Vitoria. El colegio debería ser un espacio privilegiado en el que adquirir contenidos académicos y dar los primeros pasos dentro de la convivencia social. No obstante, para muchos niños se ha convertido en un infierno por culpa del acoso escolar. Más de la mitad del profesorado vasco atribuye los problemas de disciplina y violencia en los centros escolares al hecho de que las familias son "excesivamente permisivas" y "no marcan ningún límite a las conductas de sus hijos", y el Ararteko, en su último informe extraordinario titulado Infancias Vulnerables alerta de que un 26% de los alumnos de la CAV ha sufrido agresiones físicas, un 7,3% ha padecido acoso sexual físico y un 59,4% ha sido víctima de insultos y situaciones humillantes.

Uno de los apartados del informe está dedicado a la visión que los propios menores tienen del acoso escolar. Así, muchos entienden que el maltrato propiamente dicho es poco frecuente. "La mayoría de los casos son puntuales. No se dan cuenta de que son acosadores y no relacionan las actitudes que tienen de acoso con el bullying", recoge el documento. Las peleas o las bandas, si existen, se sitúan según los escolares "más bien fuera del ámbito educativo".

Aunque estas cifras evidencian que miles de escolares son acosados, muy pocos se animan a denunciar esta situación ante Educación. De hecho, de acuerdo con los datos existentes, en el curso 2008-2009 sólo se confirmaron 40 casos de este tipo, ocho de ellos correspondientes a Álava, 19 a Bizkaia y 13 a Gipuzkoa, de un total de 77 expedientes abiertos. Para paliar el problema, el Ararteko recomienda potenciar el derecho a la participación del alumnado en el centro -fundamentalmente en el establecimiento y aplicación de las normas de convivencia-, mejorar la relación y colaboración con las familias, difundir buenas prácticas en materia de tolerancia, evitar la burocratización de los planes de convivencia, efectuar un seguimiento sistemático de la aplicación de derechos y deberes del alumnado y, finalmente, revisar los protocolos existentes sobre bullying y ciberbullying para garantizar su correcto funcionamiento.

El maltrato entre iguales por abuso de poder alcanzó gran notoriedad en la CAV a raíz del conocido como caso Jokin, en Hondarribia, que tuvo consecuencias trágicas. Casi todas las quejas y consultas tramitadas por el Ararteko proceden de padres de estudiantes acosados, aunque la institución señala que han existido salvedades como la de una joven que, después de varios años de sufrir bullying en diferentes colegios tomó la iniciativa de denunciar una vez alcanzada la mayoría de edad y en contra de las indicaciones de sus padres. "Las situaciones personales más duras o destructivas, a la luz de las quejas recibidas, se suelen producir cuando la persona afectada no cuenta con apoyos externos: tiene pocos amigos; la dirección del centro trata de ocultar los hechos o evitar que influyan en su imagen; la familia no sabe cómo actuar... En estos casos, son relativamente frecuentes las depresiones o la necesidad de atención psicológica. Más frecuente aún es la resistencia o la negativa a acudir al centro o la petición de cambio de colegio", ilustra el informe.

De acuerdo con la experiencia adquirida por el Ararteko, que ayer presentó su publicación ante el Parlamento Vasco, muchas de las quejas que recibe no se tramitan formalmente, por lo que su intervención se limita a escuchar, atender y reorientar. Además, destaca que a diferencia de lo que suelen mostrar las investigaciones en este campo, la mayor parte de los casos hacen referencia a posibles agresiones entre chicas y no entre chicos. Igualmente, advierte de que las nuevas tecnologías, fundamentalmente Internet y los teléfonos móviles, adquieren cada vez más protegonismo en las nuevas formas de acoso. Por último, señala que en un elevado porcentaje de los casos, "tras años de intentos poco satisfactorios", se produce un cambio de centro educativo "prácticamente siempre de la víctima, no del agresor".

La visión de los menores Los sentimientos que se aprecian al enfrentarse a los casos concretos de maltrato, resultan contradictorios. Hay quienes se solidarizan con la persona acosada, quienes justifican la actitud del acosador y un tercer grupo que llega a considerar que la víctima "se lo merece". Muchos atribuyen las actitudes violentas a la necesidad desatisfacer carencias afectivas por parte del agresor -"para sentirse parte del grupo"-, a la búsqueda de estímulos frente al aburrimiento y a la ausencia de límites y de la sobreprotección de que son objeto.