En esta ocasión fijamos la mirada en el complejo considerado como uno de los más trascendentes de la Edad Media.
El rey Leovigildo mandó construir Recópolis en el año 578 sobre un cerro a los pies del río Tajo, muy cerca del actual municipio de Zorita de los Canes. Con respecto al nombre no está muy claro su significado. Siempre se ha creído que su traducción es Ciudad de Recaredo. Sin embargo, el estudio de las monedas aparecidas en las excavaciones y del propio nombre hacen dudar de ello.
No hay en el mundo tardoantiguo ningún lugar fundado en el que el nombre se acorte, como se sugiere de Recaredo a Rec. Si este hubiese sido el caso, la ciudad quizá se hubiese llamado Recaredopolis.
Además, Leovigildo no tendría por qué haber elegido para nombrar la ciudad a su hijo menor, Recaredo, en vez de a su hijo mayor, Hermenegildo, que además cuando se fundó aún no había tenido lugar la revuelta contra su padre.
La hipótesis que barajan los historiadores es que la población se hubiese llamado Rexopolis (Ciudad del rey), que haría más clara su etimología, y además se corresponde con las monedas de la ceca que escriben el nombre de Recópolis con una sola c, mientras que Recaredo en los textos es escrito Reccaredo, con dos. Otra posibilidad, más segura, es que al ser Recaredo un típico nombre gótico birradical sólo se emplease la primera raíz, Recas.
La nueva ciudad, inspirada en el trazado urbanístico de Constantinopla (actual Estambul, en Turquía), tenía como cometido ser la capital de la provincia Celtiberia, de límites imprecisos. El conjunto urbano se encontraba rodeado por una muralla con torres y puertas de entrada y jardines. Estas murallas tenían una función tanto defensiva como monumental.
El centro del poder era el palacio, situado en la parte más alta de la urbe y formado por una serie de edificios de dos plantas dispuestos alrededor de una gran plaza. Su función debió ser el alojamiento de los altos dignatarios y la administración de la ciudad y su territorio.
La iglesia palatina era de planta cruciforme y tuvo una profusa decoración, con elementos que conectaban el mundo tardorromano y el entorno mediterráneo. También existieron dos grandes edificios con funciones comerciales y artesanales.
No obstante, la principal base económica de Recópolis fue la explotación de la rica vega del Tajo, de base agropecuaria típicamente mediterránea (cereal, olivo, vid, ganado ovino, caprino, bovino y porcino, incluso se han detectado restos de caza).
Hacia mediados del siglo VII, la vida local se alteró, modificándose la planificación urbanística y disminuyendo la actividad, como consecuencia de la crisis del estado visigodo. En el siglo siguiente es ocupada por los musulmanes de etnia bereber.
Más tarde, se produjo una reducción del asentamiento, hasta abandonarse en el siglo IX en beneficio de Zorita de los Canes; sus constructores utilizaron como cantera sus edificaciones, y esta acabó en ruinas. La repoblación cristiana desde finales del siglo XI significó para la zona la fundación de nuevas poblaciones, una de ellas sobre las ruinas del complejo palatino, edificándose una iglesia en el siglo XII. Tres siglos después ya era una simple ermita en despoblado dedicada a la Virgen de la Oliva, que pervivió como centro de culto durante toda la época moderna.
EL YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO
El descubrimiento de las ruinas de Recópolis se debe a Juan Catalina García, en 1893. Los trabajos arqueológicos, iniciados en 1945, han descubierto el conjunto palatino, formado por tres edificios palaciegos de dos plantas, así como la iglesia, edificios todos ellos que contenían destacadas piezas artísticas que hoy se pueden contemplar en el museo arqueológico de Madrid y en el museo de Guadalajara.
En 1946, se encontró un tesoro de monedas de la época de su fundación (algunas suevas y merovingias, además de las primeras acuñaciones de Leovigildo). La comunicación entre el conjunto palatino y el resto de la ciudad se hacía a través de una puerta monumental de la que partía la calle principal de la ciudad, flanqueada por dos edificios comerciales, con tiendas y talleres, donde se producía vidrio, objetos de orfebrería, y se podían adquirir productos procedentes de diferentes zonas del Mediterráneo (norte de África, zona del mar Egeo y Oriente Próximo).
Las casas excavadas muestran una estructura con habitaciones abiertas a patios interiores. Un acueducto, el único que hasta el momento se conoce de época visigoda, suministraba agua a parte de la ciudad, posiblemente al conjunto palatino, mientras que en el resto de la ciudad un sistema de cisternas servía a las necesidades del resto de la población.
La estratigrafía del yacimiento revela que la ciudad estuvo ocupada desde finales del siglo VI hasta mediados del siglo IX. Posteriormente, con motivo de la ocupación cristiana de la zona sobre las ruinas de parte del antiguo palacio y de su iglesia, se asentó una pequeña comunidad de campesinos mozárabes entre finales del siglo XII y el siglo XIV.
Parte de los elementos constructivos de la ciudad, sillares, esculturas decorativas, etc., fueron utilizados en los inicios de la época andalusí, en el siglo IX, para edificar la nueva ciudad que sustituyó a Recópolis en el control del territorio, la medina árabe de Zorita, la actual Zorita de los Canes. En 2019, se identificó por georradar una estructura similar a las mezquitas de la época y orientada hacia La Meca.