LAS mordeduras de perros llevan al hospital a una media de un niño al día pero la oleada de ataques en apenas diez días ha disparado todas las alarmas. La última agresión costó la vida el lunes en Tenerife a un niño de tres años, mordido en el cuello por un pitbull propiedad de su padre. Esta muerte se suma a la ocurrida el 15 de mayo en Pontevedra, donde otro niño de dos años falleció tras ser atacado por un perro de su familia, también de raza pitbull. Pero este mismo mes, en Alicante, una menor de seis años recibió 50 puntos de sutura en la cabeza tras ser atacada en plena calle por un rottweiler y el jueves en Burgos, un niño de 5 años resultaba herido tras el ataque de un perro de presa canario cuando se encontraba jugando. La alarma social suscitada es enorme.

Mientras algunos buscan culpables, los expertos destacan que la educación de los perros es la clave para garantizar la convivencia y evitar trágicos ataques. Y aseguran que las agresiones están más relacionadas con la capacidad del propietario para educar al animal que con la naturaleza violenta de éste. Los dueños son señalados con el dedo acusador, aunque la Administración tampoco se libre de las críticas por ciertas lagunas que presenta la ley sobre tenencia de perros potencialmente peligrosos. Los microchips, la obligatoriedad de una licencia -y un certificado anual de aptitud- y el seguro de responsabilidad civil de más de 120.000 euros, no parecen elementos suficientes. Por eso, desde el Gobierno ya se analiza si es necesario modificar la norma.

El argumento de que algunos canes tienden a ser territoriales, agresivos y violentos, aunque esta condición no dependa de la raza o la genética del animal, sino de la educación que haya recibido desde cachorro, hace que muchos cuestionen la actual ley. Y es que, según los especialistas, estar controlado no significa estar socializado, algo indispensable en su educación.

Las razones de que un 43% de los niños entre 5 y 9 años hayan sido víctimas de mordeduras parecen claras: sienten más curiosidad, no reconocen bien las señales de ataque, tienen menor capacidad defensiva y una anatomía más frágil. «La edad crítica va de los dos a los cuatro años, porque es cuando el niño es más imprevisible. Y, además, se encuentra a la altura del perro", afirma un especialista del hospital de Cruces. De la insuficiencia de la ley habla otro dato: el 80% de los niños que entran lesionados en un hospital han sido atacados por el perro de casa o por el del vecino. Alberto Díez, portavoz de la asociación de defensa de los animales, cree que en 1999 "no se pensó en que estos problemas suceden en el ámbito familiar. A lo mejor hay que asumir que no todo el mundo está preparado para estos perros y hay que endurecer los requisitos".