Convertirse en víctima de un robo puede no ser tan malo como parece. Al menos para algunos desaprensivos lo suficientemente atrevidos como para intentar engañar al seguro. La idea, en teoría, resulta sencilla. Basta con presentar una denuncia, aportar datos falsos a la Policía Municipal o a la Ertzaintza y sentarse a esperar que la compañía reponga los objetos presuntamente sustraídos mediante un cheque salvador. Sucede más a menudo de lo que se pudiera suponer y no en otras ciudades, sino en Vitoria. Lo malo es que para mentir, como para tantas otras tareas en la vida, hay que emplear la materia gris ya que de lo contrario, tal y como ha ocurrido en numerosos casos, la verdad sale a la luz y los denunciantes pasan a desempeñar el papel de denunciados. Por estafa.

Sucedió a comienzos de marzo en un domicilio del barrio de Lakua. Una vecina telefoneó a la comisaría de la Ertzaintza y, consternada, explicó que al regresar a su casa del trabajo se había encontrado una desagradable sorpresa. Sospechó nada más enfilar la calle, porque las persianas del domicilio estaban bajadas y ella las había dejado arriba. Al principio lo achacó a un despiste, pero a los pocos minutos comprobó que los ladrones le habían hecho una visita de lo más irritante.

La casa estaba totalmente revuelta y la mujer llamó inmediatamente a la Policía autonómica para comunicarlo. Más adelante se personó en comisaría para realizar un balance de daños, que contemplaba la rotura de cinco cajones y dos puertas abatibles, así como un largo listado de objetos sustraídos que incluía una cámara reflex, otra compacta, una cámara de vídeo, un DVD, dos televisores dos móviles, dos relojes, tres cazadoras, una Playstation 3, una maleta, un ordenador portátil y 1.400 euros en metálico. Un auténtico desastre. Tanto los aparatos electrónicos como las prendas eran de marca y su valor, elevado.

Lo que no podía esperar esta vecina es que la Ertzaintza fuera tan diligente en su trabajo, que un equipo se presentara en el piso y realizara una completa inspección de todo lo ocurrido. Informe que se completó con un detallado catálogo fotográfico de las dependencias de la vivienda. Así, el agente que actuó como instructor para la práctica de la diligencia descubrió que había algo que no encajaba del todo con lo expuesto por la víctima. Habitación tras habitación, los ertzainas observaron, fotografiaron y recopilaron pruebas. Al llegar al salón observaron una mesa de comedor desordenada sobre la cual se hallaba un ordenador portátil cerrado. A la izquierda, sobre el suelo y frente a un mueble modular, descubrieron la televisión, un aparato imprescindible en este tipo de estancias. También localizaron un reproductor de DVDs sobre otro de los muebles.

Ya en el dormitorio principal, que efectivamente se encontraba revuelto con prendas de vestir amontonadas sobre la cama y en el interior del armario, apareció un segundo televisor, que fue igualmente retratado por las cámaras de los agentes.

A la vista del cariz que tomaron los acontecimientos, el juzgado detuvo la investigación y la compañía de seguros paralizó el pago de indemnizaciones. La Fiscalía decidirá ahora si emprende acciones legales contra la impostora.

las ruedas del coche Pero un robo en un domicilio tal vez sea un ejemplo de lo más evidente. Por eso resulta más chocante el caso de un individuo que declaró un robo en su vehículo. A mediados de enero de este año, un vecino de Vitoria se dirigió a la comisaría de la Ertzaintza para relatar que su vecino le acababa de comunicar que le habían robado el coche.

De acuerdo con sus explicaciones, el turismo se encontraba estacionado en el interior de un garaje desde hacía una semana. En todo ese tiempo ni lo había utilizado ni había comprobado que se encontrase en buen estado. Después de que su vecino le indicara que el vehículo había sido objeto de un atraco, comprobó que le habían desvalijado el interior, fracturado el cristal de la puerta delantera derecha, sustraido la documentación compulsada y que, en un alarde de crueldad, los ladrones le habían quitado las cuatro ruedas.

Cuatro neumáticos de la marca Uniroyal que, a juicio de los amigos de lo ajeno, se hallaban en el suficiente buen estado como para aprovecharlos o venderlos. También le habían vaciado por completo el maletero que, afortunadamente para los ladrones y desgraciadamente para el denunciante, contenía un juego de cadenas para la nieve, una nevera portátil, un CD de música, un aspirador pequeño, un taladro eléctrico, una batería portátil, una linterna y un transformador.

En este caso, el denunciante tampoco contaba con que la Ertzaintza hiciera su trabajo. Unos días después de la tramitación de la denuncia, una pareja de agentes se personó en su domicilio de Vitoria y realizó una breve aunque fructífera inspección. Por la tarde contactaron por teléfono con el agente de seguros encargado del asunto y le comunicaron que al menos las cuatro ruedas declaradas como robadas se hallaban en posesión del asegurado. Nuevamente, las pesquisas se detuvieron en el juzgado y se iniciaron los mecanismos para imputarle un presunto delito de estafa.