vitoria. Para muchos gasteiztarras, salir a la calle y realizar gestiones tan habituales como abrir una cuenta en el banco, entregar un formulario en una institución pública o mandar un paquete por correo supone emprender una complicada carrera de obstáculos. En pleno año 2011, cuando la Ley de Accesibilidad debería haber alcanzado ya su pleno desarrollo, las personas con movilidad reducida deben seguir reivindicando una ciudad para todos, sin las insalvables barreras que se encuentran diariamente en multitud de espacios. Lo más paradójico de todo, muchísimos de ellos públicos. DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha acompañado a Silvia Apodaka, presidenta de la asociación de personas con discapacidad física de Álava, Eginaren Eginez, durante una mañana de paseo por el centro y el Casco Viejo de la ciudad y ha constatado que aunque se hayan producido avances en este campo ni de lejos son suficientes.

El colectivo ya denunció durante el pasado diciembre mediante la campaña Ponte en mi lugar la proliferación de puntos inaccesibles a lo largo y ancho de Vitoria. Más de 30 voluntarios los señalaron mediante unas llamativas pegatinas rojas. A los espacios accesibles, que también los hay, les asignaron adhesivos verdes, aunque no todos cumpliesen al 100% con las necesidades de las personas discapacitadas. Casi 6.000 pegatinas en total se adueñaron de las calles de la capital alavesa. Pero, ¿qué condiciones debe cumplir un lugar para ser plenamente accesible? Apodaka las enumera: "A poder ser, la entrada debe estar a cota cero y tener puertas ligeras o automáticas; una vez dentro, mostradores a una altura razonable, espacios amplios para poder moverse y girar las sillas, si hay ascensores que sean lo suficientemente amplios y los suelos no deslizantes, por si se anda con muletas". Y así, un largo etcétera. Hay lugares, los pocos, que cumplen escrupulosamente con las normas más básicas, sobre todo establecimientos comerciales de nuevo cuño. Otros, aunque respeten alguna, se quedan a medias. Y muchos son los que en su misma entrada llegan a incumplir hasta tres preceptos. Un claro ejemplo es la Casa Etxanobe, ubicada en lo alto del Casco Viejo y que da cabida a los servicios municipales de centros cívicos, euskera, mujer, juventud y cooperación al desarrollo: Un alto escalón, un portero inaccesible por su altura y una pesada puerta de madera impiden la entrada a cualquier persona con movilidad reducida que lo intente.

Solamente para llegar allí desde la calle Herrería, Silvia se ve obligada a dar un enorme rodeo por la Virgen Blanca, los Arquillos y Fray Zacarías Martínez debido a las obras de acondicionamiento que se están realizando en el cantón de la Soledad. Acceder hasta arriba por las rampas mecánicas también constituye un deporte de riesgo por la inclinación de algunos tramos, que puede llegar a volcar algunos modelos de sillas de ruedas. Ni rastro de pasos habilitados, algo que obliga la ley. "Somos personas con movilidad reducida, y por eso no nos valen las rutas alternativas a un kilómetro de distancia", argumenta Silvia.

En otros casos, aunque sí existen pasos habilitados para personas con discapacidad, éstos no se encuentran señalizados. Una realidad que se da en la sede de Correos, que cuenta con una entrada trasera que muy pocos conocen. De echar una carta en los buzones exteriores, ni hablar, porque hay que superar hasta cuatro escaleras. Silvia debe pedir ayuda a un viandante. "Si las propias instituciones incumplen la ley, es muy difícil que las cosas avancen", argumenta la presidenta de Eginaren Eginez.

Entre los sectores que todavía no se han puesto las pilas en materia de movilidad, Silvia Apodaka no duda en señalar a las cajas y los bancos y los notarios. "Creo que no hay ninguno en Vitoria", lamenta. En el lado positivo, muchas farmacias, nuevos establecimientos de alimentación y algunas tiendas. New Yorker, ubicada en General Álava, cumple por ejemplo con todas las exigencias mínimas: Una amplia entrada sin puerta, a cota cero, y espacios interiores lo suficientemente limpios como para mover la silla con facilidad. "Lo que para casi todos es una comodidad, para nosotros es una necesidad", advierte Silvia.

Esta vía principal, por descontado, también tiene lugar para los puntos rojos. Dos claros ejemplos son la sala Luis de Ajuria y su portal número 10, que da cabida a algunos organismos oficiales del Estado o la Diputación alavesa. Aunque cuenta con un ascensor, no todas las sillas caben ahí y tampoco tiene un timbre para avisar de que se desea subir. Mención aparte para los contenedores de basura, cuya apertura constituye algo más que un reto, o los depósitos de recogida neumática. Unos pocos ejemplos de lo que supone una ciudad inaccesible, como la mayoría.