Vitoria. En los años ochenta, el consumidor de drogas era, a los ojos de la sociedad, un indigente dispuesto a robar a cualquiera a punta de jeringuilla para conseguir su dosis de heroína. La droga era sinónimo de marginación, y así quien empezaba a pincharse salía de su círculo de amistades para entrar en un oscuro pozo que muchas veces acababa con una muerte prematura.
Al parecer, el nuevo siglo ha cambiado el papel de las sustancias ilegales en la sociedad occidental, y ahora, lejos de marginar al individuo que las consume, son necesarias para que éste se integre en el grupo de amigos. Ésa fue la advertencia lanzada ayer por el director general de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, Ignacio Calderón, en una comparecencia celebrada en la Cámara vasca a petición de la parlamentaria del PNV Nerea Antia.
Ahora, además del alcohol, el tabaco y el cannabis, la cocaína es la sustancia que reina entre la juventud, una droga que no impide a los jóvenes seguir con sus estudios o sus trabajos y que no deja secuelas físicas a corto plazo. Por ello, y por la imagen de audacia e incluso glamour que puede generar entre los jóvenes, y entre muchos adultos, se ha convertido en un vehículo de integración.
"Las sustancias han normalizado su presencia, son un elemento de acompañamiento a un estilo de vida", advirtió Calderón, quien explicó que esa forma de entender la vida muchas veces se transmite de padres a hijos. "El problema de fondo son los valores imperantes en la sociedad, la inmediatez, el hedonismo o el individualismo", explicó el director de la FAD.
Por ello, Calderón incidió en que la educación ha de ser la clave para que los jóvenes no vean en las drogas su principal vehículo de socialización. Si hace veinte años la alarma social que causó la epidemia de la heroína acabó por convertirla en un problema residual, en la actualidad la escuela y los padres deben esforzarse ante un nuevo escenario en el que la sensación de peligro ha desaparecido, aunque ello no signifique que los jóvenes no sepan a qué se enfrentan. "Conocen los beneficios de inmediato y los riesgos creen que los podrán controlar", afirmó.
un mundo cómodo En todo caso, el responsable de la FAD explicó que la educación en materia de drogas ha de darse desde la infancia, y no a partir de los 13 años, cuando los jóvenes del Estado empiezan a experimentar con la sustancias legales e ilegales. Calderón apostó además por otorgar responsabilidades a los jóvenes e implicarlos en la construcción de la sociedad, de tal manera que no tengan la impresión de vivir en un mundo "infantil y cómodo" ajeno a la realidad.
Ya la pasada semana, el responsable del Grupo de Intervención de Drogas de la Sociedad de Medicina de Familia y Comunitaria, José Zarco, advirtió en Bilbao sobre los consumos tempranos de alcohol y drogas ilegales vinculados a la facilidad para relacionarse con los compañeros o para evadirse de la vida diaria. Zarco explicó que los médicos tienen dificultades para abordar el problema porque el de los adolescentes es un sector de población que apenas acude a los centros de salud.
El doctor explicó que el consumo de sustancias como el cannabis en individuos que aún no han completado su desarrollo puede derivar en brotes psicóticos y en una mayor dependencia que la que se detecta en los adultos.