Un año más el campus de Álava vuelve a ser abordado por preuniversitarios en busca de la nota que les dé acceso a la carrera deseada. Un total de 1.054 alaveses comenzó ayer la Selectividad, que se prolongará hoy y mañana, y que pondrá a prueba los conocimientos adquiridos a lo largo del curso escolar.

De nuevo la estampa de siempre. Jóvenes sentados en cualquier esquina de la facultad apurando los minutos para echar un último vistazo a los apuntes. "A la que más miedo le tengo es a Historia porque es una de las asignaturas que más hay que chapar", aseguraba Aroa Rodríguez, estudiante del instituto Mendebaldea, mientras trataba de retener en su memoria la Constitución de 1812.

Lo hacía durante un descanso entre examen y examen. Antes había tocado Lengua castellana y Literatura, una de las marías según los estudiantes, aunque no siempre los resultados son tan satisfactorios. Este año la UPV ha planteado un comentario de texto de Juan Manuel de Prada. En concreto, de un artículo titulado Letrinas de Internet, en referencia a la libertad de expresión en la Red. "Ha sido bastante más fácil que los que nos suelen poner en clase", aseguraba Ainara Petite, futura estudiante de Administración y Dirección de Empresas.

La opinión no era compartida por Ion Urkijo, de Llodio, a quien eso de identificar los campos semánticos no se le da demasiado bien. Su intención es estudiar Ingeniería Mecánica, por lo que con un cinco le basta para acceder a la universidad. "La presión no es tan grande como en el caso de otros compañeros, aun así me preocupan los exámenes de Matemáticas y Física porque nos han metido mucho miedo en el cuerpo", aseguraba ayer, mientras engullía un bocadillo para hacer frente a una jornada maratoniana.

Hasta de cuatro materias se tuvieron que examinar los estudiantes, entre ellas, Ciencias medioambientales, Geografía, Dibujo Técnico, Filosofía, Griego, Matemáticas aplicadas y Biología, todo ello dependiendo de la rama elegida por cada uno. Las pruebas, a las que se han presentado más de 8.000 alumnos en toda la Comunidad Autónoma Vasca, continuarán hoy y mañana.

La convocatoria de este año, sin embargo, no es una convocatoria cualquiera. La Selectividad ha cambiado hasta de nombre para afrontar la reforma a la que ha sido sometida. Ahora se llama PAU, siglas que responden a la Prueba de Acceso a la Universidad, y por primera vez contiene una fase específica a la que los estudiantes se pueden presentar de forma voluntaria si lo que quieren es subir nota.

A Aroa, la reforma le plantea algunas dudas. "Nos han utilizado de conejillo de indias", aseguraba ayer a las puertas del aulario de Las Nieves. Están cansados de escuchar que la nueva Selectividad les va a favorecer, especialmente a aquéllos que hayan elegido una carrera de más difícil acceso, como puede ser Medicina. "Esperamos que si se dan cuenta de que el experimento ha sido un desastre, nos inflen la nota a todos", bromeaba Ainara.

Por si acaso, la mayoría de los estudiantes alaveses, cerca de un 90%, ha decidido presentarse a la prueba voluntaria. Su objetivo, según explica la UPV, es trabajar en la capacidad de razonamiento en unos ámbitos disciplinares concretos relacionados con los estudios que pretenden cursar. Cada estudiante se pueden examinar de hasta tres materias de la modalidad de segundo de Bachillerato, siempre que éstas sean distintas a las elegidas en la fase general. Su resultado sólo se tendrá en cuenta siempre que saquen más de un cinco, y la media final se obtendrá tomando las dos mejores notas de estas pruebas voluntarias.

Pese a los cambios, la Selectividad mantiene su esencia. Los nervios que se respiran antes de cada examen siguen estando presentes en cualquier rincón del campus, y en ocasiones son incluso más palpables entre el propio profesorado. Ayer, se esmeraban en dar las últimas instrucciones: "¡Acordaos de no dejar nada en blanco, escribid, lo que sea, pero escribid!", advertía una profesora del Instituto Zaraobe de Amurrio.

Los alaveses tienen fama de ser los que mejores resultados obtienen en las pruebas de acceso a la universidad a nivel de Euskadi. No en vano, el pasado año tan sólo suspendieron 19 personas. Ahora sólo cabe esperar que se mantenga la tendencia y los estudiantes puedan aparcar los libros, al menos durante el verano.