Vitoria. Ser padre es una de las mayores ilusiones que puede albergar un ser humano. Para alcanzar dicho sueño hay varias formas. Entre ellas -cuando la naturaleza o los métodos de reproducción asistida no lo hacen posible-: la adopción. Pero esta opción está perdiendo fuerza en los últimos años. No hace falta más que echar un vistazo a las solicitudes de adopción internacional que los ciudadanos realizan al Área del Menor y Familia del Instituto Foral de Bienestar Social de la Diputación para darse cuenta de que lo que hace un lustro era una práctica habitual se ha convertido en algo mucho más ocasional.

Los datos así lo certifican. En 2006 fueron 111 las peticiones de este tipo recibidas en el Ejecutivo foral. En el presente ejercicio, tan sólo han llegado 29. Una caída en picado con una depresión del 74% en tan sólo cuatro años.

La respuesta a este cambio de tendencia no es difícil de imaginar. En primer lugar, la crisis económica está suponiendo un desgaste importante para las economías familiares, que saben lo que supone criar a un niño y no se atreven a afrontar este reto sin las seguridades de una estabilidad financiera en las cuentas corrientes y en los ingresos.

Por otro lado, se encuentra el factor que quizá frene más a los aspirantes. La tramitación para adoptar un niño es cada vez más larga y las trabas administrativas y burocráticas de los países de origen de los menores dilatan cada vez más los plazos previstos. Así se conforman los rasgos de una pescadilla que se muerde la cola, sobre todo, si se tiene en cuenta que los interesados solicitan la adopción en los países donde habitualmente las acciones resultan más simples, rápidas y fiables a la hora de la tramitación. Esto ha llevado a que se produzca una concentración de peticiones en los mismos países que ha desembocado en que la maquinaria de estos lugares se haya ralentizado al atender tantas demandas.

Así las cosas, si hace unos años China se convertía en uno de los países más recurrentes, después la búsqueda se centró en Rusia y Ucrania y hace pocos años, en Etiopía. En la actualidad, estos lugares siguen apareciendo en las listas de los más solicitados, pero cada vez son más las familias que buscan otras alternativas.

Mientras que en 2006 medio centenar de peticiones correspondía a China, 21 a Rusia, 11 a Etiopía y 6 a Ucrania, los últimos años los lugares de procedencia se han diversificado. Por ejemplo, en 2008 se recurrió a países como Mali, República Dominicana, Panamá o Vietnam como alternativas, mientras que este mismo año Bulgaria ha desbancado a las más habituales al frente de las solicitudes. Por detrás de ella, Etiopía (6), China (4), Rusia (4), Colombia (3), Filipinas (2), El Salvador (1), Malí (1) y República Dominicana (1).

Aún así, los tiempos de espera todavía son demasiados y, por eso, los colectivos implicados esperan que las instituciones abran nuevas vías que rompan el actual colapso existente en ciertos lugares. Una especie de batería de países donde la tramitación sea fiable y clara y que permita descongestionar las largas listas de espera existentes.

Todo será poco para que cada año padres e hijos puedan reunirse como lo han hecho este ejercicio 30 niños que, a partir de ahora, serán también alaveses. En esta ocasión, 13 han aterrizado llegados desde Rusia, 7 de Etiopía, 6 de Colombia, 3 de China y 1 de Filipinas.

Proceso Pero son muchos los pasos que hay que dar hasta que llegue este momento. En primer lugar, obtener el certificado de idoneidad, una garantía para comprobar que las futuras personas adoptantes reúnen las condiciones necesarias y están preparadas para convertirse en familias adoptivas.

Este recurso lo lleva a cabo el Área de Menor y Familia del Instituto Foral de Bienestar Social. Este examen determina el cumplimiento de los requisitos imprescindibles para obtener el visto bueno para iniciar una adopción. Entre las condiciones exigidas a los aspirantes se encuentran el disponer de unos medios de vida estables y suficientes que permitan mantener una vivienda y una cobertura sanitaria adecuada, gozar de una buena salud física y psíquica, garantizar dos años de convivencia ininterrumpida en caso de las parejas, disfrutar de un entorno familiar y social favorable a la integración del niño, respetar la historia, las diferencias étnicas y los orígenes del niño y verificar que toda la unidad familiar comparte una actitud favorable a la adopción. Por otro lado, también se estudia la edad de los aspirantes así como que entre las motivaciones para la adopción prevalezca el interés superior del niño y la protección de sus derechos. Además también se consideran requisitos especialmente importantes en el caso de las adopciones internacionales las actitudes de los padres adoptivos y su entorno hacia las diferencias étnicas, el interés de los solicitantes por el país de origen, sus costumbres y su lengua y el grado de conciencia que el niño tendrá de su pasado en otro país, las diferencias raciales y culturales y la aceptación del despertar del interés por sus orígenes. Una vez evaluados estos criterios, aquellos que consiguen el certificado de idoneidad, pasan a una segunda fase en la que deben seguir la gestión y el cumplimiento de la tramitación exigida por el país de origen de los niños que deseen adoptar. Un proceso cuya celeridad varía en función de los estados y las solicitudes que acumulen.