vitoria. Cuando las llamas comenzaron a devorar el jueves las primeras hectáreas de campo de cereal, matorral y arbolado, los vecinos de los núcleos afectados por el incendio no pudieron evitar viajar mentalmente al catastrófico 22 de julio de 2009. Entonces, un enorme fuego calcinó más de 2.000 hectáreas en Trebiño causando importantes daños materiales; pero por suerte, esta vez, el comportamiento del viento evitó una tragedia de enormes dimensiones. Primero, porque su inicial dirección suroeste lo alejó de las viviendas de Franco, donde se originó el fuego. "Si llega a ir hacia el otro lado, se habría comido el pueblo", relata Jorge Ramírez, vecino de Gasteiz pero que en ese momento se encontraba en la localidad y acabó por colaborar en las labores de extinción. Después, porque al rolar en dirección norte optó por no adentrarse en los ricos Montes de Vitoria y provocar una escabechina desde el punto de vista medioambiental.
Jorge define las extremas condiciones de ese aire que, pese a todo, se encargó de alimentar las llamas y generar grandes dosis de angustia entre los residentes. "Era igual que encender la calefacción del coche a 50 grados", describe. Y también recuerda que fue todo "muy rápido", al igual que la posterior actuación de los distintos servicios de emergencia.
A Arantza Leza, cuya familia tiene una casa y un terreno en Franco, también le tocó lidiar de cerca con las llamas. Al igual que Jorge, provista de cubos de agua. "La gente ahora está tranquila, pero ayer hubo momentos de histeria. Te da mucha pena ver el fuego, es muy fuerte", describe Arantza, que pese a ser consciente de lo "peligroso" de la situación no dudó en ayudar "con todo lo que pillamos a mano".