vitoria. Cuando resultaron beneficiarios de una VPO en Vitoria, celebraron su buena fortuna aunque desconocían que toda cara conlleva su cruz. En este caso, en forma de desperfectos o, como los llama Joseba, "acabados inacabados". La otra parte mala del asunto es que al convertirse en adjudicatario de una vivienda de protección, uno parece perder el derecho a la queja ante el resto de la ciudadanía. "Vale, es cierto que he tenido suerte y que la casa me ha salido más barata, pero ello no significa que no me pueda quejar de lo que está mal hecho. La gente te mira mal cuando hablas de los fallos de una VPO, pero es que están ahí y estoy convencido de que si se tratara de una promoción privada no sucedería lo mismo. Son chapuzas provocadas por la desidia", señala este vecino de Salburua.
El portal de la casa de Joseba da a la calle portal de Elorriaga, pero él asegura que la manzana comprendida entre esta vía, el número uno de la avenida Salburua y los números dos y cuatro de Gabriela Mistral, adolecen de los mismos errores. Pequeños defectos que, sumados, convierten la vida en mucho menos cómoda. Los dardos de este vecino se dirigen contra la constructora Adania, responsable de la ejecución de su inmueble. "Lo acabaron deprisa y corriendo. Y se nota. Está todo mal rematado o, directamente, sin rematar. Esa ventana, por ejemplo -señala a una del segundo piso mientras se aproxima al portal- ya ha comenzado a desplazarse y seguro que pronto se cae". Efectivamente, la parte superior del vano se asoma ya varios centímetros sobre la calle y no ofrece un aspecto muy seguro. Antes de acceder a la vivienda, sale al patio para comprobar, una vez más, que a pesar de que está oscureciendo, las luces exteriores no se encienden. "Es un problema de los diferenciales, que se caen constantemente", aclara.
salburua
Problemas desde la puerta
Ya en casa, los problemas arrancan desde la misma puerta. "Desde el principio está descuadrada, así que para cerrarla bien hay que empujar un poco más fuerte. Ello ha hecho que el marco presione contra la pared y se ha abierto una grieta", explica a la par que muestra la hendidura. "Por aquí se va el dinero que pago de calefacción en invierno", lamenta. Y es cierto, ya que al colocar la mano frente a la fisura se aprecia la corriente.
Antes de salir a la terraza, pasa a la cocina y señala un hueco por el que asoman dos cables. Originalmente, ahí estaba pensado que se conectara la campana extractora de humos, pero él hizo algunos cambios en la instalación original y descubrió que le habían hecho trampa. "Después de alicatar, debieron darse cuenta de que no habían introducido tubo para los cables de la campana, así que ni cortos ni perezosos hicieron una roza pequeñita y pasaron los cables a pelo, sin nada", apunta. Eso sí, para intentar apañar el error y dar el pego, introdujeron por la abertura unos cuantos centímetros de manguera. "Es alucinante. No entiendo cómo estas cosas pueden pasar la inspección", añade Joseba, que tiene denunciada la instalación eléctrica ante Industria desde diciembre.
El piso se lo entregaron a finales de junio de 2010, de manera que aún no tiene ni siete meses de uso. Pese a ello, hay elementos por los que parece que el tiempo ha pasado a gran velocidad. "La barandilla de la terraza es de hierro galvanizado y se supone que no se oxida, pero sí. En las juntas empieza a asomar el óxido y cuando llamas a la empresa para que te den una solución, te envían a un operario que se limita a pintarlo de gris. ¡Con un spray!", indica totalmente estupefacto. Los cristales sujetos por la baranda de la terraza tampoco dan muy buena espina. Las esquinas, en lugar de estar biseladas, están seccionadas tal cual y los bordes cortan como cuchillas. "Tengo dos críos pequeños y no puedo dejarles salir por miedo a que se hagan una avería", asegura. Los tornillos que sujetaban originalmente estos cristales "se podían quitar con la mano", tal y como recuerda Joseba. "Vino un operario, hizo otros agujeros y los afianzó. Cuando vi que se marchaba sin taparme los agujeros originales le pedí que los sellara y me empezó a poner problemas, diciéndome que no había traído silicona", ahonda. "Esa es lo que me molesta y lo que irrita a todos los vecinos, que pudiendo hacer las cosas bien se hacen mal porque sí, por falta de profesionalidad. Está claro que nadie es perfecto, que todo el mundo comete errores, pero es que esto es absoluta desgana", se queja.
