Más de 3.000 personas acudieron ayer a la celebración de Uztaberri Eguna, en Lapuebla de Labarca. A la hora prevista, las once de la mañana, estaba todo en orden. Los txokos, algo más abundantes que en años anteriores, mostraban sus mercancías, mientras que a la entrada de la plaza, un grupo de jóvenes de la ikastola Assa ofrecía una primera degustación de choricillo asado para ir acomodando los estómagos antes de deleitarse con los frutos de los viñedos de Lapuebla. En el otro extremo de la calle, una txosna aireaba sus champiñones a la plancha como "los mejores del mundo".
También a esa hora comenzaron a llegar las autoridades e invitados, entre ellos el ciclista Joseba Beloki, a quien se había encomendado pronunciar el pregón. En representación del diputado general estuvo Estefanía Beltrán de Heredia, y también se vio a representantes de otras instituciones, como la Cuadrilla y ayuntamientos de la comarca. Con un pequeño retraso, el alcalde, Daniel Espada, abrió el breve acto institucional que se celebra sobre el escenario. Recordó que la fiesta se puede celebrar gracias al esfuerzo de "todos" en Lapuebla y, por eso, "hemos logrado que Uztaberri sea una fiesta asentada y de renombre, a la que cada año acuden más personas". Con estas visitas "logramos que la gente conozca más y mejor nuestro pueblo y nuestro producto más importante: el vino; con lo que demostramos que el esfuerzo tiene su recompensa, como también lo ha demostrado Beloki".
Con esas palabras dio paso al invitado, el ciclista alavés, quien recordó que "como ciclista he recorrido estas carreteras en muchas ocasiones y he admirado los viñedos que hay en sus laterales. Ciclismo y viña necesitan cariño y atención y para que den sus mejores frutos requieren del esfuerzo para que la llegada a meta (la vendimia) supongan una recompensa al trabajo bien hecho".
A continuación, las autoridades que habían subido al escenario móvil brindaron con vino de Lapuebla y dieron comienzo el resto de actividades programadas. Así, en un extremo de la plaza, en el interior de una lonja, la peña Los que faltaban llenaron los aires de efluvios con el bolo, un sabroso guiso a base de arroz, patatas y bacalao desmigao, que antaño era comida habitual en días de vendimia.
Pero no eran los únicos. En otra calle cercana, un grupo de vecinos se afanaba en preparar la sartenada para la comida. En una mesa cercana, botellas y vasos de vino, junto al jamón y el chorizo, para obsequiar a los amigos. Con el escenario ya vacío de autoridades, los siguientes en acceder fueron los miembros de la coral, a los que siguieron dulzaineras y dantzaris.
Mientras, en las bodegas, las quince que ayer abrieron, se iban sucediendo las visitas. Y de esa forma se continuó hasta que a media tarde comenzó la música en la disco móvil instalada en la plaza y se procedió a la degustación de panceta asada, momento en el que los visitantes comenzaron a abandonar la villa con el propósito de regresar en la octava edición.