Marisol no sabe cómo le va a explicar a su hija de ocho años que la operación de estética que le iba a librar de la cicatriz que afea su labio superior desde el día en que se accidentó con el patinete va a tener que esperar. Como le sucede a los ciudadanos bienintencionados que acuden al juzgado armados sólo con la fuerza de la razón, esperaba ganar el juicio que le enfrentaba al Ayuntamiento y que con los 6.893,22 euros que iba a obtener como indemnización le devolvería la sonrisa a su niña. El único pecado que ésta había cometido era conducir su patinete por un parque de la ciudad y tener la mala suerte de tropezar con una arqueta de alumbrado mal colocada, por lo que su madre estaba convencida de que la magistrada encargada del caso les daría la razón. "Siento rabia e impotencia", reconoce al saber que la sentencia les deja sin indemnización y sin posibilidad alguna de seguir peleando legalmente.
Desde que tuvo lugar el accidente, a finales de mayo de 2008, la niña arrastra un trauma ocasionado por una cicatriz de un centímetro de longitud sobre su labio superior. La innata crueldad infantil pronto halló objetivo en las secuelas del incidente y marcó la corta vida académica de la menor, que se ha visto obligada a repetir curso abrumada por las burlas de sus compañeros. Hace poco hizo la Primera Comunión y su madre reconoce con pesar que prefirieron no hacer primeros planos. Tenían previsto que el calvario concluyera con la publicación de la sentencia, que cogerían el dinero y lo invertirían en un cirujano plástico que les ayudara a pasar página.
Pero la juez, escuchados los testimonios y observadas las pruebas -fotografías que tomó la madre y que muestran que la arqueta estaba "tres dedos levantada"-, determinó que no quedaba acreditada la deficiencia y que, por tanto, había que aplicar la ordenanza que regula la actividad de andar en patinete. Una norma que dice que cada cual actúa bajo su responsabilidad y que, en caso de tratarse de menores, son los padres los que deben extremar la vigilancia. "¿Vigilancia? Si la niña iba cinco pasos por delante de mí. Siempre se ha portado muy bien y nunca se separa de mi lado", argumenta la madre. Está claro que Vitoria anda escasa de justicia poética.