A veces, por aquello del azar o del mal fario, las casualidades se empecinan en convertir lo cotidiano en un caprichoso ejercicio de inverosimilitud. Sin saber cómo o por qué, las circunstancias se alían y gestos como el de intentar usar una llave para abrir una cerradura se transforman en misión imposible. Y si a todo ello, se suma que el candado en cuestión es el de una celda de la comisaría que no quiere dejar salir a su inquilino pese a los esfuerzos de los agentes de la ley encargados de su custodia y bienestar, la cosa empieza a tomar tintes surrealistas.
Malos días los tiene cualquiera. Y si están por llegar, nada ni nadie puede evitar sus consecuencias. En uno de ellos debió caer la dotación responsable de la comisaría de la Ertzaintza de la capital alavesa. Para su sorpresa y escarnio, a la hora de sacar a uno de los arrestados que aguardaban en las celdas de detención temporal habilitadas en el complejo policial, el enrejado se declaró en huelga. Eran las 11.00 horas y el cierre de uno de los habitáculos no quería obedecer. Optó por la rebeldía para gozo del arrestado, o para su desesperación, según se mire.
Pese a mil intentos, los policías cejaron en su empeño y se rindieron a la evidencia casi hora y media después de comprobar la fortaleza del cierre, que para algo los construyen seguros. La puerta no abría. Incluso llegaron a romper tres discos de una sierra radial, que nada pudo hacer ante las medidas de seguridad que incorporan las puertas de las celdas para evitar evasiones.
Tuvieron que ser los Bomberos de Vitoria los encargados de obrar el milagro. Según indicaron fuentes del Ayuntamiento de la capital, los profesionales del retén gasteiztarra tuvieron que emplearse a fondo para abrir la dichosa celda y poner fin al infortunio que pesaba sobre los agentes de la comisaría ubicada en la calle Portal de Foronda.
Mientras todo eso ocurría, el preso, acusado de ser el presunto autor de un delito de robo, esperaba sin creer lo que ocurría. Se frotaba los ojos, pero la puerta no dejaba atrás una tozudez anclada a la estructura del edificio. Al tratarse de una cerradura especial, desesperó a los ertzainas y puso las cosas muy difíciles a los integrantes del retén desplazados al recinto.
Herramientas especiales Dadas las evidencias, desde la comisaría se optó por una medida más eficaz: llamar a los Bomberos y echar mano de su preparación para afrontar imprevistos. Y allí aparecieron con herramientas más potentes. Usaron una amoladora, que logró cortar la cerradura para que el preso pudiera salir de su celda. Un contrasentido. ¿O no?