En la actualidad, la mujer se encuentra en todos los ámbitos de la vida social y laboral. No así hace unos años, cuando ciertos espacios eran de exclusivo dominio de los hombres. Así ocurría en las Fuerzas Armadas españolas, donde la presencia de las féminas estaba vetada.

Hace ya 22 años de aquel 10 de marzo de 1988, cuando Patricia Ortega se convertía en la primera mujer en el Ejército español. Entonces, tan sólo se presentaron 31 candidatas. De ellas, únicamente seis lograron ingresar. No fue hasta 1999 cuando el alistamiento de la mujer en las Fuerzas Armadas empezó a ser más notorio. Ese año entró en vigor la ley que igualaba la carrera militar entre ambos sexos. Desde entonces, ningún destino está vetado para las féminas. Fue el impulso que necesitaban. De hecho, más de 8.000 se alistaron entre 1999 y 2002. Hoy, ese número parece ridículo si se compara con las 16.448 mujeres en las Fuerzas Armadas en el año 2009, según los últimos datos del Ministerio de Defensa.

A.F. es una de esas jóvenes que desde niña tenía claro que quería ingresar en el Ejército español. Su vida gira en torno a las Fuerzas Armadas. De hecho, el tono de espera de su móvil es una marcha militar. Con 26 años y 156 centímetros de altura, no encaja en el perfil de un soldado. Sin embargo, con 11 años ya tenía claro que dedicaría su vida al Ejército y cada día agradece ese centímetro de altura que le permitió ingresar en las Fuerzas Armadas, ya que el mínimo exigible es de 155 centímetros.

En su familia no hay tradición militar, por eso cree que fue la visita de un amigo que había estado de misión en Bosnia lo que le hizo pensar en el Ejército. "Yo no relacionaba las Fuerzas Armadas con la guerra, sino con una labor humanitaria", asegura esta joven vitoriana.

A la pregunta de si le frenó en algún momento el hecho de que la suya sea una profesión predominantemente masculina, lo tiene claro. "Para nada. Te empuja a superarte", afirma. Aunque confiesa que, en realidad, las mujeres no son igual que los hombres y a nivel físico se tienen que esforzar más, asegura que en ningún momento se ha sentido discriminada por razón de sexo. "En el ejército hay machismo, pero al igual que en otras profesiones", matiza la soldado.

Del primer día recuerda que entró muy ilusionada. "Para mí era como estar en un campamento de verano; un reto", relata emocionada. Sin embargo, asegura que es una profesión que exige mucha preparación psicológica y vocación. "Porque de misión puedes ver imágenes muy duras como niños mutilados".

"Hoy en día, por la crisis, mucha gente se alista en el ejército por los sueldos y porque los contratos iniciales son de dos o tres años, no porque realmente quieran ayudar a los demás", lamenta la militar. En cuanto al trato con los compañeros, A. F. asegura que se lleva mejor con ellos, que con ellas. "Hay mucho compañerismo y apoyo. En broma suelen decirte que deberías estar en la oficina y que no vales para esto, pero nunca en ser-io", matiza.

A.F, soldado de infantería ligera, afirma que hay mandos que por ser mujer te exigen más, otros que menos y otros que te tratan igual que a un hombre. "Es curioso que las mujeres en puestos altos suelen ser mucho más duras con nosotras que con ellos", apunta la soldado.

Respecto a las pruebas que hay que superar para entrar en el Ejército, la joven asegura que son las mismas para hombres y mujeres, aunque matiza que en las pruebas físicas tienen una tabla de puntuación diferente, así como para las diferentes edades. "Para entrar en el Ejército hay que pasar tres meses de instrucción muy duros con pruebas físicas, psicológicas, psicotécnicas y analíticas. Dependiendo de los estudios que tengas y del arma que quieras utilizar puedes entrar en un nivel u otro", explica. "Hay mucha gente que no aguanta la presión y abandona", añade la militar.

La jura de bandera es un acto simbólico que representa que el militar se compromete a defender la Constitución. Para A.F. fue el día más feliz de su vida. "Es triste que haya gente que no sepa diferenciar el que seas militar y quieras prestar ayuda a los demás y conceptos que no tienen nada que ver con el Ejército como facha o fascista", lamenta. De hecho, el mismo día que su hermana le vio jurar bandera y comprobó que este trabajo "tan bonito y divertido" le hacía tan feliz decidió que ella también quería ingresar.

Por otro lado, pertenecer a las Fuerzas Armadas, exige que en un momento dado se dé el caso de tener que abrir fuego contra otra persona. Sin embargo, A.F. explica que el trabajo en Afganistán o Líbano es de misión humanitaria, es decir, al ser misiones ONU, no se puede defender hasta que no ataque el enemigo. "Se necesita mucha fuerza psicológica, pero has tenido que pasar seis meses de instrucción antes de ir, por lo que estás preparado. Lo importante es saber hasta qué punto está tu vida en peligro para abrir fuego", explica. Y añade que su meta es ir de misión: "Poder ayudar".

Finalmente, ¿cree que se sigue cuestionando el papel de las mujeres en el Ejército? "Sí, pero por parte de la sociedad, no desde dentro del Ejército. Se tiene una imagen distorsionada de lo que son las Fuerzas Armadas y de cómo es una mujer militar. A mí no me creen cuando digo que soy soldado", comenta la militar entre risas.