Parte de la cocina rural alavesa se ha restaurado. Se trata de 21 platos típicos y postres de la gastronomía popular que han podido salir del congelador gracias a los recuerdos que tenían de ello las mujeres de las aldeas que han intervenido en los cafés-tertulia por diversas cuadrillas para hacer memoria de los ingredientes típicos que incluían cuándo se ponían manos a la masa. Fruto de ese esfuerzo se ha podido rescatar esta tradición autóctona en el libro Las mujeres rurales alavesas a través de sus recetas.

Además de poder ver de nuevo en nuestras mesas estos platos, lo harán con una visión renovada. Un toque de exquisitez al que ha contribuido Laura Muñoz, del restaurante Urgora. Prueba de ello son los bombones crujientes de philo rellenos de hormigos con salsa de chocolate. "Además de renovar la tradición culinaria, queríamos reconocer a las mujeres alavesas porque ellas son sus transmisoras", explica Yolanda Urarte, presidenta de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Álava (UAGA), quien ayer se encontraba en Abetxuko al frente de uno de los puestos del IV Encuentro Cívico Alimentario presentando este recetario, del que se "espera una segunda fase".

Sin embargo, estas recetas no eran las únicas que se podían contemplar en la plaza Mayor de este barrio vitoriano. Nueve vecinos de la localidad también exhibían sus dotes ante los fogones. "Los pestiños son un postre típico que me traje de mi tierra, de Córdoba, hechos con harina, aceite, vino y azúcar", cuenta Josefa Cabello, una de las invitadas en demostrar que también se puede cocinar con productos de la huerta.

"El objetivo es recuperar estos platos para que la gastronomía ayude a esta sensibilización de usar sólo productos respetuosos con el medio ambiente", declara Javier Chaves, miembro de la Fundación Zadorra. Una cita en la que desde primera hora de la mañana también se podían hacer otras actividades sostenibles, como recorrer en bicicleta los huertos urbanos que dispone la capital alavesa.

Los amantes del ejercicio físico también podían pasárselo en grande con los brincos que daban los más pequeños en el castillo hinchable con forma de huerta. Otros, en cambio, aprendían a plantar en el taller de semillas, como Oihane y Leire, ante la atenta mirada de su padre Jesús. "Primero han echado la tierra en este yogur y luego han plantado la espinaca y la escarola para que se las puedan llevar a casa", explica su progenitor en su primera visita a este encuentro.

El resto de stands hacía lo propio al insistir en la necesidad de proteger al medio ambiente mediante el consumo de la agricultura del entorno. Los puestos de quesos artesanales, pimientos, vainas y tomates de la temporada así lo recordaban junto con los carteles que lucían los productores: "¿Cuándo compras sabes a quién das tu dinero? ¿Qué consecuencias tiene su consumo?".

Es por ello que ayer en Abetxuko se podían adquirir productos de comercio justo o incluso muñecas con fines solidarios. "Los fondos que recaudemos van para la ONG Solive, que pretende hacer pozos y escuelas en India, África y Filipinas", detalla Amparo Martínez, voluntaria de esta organización.

En el centro de la plaza, Esther y Eduardo se mostraban satisfechos con su paseo de tres cuartos de hora que les había costado el traslado a pie desde la capital alavesa. "Nos hemos encontrado con esto de casualidad y hemos comprado de todo y no sé cómo porque luego toca llevarlo a casa", cuenta Eduardo con un pintxo de queso en la mano.

Pero la fiesta no acabó ahí. También hubo tiempo para el teatro de calle y para la degustación popular de verduras y ternera ecológica.