Una inversión de oro
Cientos de vitorianos venden sus joyas en diversos establecimientos como una fórmula más para salir de la crisis, ya que la cotización del metal dorado se ha triplicado en los últimos diez años. La onza equivale a 806, 68 euros
Basta con dar un paseo por las calles de Vitoria para darse cuenta de la pujanza del oro: "Se compra oro", rezan los carteles de varios comercios del metal dorado en la capital alavesa. Tanto los especializados en su compra como casas de empeño o hasta joyerías.
Desde comienzos de 2008 este preciado metal no ha dejado de batir sus marcas. El único metal amarillo tocó máximos, récords históricos, el pasado tres de diciembre a 1.226 dólares y a 806,68 euros la onza. Pero no sólo eso. También cerró el 2009 con la mayor ganancia anual en tres décadas y estando en alza por noveno año consecutivo, dado que inversores, operadores y bancos centrales lo han buscado como refugio y cobertura frente al dólar.
El oro es una de las inversiones más rentables de los últimos diez años. Su precio se ha triplicado desde el año 2000 con un aumento de un 228%. Ha dejado de ser una inversión minoritaria, restringida a grupos de elite. La gente compra oro y lo guarda en su casa o en las cajas de seguridad en los bancos, ante el temor de que la crisis les vuelva a golpear.
Es un negocio floreciente. Y por eso es tan fácil venderlo en forma de brazaletes, anillos o relojes. Se trata de la necesidad de contar con un activo refugio, que no sufra de los vaivenes que se producen en la cotización de la moneda norteamericana.
venta recuperable Mucha gente acude directamente a las casas de empeño a vender sus alhajas. Allí pesan y calculan el valor del oro, pero sólo pagan el 75% de ese valor real. Además, hay que tener en cuenta que se tenga una joya que pese mucho su valor disminuye ya que casi no se hacen con oro puro puesto que este metal, en ese estado, es muy blando. Por eso se le mezcla con plata u otros metales.
Javier Amezua es el supervisor de Cash Converters, un establecimiento de compra venta de todo tipo de artículos "salvo muebles y ropa". Asegura que el oro es una inversión ya que su precio no se devalúa, aunque sí que tiene oscilaciones. "Su precio es más alto que el de hace tres o cuatro años", asegura. La Bolsa explica esta nueva situación ya que si baja, el metal dorado tiene un valor más alto. "Es un precio refugio porque nunca se desploma", comenta Javier.
Cadenas, cordones, pulseras, anillos y medallas son las joyas más comunes que su establecimiento suele adquirir. "Son las alhajas que tiene cualquier ciudadano en su casa", declara.
Aunque también los vitorianos se acercan a vender algunas de más valor. "Las joyas que tengan piedras preciosas no es común pero tampoco es extraño". El objeto más curioso que compraron es un broche con una moneda de más de cien años. "Aquí llega un momento en que ya nada nos parece lo más extraño". El sillón, negro que dos dependientes inflan en el cuarto interior del establecimiento, da fe de ello. "Es lo más raro que tenemos en estos momentos", dice el responsable de la tienda, señalando a este peculiar asiento. Javier Amezua no puede decir a ciencia cierta si las ventas de este tipo de materiales han aumentado. "Desde que abrimos en septiembre hemos tenido una buena acogida, aunque este año las ventas se mantienen respecto al anterior".
De todas formas, está convencido de que la crisis no es crucial para su tienda. "Antes de ella las Cash Converters que habían funcionaban muy bien, como la primera que se abrió en Barcelona en 1995".
Una vez que los clientes han dejado sus alhajas en este comercio, también tienen tiempo para el arrepentimiento. "Pueden recuperar sus objetos siempre y cuando lo indiquen en la venta que se trata de una compra definitiva", aclara.
Javier puntualiza que cuando este sentimiento de pérdida aparece suele ser porque se trata de joyas que tienen un valor sentimental para el cliente. "Para estos casos les damos treinta días prorrogables por otros treinta y si no los echa de menos, se quedan en la tienda".
En este caso, la fórmula de la venta recuperable requiere de una serie de pasos a seguir. El cliente vende su artículo, negocian el precio de la venta y se fija el de recompra. La tienda paga en efectivo y da el plazo de esos 30 días. En ese plazo, el artículo no se pone a la venta, sino que se guarda en un almacén "seguro". Una vez transcurridos los treinta días, se puede renovar el servicio, previo pago de la cantidad acordada en el primer plazo.
Cuando caduque este período, si al cliente no le interesa renovarlo, el establecimiento pone el producto a la venta. Aunque eso sí sólo los clientes mayores de edad pueden poner a la compra venta sus posesiones.
Dado que las alhajas suelen ser el complemento más usado por las féminas, lo más habitual es que sean ellas las que acudan a vender el oro que tienen en sus casas.
descuentos para clientes En las calles de Vitoria también hay otro tipo de comercios que compran el preciado metal. Aunque en estos casos no se trata de un préstamo sino de una venta.
Las joyerías también suelen ejercer este negocio aunque de forma excepcional. En la de Margot, la condición habitual para ello es que el cliente compre género nuevo. "Nosotros en muy raras ocasiones lo hacemos porque no nos dedicamos a almacenar oro".
Aunque sí que en este establecimiento han notado que desde hace tres años ha acudido más gente para este fin. Después de valorar a cuánto asciende el valor de la pieza en metálico es cuando se realiza la venta definitiva. En Margot le pueden dar el valor en dinero. "Siempre y cuando se trate de clientes habituales". En cambio, para los nuevos, se aplica un descuento a la joya nueva que compre. La mercancía habitual suelen ser sortijas y pendientes que se han quedado anticuados. "Siempre son las mujeres las que vienen hacer este tipo de cosas".
La responsable del establecimiento de Justino Domaica asegura que en su comercio realizan la compra de oro "únicamente" a clientes habituales por un descuento de la pieza nueva que compren ya que "las joyerías no se dedican a eso". Respecto al cliente afirman que hay de todo "desde mujeres a hombres". En su caso, el oro viene en forma de cordones, cadenas y sortijas.
En la joyería Carmen Remón a los clientes habituales se les cambian las piezas, que suelen estar "muy usadas o con arreglos de difícil solución". Al igual que en la joyería Mendoza también a los clientes fijos se les compra el oro de, sobre todo, sortijas, "rotas, viejas, desgastadas. Todas aquellas alhajas que la gente tiene guardada", matiza el responsable de este comercio.
Más en Sociedad
-
Los veterinarios protestan ante el Congreso por la ley de medidamentos que está "poniendo en riesgo la salud animal"
-
Consumo obligará a incluir los gastos de gestión de las entradas online en el precio final
-
Un bebé de 11 meses, herido tras ser arrollado por un caballo desbocado en la Feria de Abril
-
Un error del Registro Civil da por muerta a una mujer que acudió a tramitar el fallecimiento de su hijo