Donostia. Solo existe un instante, como mucho unas horas, en las que los donostiarras comparten la sensación de tener los pelos de punta, de la cabeza a los pies, mientras les recorre el cuerpo una suerte de agradable escalofrío. Ese momento se repitió de nuevo ayer, cuando sonó el primer tambor a partir de las 0.00 horas.
Como arrastrados por una fuerte ola de energía de color azul y blanco, los cientos de personas que abarrotaban la pasada medianoche la plaza de la Constitución de Donostia vibraron en el momento en que los integrantes de Gaztelubide golpearon sus tambores por primera vez, justo después de que sonaran las campanadas de la antigua casa consistorial.
Hacía frío, pero nadie lo notaba. La plaza empezó a botar, cubierta de globos y gorros y rodeada de ikurriñas, banderas donostiarras y algunas pancartas en los balcones, menos que hace unos años, aunque se repitieron las que pedían el acercamiento de los presos al borde del tablado.
Al son de la Marcha de San Sebastián, arrancaban 24 horas de diversión al ritmo de los redobles de tambor que no cesarán hasta que acabe la jornada de hoy. Cientos de jóvenes, mayores, niños y algún que otro anciano valiente, observaban cómo el alcalde de la ciudad, Odón Elorza, izaba la bandera donostiarra sobre el tablado de la plaza de la Constitución. En esta ocasión le acompañaba la concejala de Igualdad, Ainhoa Beola.
A medida que el estandarte iba ascendiendo por el mástil, el público de este espectáculo tradicional daba rienda suelta a la emoción y así se detonaba la pasada noche la celebración más importante de la ciudad.
Tras la Izada y la Marcha, la gente se animó con cánticos de la Real, hasta que el Tambor Mayor de Gaztelubide, José Ramón Mendizabal, Mendi, arrancó con la siguiente pieza, Diana. La de ayer fue su segunda Izada con el bastón de mando, que recogió el año pasado de su antecesor en el cargo, Juan Mari Abad. Un grupo de representantes de cada una de las 111 tamborradas registradas este año acompañó a los componentes de Gaztelubide y juntos interpretaron todas las melodías de la Tamborrada, un repertorio que continuó, precisamente, con la Caballería de Gallos, también de Sarriegi, que se estrenó ayer, igual que Caballería de Viejas, que llegó poco después, justo antes de la Polka.
La Constitución era solo un ejemplo del ambiente festivo que se extendió por toda la ciudad en pocos minutos y se prolongó durante toda la noche. Decenas de tamborradas daban sus primeros pasos por las calles de los barrios del Centro, la Parte Vieja, Amara, Gros...
Entre la amalgama de personas de todo tipo y condición que salieron ayer a la calle deshinibidos gracias a los redobles del tambor, se podían ver muchos gorros de cocinero, numerosas sonrisas y, por suerte, casi ningún paraguas abierto: la lluvia dio una tregua.