aPaco López de Guereñu la vida le cambió de un plumazo hace 16 años, cuando los especialistas que le atendían en el Hospital Txagorritxu determinaron que padecía una insuficiencia cardiaca. Con toda la madurez por delante, los esquemas de este gasteiztarra residente en Agurain dieron un vuelco completo en cuestión de segundos.
Paco comenzó en ese momento un tratamiento médico que, a la larga, se mostraría totalmente ineficaz. Porque lejos de mejorar su estado de salud, en los cuatro años siguientes las recaídas y los ingresos hospitalarios se sucedieron de forma proporcional a su creciente malestar físico y psicológico. "Ya no tenía fuerza para nada", recuerda Paco.
Un buen día, los médicos le comunicaron que necesitaría de un trasplante cardiaco para superar su crítica situación clínica. Comenzaba entonces la verdadera batalla contra su patología. "La vida me cambió totalmente porque es un palo enorme. Por la ignorancia, crees que son cosas que sólo pasan en la televisión, como de ciencia ficción; no me lo acababa de creer", reconoce López de Guereñu.
Corría el año 1998 y Paco sumaba sólo 43. Una vez realizado el diagnóstico, le fue concedida la invalidez permanente y abandonó el trabajo que desempeñaba en una empresa de chapas localizada en Araia. Su labor diaria, a partir de ahí, se centraría en salvaguardar la salud por encima de todo. Las ganas de vivir le han mantenido al pie del cañón tanto tiempo después.
El Hospital Valdecilla de Santander, centro de referencia de la zona Norte para pacientes cardiacos, se convirtió en la siguiente etapa de Paco en su particular carrera por la supervivencia. Veinte días de ingreso y numerosas pruebas sirvieron para emitir un nuevo diagnóstico: Su situación era muy complicada, pero todavía quedaba una última posibilidad para eludir el, quizá, todavía más difícil trasplante cardiaco: Un agresivo tratamiento farmacológico que, a día de hoy, todavía mantiene. "Si esto no funciona, el trasplante será la única opción", le comunicaron los especialistas.
Afortunadamente tocaron la tecla correcta, porque Paco ha podido llevar una vida más o menos normal sin la necesidad de recibir el trasplante que, en un principio, calificaron como su único remedio. Claro que el precio que ha debido pagar no ha sido precisamente escaso: diariamente, debe ingerir una docena de pastillas de seis compuestos diferentes. "Siempre tengo que mantener un control, pero no he tenido ningún problema en estos diez años", asevera Paco.
buenos hábitos Mantener una vida tranquila, una alimentación saludable y sin hábitos nocivos, como el alcohol o el tabaco, son dos de las principales exigencias que marcan su día a día. "Soy como un Citröen viejo que, en cuanto enfila una cuesta, se calienta muchísimo", bromea.
Ahora, Paco se entretiene en su huerta, enredando en Internet o dando largos paseos en llano. Es el único ejercicio que puede realizar. Y además, predica con el ejemplo integrado en la actividad diaria de Atcore, la Asociación de enfermos y trasplantados de corazón y pulmón de Euskadi. "Debemos concienciar a la población porque una donación son seis vidas", justifica.
El miedo, a pesar de los buenos resultados que le han reportado su tratamiento, no termina de abandonar a Paco. "Aunque me encuentro bien, el corazón no avisa", advierte. Con su padre, que falleció a los 52 años a causa de otra insuficiencia cardiaca, por ejemplo no lo hizo.
En febrero volverá a Valdecilla para someterse a las pruebas de rigor, como hace cada seis meses, y seguir en la reserva de la lista de espera como hasta ahora, en la que se incluyen aquellos pacientes demorables. ¿Una aspiración para el futuro? "Por lo menos, seguir como hasta ahora", anhela Paco.