Sentado en una silla, con el pelo en punta y con mano levantada saludando. Así recibía ayer Ibai al rey Gaspar que, en la tradicional visita a los niños ingresados en el hospital La Paz, también realizó una parada en la habitación 4 de la UCI donde aguardaba contento y muy emocionado el pequeño vizcaino.
La ocasión merecía ponerse elegante. "Repéinale a mi niño y échale colonia", le dijo Susana, la madre del pequeño, a las enfermeras que pasaban por el pasillo de Cuidados Intensivos. Dicho y hecho. Ibai estaba guapo. Se mostraba alegre y con un aspecto sorprendentemente saludable, dada la dura operación a la que ha sido sometido el niño hace escasos diez días. "Es un milagro, es un milagro", repetía su abuela, Isabel. Razón no le falta. "De algo tiene que valer todas las horas que paso en la capilla rezando", cuenta, al tiempo que coge la medalla de la Virgen de Fátima que cuelga en su cuello desde que Ibai ingresó grave.
Ayer fue una jornada especial. No era un día para llorar, sino para reir, para "alegrarse por la buena suerte que estamos teniendo", decía Javier Uriarte, el aita de Ibai.
El pequeño de Galdakao, además de la de su familia, recibió la visita de uno de los tres Magos de Oriente. "Es su rey preferido", comentaba el hecho casual la abuela. La larga espera de más de tres horas para poder acceder a la UCI del centros sanitario mereció la pena. Cuando cogió el Ferrari rojo que los Reyes le habían dejado en DEIA para él, su cara cambió y fue él quien regaló a los allí presentes una sonrisa difícil de olvidar. Es el gesto del agradecimiento, repleto de vitalidad y con el impulso de un pequeño de cuatro años con ganas de jugar con el coche teledirigido por los pasillos del centro hospitalario. "¡Un Ferrari!", exclamó el niño. "Le encantan los coches. El obispo de Bilbao, Mario Iceta, también le trajo uno de juguete hace poco, además de una cruz bendecida por el Papa que protege a Ibai y que le hemos puesto en el cabecero de la cama", comentó Isabel.
Y cuando menos se lo esperaba se asomó saludando por la puerta el enviado de Oriente, con una gran capa blanca y poblada barba. En cuanto sus grandes y expresivos ojos vieron entrar al Mago por la puerta, Ibai, como un campeón, alzó también su brazo para devolver el saludo. "¿Qué tal estás, Ibai?", le preguntó su majestad. En un primer momento, el pequeño, al que una mascarilla le cubre la cara para protegerlo de los virus, le respondió tímidamente con un gesto con la cabeza. Pero el Rey de Oriente, no quedó satisfecho y volvió a insistir: "¿Estás bien?". Y entonces, sí. Alto y claro se escuchó la voz del pequeño de Galdakao: "Bien Gaspar, estoy bien", le respondió. Unas palabras que también escucharon su madre, Susana, y su abuela, Isabel. "Este niño cada vez nos sorprende más", afirmaba casi derrumbada la abuela.
Emoción a raudales, hasta el punto de que era difícil contener las lágrimas. Ibai estaba contento. Gaspar le dedicó unos minutos para explicarle el juego de animales que le había llevado, ante la atenta mirada del pequeño que no le quitaba ojo. "¿Te ha gustado?", le preguntó su majestad. "Tienes que ponerte bien para jugar, porque jugar es bueno", le dijo solemne. A su despedida, Gaspar le envió un cariñoso beso con la mano que también fue devuelto de la misma manera por Ibai. "Cúrate y juega mucho", se despidió Gaspar.
Agua de la virgen de Unbe Como un león, -y no solo porque su corazón sea rojiblanco-, el pequeño sorprende cada vez mas por su gran fortaleza, tanto a la familia como a las enfermeras y doctores del hospital La Paz. "Tiene fuerza como yo", dice con orgullo, la abuela. "Después de superar dos cánceres aquí sigo", añade con convicción.
Todos los días, bien la madre o bien la amama, le humedecen las piernas y la cabeza con agua de la Virgen de Unbe. Lo curioso es que es el propio niño quien a diario lo pide como un ritual que no se puede saltar. Ayer, también lo hizo. Ibai miró a su madre y con el dedo indicó la botella de agua que estaba sobre la cama.
"¡Ay!, pobre mi niño, todo lo que le está tocando pasar", se lamentaba Susana, la madre. Las jornadas se hacen largas entre las paredes del hospital, pero los padres intentan llevarlo de forma estoica, pacientes. "Esto es lo que nos ha tocado", indican con resignación. Para alegrar su habitación de la UCI, que comparte con otro niño, sus padres la han adornado con muñecos, -el león del Athletic y Olentzero- fotos de familiares, estampitas... pero sin duda el elemento más especial es el dibujo y la frase que su hermano Markel, de ocho años, le envió hace unos días. Está colocado en la ventana, para que se vea con la luz que entra a través del cristal: "Ibai, tu hermano Markel te manda un dibujo porque te quiere mucho", aparece escrito por el hermano mayor. En la parte superior del folio repleto de dibujos -un circo, Bob Esponja y un robot-, Javier, el aita, añadió una frase que le encanta. Una máxima que Kepa Junkera recoge en su disco Athletic Bihotzez: "Hemen egongo gara, irabazi arte/Estaremos aquí hasta vencer". "Ibai va a salir del hospital recuperado, jugando con el Ferrari que le habéis regalado los amigos de DEIA. Eskerrik asko".