También achaca a la desidia la persistencia de una tabla pegada al techo de la terraza y cuajada de puntas que en el momento de la construcción del edificio sirvió de molde a un pequeño canal. Todas sus hermanas fueron retiradas, al menos en esta vivienda -Joseba sabe que otros vecinos las conservan todas intactas-, salvo esta que, por descuido o prisa se quedó en lo alto para revelar el truco de cómo el albañil moldeó el cemento. Las mismas prisas, malas consejeras, pudieron ser las responsables de que, ya en el sótano, una de las paredes del pasillo de los trasteros presenten todas las imperfecciones propias del hormigón desencofrado, sin tratar. O también de que la puerta antiincendios del garaje no se cierre automáticamente por carecer de muelle, algo que, en caso de fuego, propagará a buen seguro las llamas. "No costaba nada hacerlo bien, que es un edificio nuevo...", protesta.
mariturri
Desperfectos en el portal
Adolfo Gago, además de residente en Mariturri, preside la asociación de vecinos del barrio. Conoce perfectamente lo que significa ser ocupante de una VPO, tanto como inquilino -residió en un piso de alquiler de Salburua- como ahora en su etapa de titular. De puertas para adentro ya ha solventado todos las diferencias que mantenía con la constructora responsable de su inmueble, ubicado en el Bulevar de Mariturri, pero ahora toca solventar lo tocante a los espacios comunes. "En estas comunidades tan grandes existe un problema fundamental, que es poner a todos los vecinos de acuerdo. Las constructoras, que lo promueven al crear una sola comunidad, juegan con esa ventaja y tratan de dilatar las reparaciones todo lo posible para que expiren los dos años de garantía del edificio y quitarse todo tipo de responsabilidad de encima", argumenta.
Lo cierto es que entre que se entregan los pisos y los ocupantes del inmueble empiezan a conocerse, el primer año se va sin que nadie se de cuenta. Por ello resulta fundamental que los vecinos examinen los portales, las escaleras y los descansillos para poder reclamar cualquier desperfecto. En este caso, las flechas de Gago se dirigen contra la empresa Nasipa. Han comenzado a aparecer grietas en el portal, justo en la zona que sustenta todo el entramado de la escalera. "Muchos vecinos ni lo ven, porque suben directamente del garaje a casa por el ascensor y cuando pasan por el portal ni se fijan. Y lo peor es que lo dañado está en la parte interior de la estructura, que la parte vista sólo muestra lo mínimo y que, a pesar de ello, el surco avanza varios centímetros cada día", añade. "Lo malo -remata- es que para cuando los vecinos quieran ponerse con ello ya no quedará garantía y habrá que hacer una derrama". La tesis de Gago es correcta, ya que cuando aparece un vecino por el portal y éste le pregunta si ha reparado en la evolución de la hendidura, responde que ni siquiera se había dado cuenta de que se había abierto una brecha en la pared. Relata este residente que sus problemas particulares con Nasipa -unas tablillas mal colocadas en el parqué y algunos detalles de orden menor- ya fueron resueltos en su día, si bien reconoce que tampoco ha prestado mayor atención al estado de las áreas comunes.
Cuestión aparte merece el diseño del edificio en el que habita Gago. Una estética que ha reportado a sus responsables un galardón por parte del Colegio de Arquitectos. Pese a este reconocimiento, el residente carga contra su funcionalidad y se pregunta si a los arquitectos les llegó la inspiración durante "un colocón de éxtasis", ya que, asegura, "esto parece una cárcel brasileña". Al salir al punto en el que convergen los barrotes de las terrazas y los corredores que dan acceso a las puertas de entrada de las viviendas, justifica su razonamiento. "Enrejados y galerías, eso es lo que tenemos", lamenta. Unos elementos amables en latitudes más cálidas pero que en el punto más elevado de la ciudad de Vitoria, caracterizada por su gélido clima en invierno, no trae más que quebraderos de cabeza a los vecinos en forma de humedades y corrientes de aire.
Otra de las quejas alude a la puerta del edificio, que se vio dañada durante el último episodio de ciclogénesis explosiva registrado en la capital alavesa y que azotó con especial virulencia a este expuesto barrio. Su reconstrucción -que no reemplazo- ha provocado que ahora no ajuste bien y que el porcentaje de veces que se queda sin cerrar bien se haya disparado. Tampoco hay buenas palabras por parte del vecino para la recolocación de las placas de pladur que salieron volando en aquellos días. "Las han vuelto a colocar mal y se han empezado a desprender. En cuanto el viento amplíe el hueco que ya se ha abierto, las arrancará de cuajo otra vez y volveremos a empezar", vaticina.
l Puerta reconstruida. La puerta de acceso al edificio en donde reside Adolfo, en Mariturri, ha sido arreglada y ahora cierra mal.a
l Grieta en evolución. Dentro del portal, en la pared bajo las escaleras ha aparecido una grieta que crece varios centímetros cada día.dad Sasl l Placas. Las placas del techo se vuelven a abrir por el viento.