Bilbao
Fiestas un día sí y otro también, regateo diario de la hora de llegada, peleas porque en el apartahotel no hay conexión a internet, gastos de móvil desorbitados... Muchos padres sudan la gota gorda en vacaciones y no precisamente por el calor. "En verano padres e hijos interactúan más, hay mucho tiempo libre y los adolescentes plantean demandas, como acudir a fiestas que terminan a altas horas de la madrugada o ir de vacaciones con los amigos, en lugar de con la familia. Todos estos son factores que pueden influir en aumentar los conflictos", corrobora la catedrática de Evaluación Psicológica de la UPV, Maite Garaigordobil.
En estos meses, en los que en las casas se oye más de lo habitual el típico No me ralles, cabe recordar, para tranquilidad de los padres, que lo suyo es un mal extendido. "En la adolescencia los amigos cobran gran relevancia, mientras que los padres son percibidos como personas que ponen límites y les reprenden por determinadas conductas. Por lo tanto, surge un distanciamiento, que no es más que una manifestación del deseo de independencia del adolescente", explica esta experta.
Para que este alejamiento sea menor es necesario haber establecido con anterioridad un vínculo de diálogo y confianza con el hijo. "En mayor o menor medida siempre disminuye la comunicación, por lo que los padres deben buscar momentos propicios para estrechar la relación con sus hijos, y las vacaciones son una buena oportunidad para ello", asegura Garaigordobil.
La primera traba para poner en práctica esa teoría es lograr que los chavales hagan la maleta, porque muchos se niegan a veranear en familia. Y cada vez más pronto. "La edad en la que los adolescentes comienzan a no querer ir de vacaciones con sus padres se ha adelantado. Esto es un reflejo de que la pubertad se inicia antes y todo lo que ello conlleva: primeras experiencias con el tabaco, el alcohol, relaciones sexuales…", detalla.
Diversos estudios han constatado que los niños dejan de serlo cada vez más temprano. "Lo que antes era habitual que comenzara a los 15 años ahora se adelanta a los 12, incluso antes. En general, muchos chicos y chicas a partir de los 14 años buscan salir de vacaciones en grupo con sus amigos, romper límites y ser independientes", advierte.
Que los chavales quieran pasar unos días con la cuadrilla "es saludable y forma parte del crecimiento". La pregunta del millón es a qué edad dejarles. "Los padres deben respetar la necesidad de autonomía de los jóvenes. Pero no se puede indicar una edad que sirva para todos. Más que la edad cronológica, lo importante es ver la madurez emocional, la capacidad de cuidarse a sí mismo, de autonomía, de resolución de conflictos", argumenta Garaigordobil.
Para "poder tomar una decisión sin grandes riesgos", antes de permitirle viajar con los colegas, es conveniente "observar su comportamiento en situaciones como ir a dormir a casa de un compañero, quedarse solo en casa o hacer excursiones de fin de semana con amigos", propone la psicóloga. Con estas experiencias los padres podrán calibrar si su hijo es responsable y cumple sus compromisos en cuanto a horarios o permisos. "Los padres deben confiar en su sentido común, su intuición y su conocimiento del hijo y decir no cuando consideren que aún no está capacitado para unas vacaciones independientes. Si este fuera el caso, es importante dar argumentos concretos y dejar la opción abierta para más adelante: Cuando yo vea que… entonces podrás…".
Desesperados, hay quienes tratan de sobornar a sus vástagos para que viajen con ellos. "No es un patrón de conducta recomendable, sería mejor tratar de negociar un tiempo vacacional con la familia que pueda complementarse con otro con sus amigos en caso de que haya demostrado madurez para afrontar ese reto", aconseja.
Consciente de que los adolescentes sufren continuos cambios de humor que dificultan la convivencia, esta profesional apunta algunas claves para fomentar su deseo de veranear con la familia. "Es importante incluirles en la planificación de las vacaciones incorporando actividades que sean de su interés, como ir a un parque temático, ver algún evento deportivo, hacer excursiones…", sugiere. También es positivo contar con su opinión, "que propongan planes, preguntarles qué tipo de vacaciones quieren o qué les gustaría visitar. Escucharles y tenerles en cuenta refuerza la unión familiar, pero deben tener claro que son los padres los que tomarán la decisión última, tratando de agradar a todos".
Invitar a un amigo del hijo o veranear siempre en el mismo lugar para que el adolescente pueda integrarse en una cuadrilla son otras opciones que pueden motivar a los chavales para veranear con los padres. "Hay que tener en cuenta las necesidades y deseos de todos los miembros de la familia", entiende Garaigordobil.