EL segundo día del año 2011 fue el primero en el que los fumadores alaveses tenían prohibido encenderse un cigarro en un lugar público cerrado. Pese a que durante el 2 de enero estaba en boca de todos cómo acabar con los malos humos, en el ambiente sólo se respiraba la resignación. Los camareros se resisten a hacer de policías y los esclavos del pitillo a tomarse algo con él entre sus dedos, aunque ello suponga hacerlo en una terraza en pleno invierno. Pero eso no implica que los bares del centro de la capital alavesa incumplieran la nueva Ley Antitabaco en la jornada que ésta entraba en vigor. Ahora sólo quedan en el aire las dudas de si realmente el veto de este hábito nocivo conllevará una pérdida de rentabilidad para los bares o dónde pueden seguir con su adicción los enganchados a la nicotina.

Los adictos a la nicotina

Araceli y su pareja Hazine no dudaron en desenfundar su cajetilla de tabaco para encender uno de sus cigarros en una terraza de la plaza de la Virgen Blanca. "Entendemos que está mal que los que no fumen, como los camareros, tengan que respirar nuestros humos, pero el fumador debe de tener también derecho a tener un espacio", dice esta mujer que, según detalla, apuraba ese día sus últimas caladas. "Intentaré dejarlo mañana. Hoy no, porque parece que aún estamos de fiesta. Llevo tres años fumando, volví a hacerlo después de estar once siendo una esclava del tabaco. Sólo lo dejé con fuerza de voluntad". Su novio Hazine declara que ambos tienen claras las consecuencias de la ley. "Es posible que algún vecino que no fume acabe denunciando al que lo hace".

Al lado de este bar, pero en una de las mesas que el Dublín deja fuera, el francés Renauld saca su café para acompañarlo de un pitillo, como hace desde 25 años. En su opinión, esta ley supondrá una "revolución", como en Francia. "En mi país, un 15% del presupuesto va para costear enfermedades del tabaco. Durante los dos primeros años los bares perderán dinero porque el fumador está más tiempo y bebe más". Por eso, Renauld cree que los fumadores alternarán más por los locales. "La gente se adaptará, pero sólo en las ciudades. En los pueblos del sureste de Francia sí que fuman". El galo no aboga por espacios reservados para el tabaco. "Los extractores de aire son caros y no funcionan bien".

Los no fumadores

Oier y su amigo Haritza alternaron ayer en un conocido bar de la Plaza España de Vitoria como si fuese otro día más del calendario. Sus gestos, mientras toman el clásico vino de mediodía, no evidencian ninguno de los síntomas de un fumador. Oier hace siete meses que se olvidó de aquella ansiedad. "Lo dejé porque era el momento y por cabezonería. Llevaba unos 20 años fumando porque empecé con 15", recuerda este hombre, quien pondría calefactores en la calle "para facilitar" a los fumadores seguir con el vicio. Su amigo Haritza, en cambio, cree que la Ley Antitabaco provoca una "persecución" a sus enganchados. "El que no fuma no puede entender al que lo hace y el resto, tampoco. Así que yo no cambiaría nada de la ley, aunque igual habilitaría una zona", cuenta este gasteiztarra que nunca ha sido un esclavo del tabaco.

Igual de tranquilos toman un pintxo de tortilla en un local de la calle Postas la pareja catalana de no fumadores Genis y Agnes. "Yo creo que si veo a alguien fumar no lo denuncio, pero le pongo mala cara", revela este joven que aplaude la legislación al respecto. Su novia, por contra, no está de acuerdo. "Tendrían que haberse puesto de acuerdo desde el principio, para que el dinero que se gastaron los bares que hicieron la reforma no fuera en balde", critica esta chica que confiesa que ella misma, de seguir este vicio, no estaría segura de dónde podría encenderse uno.

Los hosteleros

Julio, camarero no fumador del café Moderno, confiesa que la nueva ley le es indiferente. "Lo único que he hecho diferente esta mañana ha sido retirar los ceniceros", cuenta desde detrás de la barra. Aunque este hostelero vitoriano no añadiría ningún elemento a la norma antitabaco, sí que intentaría aclarar la confusión entre los fumadores.

"Tienen que dejar claro sí aquí se puede fumar y allí no. La gente tiene jaleo porque algunos creen que la ley, en sí, no entra hasta febrero y dicen que igual, hasta el siguiente mes, no toca", confiesa Julio. Por este motivo tilda de "papelón" el oficio de informador que ahora toca a los empleados de la hostelería para asesorar a los clientes hasta dónde llega la restricción. Y papel, también, de vigilantes. "¿Por qué nos toca a nosotros el papel de policía? De día es más fácil vigilar quién fuma, pero de noche, no", apunta.

Otro colega de Julio, José Ignacio, que se emplea tras la barra de un local enfrente del suyo, el Deportivo Alavés, comparte su denuncia: "No es nuestro trabajo vigilar porque bastante tenemos con servir bien a todos los clientes", se queja este vitoriano mientras deja de atender por un instante su abarrotado establecimiento. José Ignacio tampoco considera que haya que revisar en ningún sentido la Ley Antitabaco y, además, no cree que ésta vaya a suponer menos rentabilidad para el bar.