Dicen que 2010 todavía sufrirá los efectos de la coyuntura económica. ¿Cuánto cree que podrán soportar los colectivos más desfavorecidos?

Están acostumbrados a aguantar demasiado. Si al resto nos pasara lo que a ellos sólo un mes, tendríamos un problema serio. Desgraciadamente, la gente está entrenada. Pero el problema es que la crisis es del color del cristal con que se sufre. Habrá brotes verdes que indican que en 2011-12 se irá mejor y cualquier economista dirá que, así, se generará empleo para 2013-14. Entonces, cualquier secretario de Cáritas evidenciará que a esto llegamos los últimos, con lo que estamos en 2015-16. A nosotros nos queda una década de crisis, pero a la sociedad alavesa no y ahí podremos reclamar más ayudas a las instituciones.

Entonces, ¿qué queda por llegar?

Históricamente está demostrado que, en la crisis, el capitalismo se purga. Hay gente que ha perdido el empleo y no lo va a recuperar. Sucedió en los 80, cuando se prejubiló forzadamente a gente que hoy está en situación de pobreza. Luego llegó el tema de los licenciados, que se han convertido en mileuristas y ahora va a ocurrir lo mismo. Hay personas con 35 años, con nombre, apellido y familia que no tienen dónde caerse en lo que les queda de vida y, teniendo en cuenta que nuestra esperanza son 70 años, es media vida.

¿Hay que pensar que la pobreza existirá siempre como defienden las tesis más pesimistas?

Tendríamos que cambiar muchísimas cosas y no hay voluntad. Cuando empezó la crisis en 2007 varias publicaciones, economistas y políticos coincidieron en que hacían falta tres cosas. Primero, un gobierno mundial, que con Naciones Unidas no está existiendo. Por otro lado, cambiar el modelo económico, de lo que no hay ninguna intención y menos ahora que todo el mundo está encantado con los brotes verdes. Por último, una variación de los valores, que ya me dirás. Dos años y medio después nadie quiere moverse porque esto supone volver a repensarse los niveles de vida a los que estamos acostumbrados y a los que no se quiere renunciar.

¿Teme por la supervivencia de los eslabones más débiles como, por ejemplo, los "sintecho"?

Los eslabones más débiles están en peligro siempre. Lo están pasando peor porque se está produciendo competencia. Ahora incluso conseguir un espacio en la marginación es más difícil porque hay más gente. Eso supone que hay que pensar más despacio lo que hacer. ¿No es mejor intentar que no aumente la pobreza que abrir ayudas? Es muy difícil y, en situaciones de urgencia, hay que tomar medidas extremas, pero hay que medir bien las situaciones de excepción no vaya a ser que las iniciativas sean desproporcionadas o generen urgencias que no existían.

Vitoria siempre ha sido sinónimo de calidad de vida. ¿Sigue así?

Vitoria es una ciudad en la que merece la pena vivir, con unos niveles de servicios impresionantes, pero tendrá que repensar en sí misma porque se mantiene en un monocultivo de dos empresas, que no tienen por qué salvarse de esto. Todas las familias hemos aprendido aquello de, en tiempos de bonanza, gastar y ahorrar; en los justitos, gastar lo necesario y ahorrar si se puede; y en los malos, vivir del ahorro. Eso debe aplicarse a todos los ámbitos. Hay un mecanismo perverso en las cuentas públicas que es el Presupuesto y que obliga a gastarlo todo porque si no, hay recorte el año siguiente. Pero habrá que hacerlo si hay necesidad.

¿Qué espera del futuro cercano?

Que la gente que esté peor vea la luz. Un escenario menos crispado, una situación económica global mejor que nos repercute. Pero, en esa situación, nos tenemos que plantear muy en serio que hay que enfrentar las cuestiones de justicia social.

En 2010 se acabarán las prestaciones por paro, crecerá la morosidad,... ¿Habrá que pensar que hubo tiempos peores?

En Álava, hemos estado con niveles de paro del 25 y el 30%, cerrando Forjas, con huelgas en la calle y cargas policiales. Ahora hay gente que lo está pasando muy mal, probablemente los peores días de su vida, pero como sociedad hemos vivido tiempos muchísimos peores y hemos salido adelante. Hay que tratar que no haya daños colaterales.