños en estos programas organizados por la citada asociación que, con este tipo de actividades, intenta paliar el malestar y suavizar las malas condiciones de vida que afectan a estos pequeños y a sus familias.

Procedentes de un campo de refugiados de Argelia, y con la inocencia marcada en la mirada, estos niños deben decir adiós a sus familias de acogida para regresar a la dura realidad del campo de refugiados donde pasan el resto del año y donde el colectivo saharaui lleva más de tres décadas en el exilio.

El desierto no es la única dificultad con la que estos jóvenes de entre 8 y 12 años se topan; las carencias nutricionales y la falta de atención médica hacen de la zona un lugar difícilmente habitable y necesitado de toda clase de ayuda humanitaria. Por eso, un gran número de familias alavesas abren las puertas de su casa cada año para intentar suavizar la difícil situación con la que se han encontrado estos pequeños cada día de su corta vida. Ya lo señalaba Paula, una de las participantes en este programa, al decir que "las carencias que viven estos pequeños en su país de origen son realmente duras".

Los primeros en aparecer en el parking del centro cívico de Lakua-Sansomendi llegan treinta minutos antes de la hora en la que estaba prevista la salida del autobús que llevará a estos niños al bilbaíno aeropuerto de Loiu, donde cogerían un vuelo a Tinduf a primera hora de la tarde. Sentimientos encontrados en todos ellos: por una parte, las ganas de volver a ver a sus padres, madres y hermanos pero, por otra, desearían quedarse en Vitoria, donde las condiciones de vida de las personas que aquí viven son absolutamente distintas a las que ellos se encontrarán, una vez más, al llegar a sus casas. Y es que las familias que se atienen a estos programas ya saben, de antemano, que la despedida es inevitable.

Tras precintar y pesar las bolsas que harían de equipaje de los pequeños, llenas de comida, material escolar y caramelos, para que la despedida fuera, si cabe, un poco menos dura, llega el momento de la despedida. Son conscientes de que no volverán a encontrarse hasta el próximo verano. Los veteranos en el programa, con un correctísimo castellano, dan las gracias, mientras que los más novatos sólo se bastan de un abrazo para mostrar a sus nuevos padres gratitud tras estas ocho semanas. Entre los primeros sollozos, los padres y madres de acogida se afanan en acomodar los enormes bultos que hacían las veces de maletas, con la foto y los nombres de los pequeños en folios pegados sobre su superficie, para evitar confusiones una vez llegados al aeropuerto argelino.

Megáfono y lista en mano, uno de los responsables de Afanis llama uno por uno a todos los pequeños que, al oír su nombre, toman asiento en el autobús que los alejará, como cada verano, de un mundo idílico con el que sólo podrían soñar si este tipo de asociaciones que ayudan al pueblo saharaui no existieran.

En un mar de lágrimas, pero con una sonrisa en la cara, las familias de acogida despidieron a sus pequeños invitados con grandes dosis de besos, abrazos y, sobre todo, ilusión. Porque si hay algo que ninguno de ellos duda es que el próximo mes de julio volverán a reencontrarse.

de vuelta a ucrania La emoción marcada por las despedidas también estuvo presente ayer en el Palacio de la Provincia de Gasteiz, donde los nuevos responsables de la Diputación alavesa recibieron a los niños de Chernóbil que durante este verano han estado acogidos por diferentes familias del territorio. La teniente de diputado general, Marta Alaña, ejerció de maestra de ceremonias antes de que los menores regresen hoy, desde el aeropuerto de Loiu, a su tierra de origen. Dos vuelos chárter partirán hoy rumbo a Kiev, la capital de Ucrania, con los 246 niños y niñas que han disfrutado de sus nuevas familias de acogida vascas lejos de las difíciles condiciones de vida de Chernóbil, marcada por la peor catástrofe nuclear de la historia.