EL Ayuntamiento de Gasteiz colabora con la Asociación Bestalde, desde hace 19 años, en un campo de trabajo que se celebra todos los meses de julio en la capital alavesa. Esta idea supone el encuentro anual de dos colectivos con vidas y proyectos paralelos: inquilinos de la residencia de ancianos San Prudencio y reclusos de los penales de Nanclares y Basauri.
Este programa es sencillo. Se basa en un campo de trabajo, que es una actividad en la que un grupo de jóvenes de diferentes procedencias se comprometen de forma voluntaria y desinteresada a desarrollar, durante un período determinado un trabajo de proyección social combinado con otras actividades complementarias. La realización del proyecto constituye por sí misma un medio para fomentar unos determinados valores como la convivencia, la tolerancia, la solidaridad, la participación, o un aprendizaje intercultural entre otros muchos ideales.
A través de él, se ponen en contacto dos grupos sociales apartados de la sociedad, como son los ancianos que viven en residencias y aquellas personas que están privadas de libertad. Este punto de reunión, en el que participa Bestalde (asociación responsable del trato con los presos de tercer grado), es la residencia CIAM (Centro Internacional de Ayuda a Mayores) San Prudencio. Allí se celebra esta iniciativa cada verano desde 1993. Además, en la actualidad, el proyecto goza de buena salud y se le augura un gran futuro.
En el caso de los mayores, esta propuesta solidaria les aporta muchos aspectos positivos. Entre ellos, se puede destacar alguno como el de crear vínculos de amistad con otras personas de diferente escala social (diferencias de edad, de cultura o de tradiciones), adquirir una sensación de utilidad (al transmitir cultura o valores a los propios jóvenes), sentir apoyo de los voluntarios y, de esta manera, combatir sentimientos de aislamiento. Algunos otros puntos favorables son la mejora de su estado de ánimo (fortaleciendo su vitalidad) o ampliar incluso sus conocimientos gracias a esta triple interacción con jóvenes y presos.
Pero como en todo campo de trabajo, la interacción es recíproca y los voluntarios también aprenden mucho de los más mayores. Por un lado llevan a cabo un ejercicio de solidaridad (algo que todo ser humano debiera realizar al menos una vez a lo largo de su vida) y con ello, pueden aprender cosas muy válidas de este colectivo (de ésas que no se aprenden en los libros). Gracias a ello, comienzan a apreciar a este colectivo que está apartado en residencias y pueden contar con su apoyo incluso en momentos de dificultad. Los jóvenes desarrollan cualidades como la iniciativa, la flexibilidad o la propia creatividad.
La otra gran pata en la que se sujeta este proyecto es la de aquellas personas que están privadas de libertad. En total, 14 presos forman parte de esta idea desarrollando cualquier tipo de prestación social. Diez de ellos provienen de la cárcel de Nanclares de la Oca y otros cuatros de la vizcaína de Basauri. Gracias a esta iniciativa, los reclusos obtienen sensaciones positivas ante la reinserción social, la posibilidad de establecer relaciones o el aumento de su deteriorada autoestima.
Y como todo en la vida es aprendizaje, el resto de la sociedad podría tomar nota de esto y romper con los estereotipos. Además los mayores, a pesar de ser mayores, pueden sentirse útiles ayudando a otras personas de cualquier edad o condición.