La resaca del Azkena Rock Festival, el evento que cada año sumerge a la capital alavesa en rock and roll, sigue dejando historias curiosas que trascienden las vallas de Mendizabala para enredarse de lleno en el entramado municipal. Si ayer el anecdotario particular del ARF dejaba el relato de cómo la grúa municipal se llevó el coche oficial del alcalde porque había sido estacionado frente a una salida de emergencia, hoy aparece otro suceso insólito relacionado con el festival y vinculado a la vida municipal, más concretamente a la Policía Local de la ciudad.
El sábado, Bob Dylan concitó la atención masiva de los fieles al certamen y miles de personas se dirigieron en peregrinación al recinto de Mendizabala para disfrutar de una tarde de buena música. No fueron los únicos, ya que como cada día que se celebran conciertos una pareja de agentes locales de paisano acudió al recinto para comprobar que todo se desarrollaba de acuerdo a lo previsto.
Al llegar al control de entrada, los encargados de controlar la autenticidad de las pulseras que dan acceso al recinto les dieron el alto. El plástico había sido manipulado, les quedaban demasiado holgadas y no podían pasar. Resultaba evidente que el material se había cedido a propósito para salir de la mano de su poseedor titular e ir a parar a otra diferente.
Los agentes explicaron que, efectivamente, habían cogido las pulseras que sus compañeros del turno de tarde habían dejado para ellos, de manera que pudieran entrar de noche y tomarles el relevo en las tareas de vigilancia. Como las cosas no acababan de quedar claras, se reclamó la presencia del máximo responsable de seguridad para que solventara el asunto.
Después de realizar las pertinentes comprobaciones, consultar listas y cotejar nombres, se constató que las dos personas retenidas en la puerta eran, efectivamente, agentes de la Policía Local y que acudían al ARF para trabajar como policías de paisano. Pero lo que más llamó la atención de los responsables de la vigilancia del recinto fue que la Guardia Urbana de Vitoria sólo dispusiera de dos pulseras para todos los turnos, sobre todo porque se habían enviado 30 a los responsables de Aguirrelanda.
Aún a día de hoy se desconoce el paradero final de las 28 pulseras que se remitieron a la central policial y que nunca llegaron a utilizarse para el fin laboral para el que inicialmente estaban destinadas, aunque los rumores que circulan a pie de pasillo por el interior de la comisaría apuntan en diversas direcciones. Algunos de ellos las sitúan en el mismo lugar al que van a parar las entradas que el Baskonia y el Alavés cede al cuerpo y que antes se sorteaban entre los agentes, ya que desde hace algún tiempo han dejado de verse por allí.