EL pretexto que dieron los médicos para no ver el cadáver de una niña nacida en 1949 en el hospital palentino de San Bernabé no pasó desapercibido para unos labradores de un pueblo cercano a la capital de esta provincia castellanoleonesa. "Dijeron que no podían ver al bebé porque se había quemado en la incubadora por un fallo", cuenta Marisa Gómez Bombín, la hermana de aquella criatura que supuestamente pereció carbonizada en ese centro sanitario.
Esta muerte, cuanto menos sorprendente, no fue lo único extraño en este caso, tercera de los tres hijos de este matrimonio. "Todo fue normal: el embarazo fue perfecto y el parto también, aunque fue por cesárea al igual que en mi caso y en el de mi hermano mayor", declara esta mujer que se trasladó a la capital alavesa en 1962, con 16 años.
De hecho, los facultativos de este patronato, que en la actualidad sirve como residencia de ancianos, fueron los primeros en alabar el final del alumbramiento. "Ellos mismos dijeron a mi madre que qué hermosa era la niña, porque estaba en perfectas condiciones de salud", recuerda Marisa, después de todas las veces que oyó decir a su madre -fallecida el año pasado con 96 años- las palabras que les dijeron los profesionales que se responsabilizaron del parto.
Su madre fue de las primeras en sospechar que su hija unos días después perdiera la vida de forma tan repentina. "¿Por qué no la quieren enseñar?", les replicó ante la insistencia de que no viera el cuerpo sin vida de su niña. "No la veas, que te vas a llevar un mal rato. El cuerpo está muy mal por el accidente", argumentaron los responsables de aquel hospital llevado por monjas desde su fundación en el siglo XII.
Aunque al final, su madre decidió hacerles caso, a ella la duda le quedó hasta el resto de sus días. "Siempre decía que qué raro fue todo. Aunque su primer hijo también nació muerto, ahí sabía con toda seguridad que algo había ido mal al final, pero con su última hija no, no se lo podía explicar".
Tanto es así que en los últimos años de su vida todavía volvía a hablar de su niña en las reuniones familiares. "A ella, para no preocuparla, la decíamos que no había pasado nada fuera de lo normal, pero entre nosotros sí que teníamos serias sospechas", detalla Marisa, quien desde ayer puso en conocimiento de Anadir el caso de su hermana, a la que la "sacaba" tres años.
No eran un matrimonio humilde pero tampoco de grandes terratenientes. Vendieron una tierra para que esa mujer que por aquel entonces tenía 35 años diera a luz en un hospital. Pero tenían un hándicap: "Mi padre estuvo cinco años en la cárcel por ser republicano".