Vitoria. Hace apenas unas horas el Departamento de Sanidad del Gobierno Vasco revolucionó el servicio hospitalario vitoriano descabezando las gerencias de los hospitales Txagorritxu y Santiago. Una polémica que irá creciendo según pasen las horas por el repentino cambio que supondrá para la estructura sanitaria provincial. Los ceses de Francisco Villar y Jesús Muñoz han dado paso a la llegada de Jon Armentia y en todo este maremagnum de sucesiones, pocos acabarán preguntándose por qué en este baile no figura ninguna mujer. No es de extrañar si se tiene en cuenta que la presencia femenina en los puestos ejecutivos de la Sanidad vasca es testimonial.

Los datos señalan que las mujeres representan más del 50% de la población escolarizada. Sin embargo, la realidad apunta a que ellas están subrepresentadas en los sectores de la investigación, la docencia o la gestión de la Ciencia y las Humanidades. Y no es precisamente por falta de profesionales en este tipo de especialidades. Los expertos apuntan a que las principales causas de tal déficit en los altos cargos son, como a menudo, las cargas familiares y el prejuicio de la capacitación masculina y su mayor dedicación laboral.

Sin embargo, la estadística señala que la calificación académica femenina es cada vez mejor, aunque eso no tiene reflejo en las administraciones laborales. Al menos en las privadas. Porque, desde que se aprobara hace cinco años la Ley de Igualdad, los progresos han sido notables en el ámbito público. Sin ir más lejos, hoy en día, cuatro de cada diez parlamentarios y altos cargos del Gobierno autonómico son mujeres.

A estas mejoras se aspira también en el entorno sanitario, donde las diferencias quedan aún patentes. De hecho, Euskadi se postula como la comunidad autónoma con mayor proporción de mujeres farmacéuticas, con el 80% de presencia entre sus colegiados. Sin embargo, los datos reflejan que, a nivel estatal, tan sólo hay 11 presidentes de colegios oficiales del gremio.

Esta situación se repite en lo que a la investigación se refiere. El colectivo femenino todavía arrastra los años de marginación sufridos a lo largo de la historia en los que, a pesar de sus grandes descubrimientos, no tuvo acceso a sociedades científicas hasta bien avanzado el siglo XX. De hecho, a pesar de que no existen demasiados datos al respecto, la Fundación Vasca de Innovación e Investigación, como órgano gestor de la investigación biomédica en el País Vasco, recoge que de los 322 proyectos analizados entre 2008 y 2010, el 35,4% tiene como cabeza visible a una mujer y, sin embargo, estas propuestas sólo han recibido un 24,8% de subvenciones.

Ensayos clínicos Los datos de presencia son todavía menores cuando se habla de ensayos clínicos. La medicina ha estudiado durante años el cuerpo humano a través de los conocimientos extraídos de varones y, en las últimas décadas, al observar los cambios en la respuesta farmacológica según el sexo se ha intentado incluir a la mujer. Sin embargo, la falta de información, el miedo y la percepción de posibles interferencias en las responsabilidades personales ha llevado a que las chicas no se hayan prestado a este tipo de actividad y a que algunos facultativos las hayan protegido de posibles repercusiones a la hora de la futuros embarazos.

La mejor noticia llega de mano de la participación de las mujeres en los comités éticos de Investigación Clínica de Euskadi. En la actualidad, existen siete de estos organismos independientes encargados de velar por la protección de los derechos, seguridad y bienestar de las personas que participan en un ensayo y, en ellos, cuatro de cada diez miembros son mujeres. Es más, la presencia femenina es ligeramente superior en el caso de los entes de los hospitales Santiago, Basurto y Galdakao lo que indica que la igualdad se deja ver poco a poco en algunos terrenos.

Precisamente para dar pasos hacia esta equidad de la presencia en el ámbito laboral, el Departamento de Sanidad y Consumo del Gobierno Vasco alcanzó unos compromisos dentro del programa para la igualdad de esta legislatura que se referían a garantizar la igualdad de oportunidades de las mujeres en el acceso y la promoción profesional, fomentar la elección de la carrera investigadora de las mujeres y mejorar el conocimiento de la situación de la mujer en la investigación biomédica. A tenor de los datos actuales, al Ejecutivo aún queda trabajo por delante.