¿Y si Pedro Sánchez monta un superdomingo electoral? Es una de las hipótesis que barajan en Génova 13 de cara a 2026, cuando tocan celebrarse los comicios en Andalucía y Castilla y León, y que podría haber llevado a Alberto Núñez Feijóo a adelantar el congreso nacional del PP y fijarlo para el próximo julio (días 5 y 6) con el fin de “apretar el botón del cambio”, aunque también es cierto que algunos sectores de la formación conservadora, donde de puertas hacia afuera se exhibe una férrea unidad, llevaban semanas defendiendo la necesidad de reforzar y fortalecer la estructura orgánica. Aunque hay quien duda de la idoneidad del momento, el actual presidente de los populares busca un acto de autoafirmación personal y programático para entronizar la idea de que el asalto a La Moncloa parezca, esta vez, irrevocable. Convocado con carácter extraordinario, contará con una ponencia ideológica donde está por ver si se fijarán las líneas de actuación en su conjunción con la extrema derecha. Pero a nadie se le escapa que, por esas fechas, pueda caer además una de las piezas que más incomoda en el tablero de Feijóo, la sostenibilidad de Carlos Mazón, sustentada en el tablero valenciano por el aval presupuestario de Vox más que por la tarea de reconstrucción de la que no puede sacar pecho.

El PP da por hecho que el Gobierno de coalición está “en la cuenta atrás”, cercado Sánchez por los últimos movimientos judiciales, los presuntos casos de corrupción, el caos ferroviario, el apagón eléctrico, la incapacidad de aprobar unas nuevas Cuentas sin prórroga y sus reproches internos a quienes han sido o son barones socialistas discrepantes con sus línea política, especialmente con los acuerdos con las fuerzas independentistas. Feijóo ha tirado abajo diez meses del calendario, en tanto que el cónclave tocaba en abril del próximo año, para desarrollar un nuevo engranaje, si bien tampoco es baladí que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, presionaba para acelerar este proceso donde, por encima de todas, se prevé una reforma de calado: la de la Secretaría General, asumida ahora por la número dos, Cuca Gamarra, que podría pasar a manos de Miguel Tellado, actual portavoz en el Congreso, dado que mantiene contacto con los territorios desde que fuera vicesecretario general de Organización. 

Gamarra, tras haber liderado las iniciativas del partido tanto en el Estado como en Europa para presentar los recursos de inconstitucionalidad a la ley de amnistía, podría ser reubicada en una de las vicesecretarías. Asimismo, se auguran movimientos en las responsabilidades orgánicas tras la última remodelación de la cúpula practicada en noviembre de 2023. En ese momento se ampliaron las competencias de las vicesecretarías incorporando perfiles de mujeres jóvenes y experiencia contrastada, como Noelia Núñez, Ester Muñoz, Ana Alós y Paloma Martín. Otro de los focos recae en la figura de Borja Sémper, actual portavoz nacional del PP y vicesecretario de Cultura, que siempre ha estado en las quinielas para ejercer la portavocía del Grupo Popular en la Cámara baja, más todavía cuando se comporta como la cara visible del PP en su relación con la prensa. Los más susceptibles a la plasmación de este congreso temen que el baile de nombres y quinielas desvíe la atención e impida fajarse debidamente en la labor de “oposición y desgaste”, conocida la capacidad de Sánchez de sacar rédito de cualquier traspiés de su adversario.

El último congreso ordinario del PP se celebró allá por 2017, en la Caja Mágica de Madrid, cuando el presidente del Ejecutivo y del partido era Mariano Rajoy. Desde entonces, la formación ha vivido otros dos pero ambos con carácter extraordinario. Así, en julio de 2018 –después de que una moción de censura desalojara al anteriormente citado a raíz de la sentencia sobre el caso Gürtel–, el PP llevó a cabo el encuentro en el que salió elegido Pablo Casado como nuevo presidente del partido, imponiéndose en segunda vuelta a la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. En abril de 2022, el PP celebró en Sevilla el congreso extraordinario que encumbró a Feijóo tras de la profunda crisis interna que vivió el partido por el enfrentamiento entre Casado y Ayuso.

“España necesita con urgencia un tiempo nuevo y tenemos que estar listos para liderarlo”, ha proclamado ahora Feijóo, calmando los nervios desatados y el desconcierto surgido en puertas de su anuncio, confirmando que habrá debate ideológico con una ponencia política marco y otra de Estatutos. “Vamos a definirle a los españoles un futuro claro. Le vamos a decir lo que proponemos, lo que haremos y lo que entre todos vamos a conseguir”, considera en su búsqueda de “transformar la lógica indignación en esperanza por el futuro, y el hartazgo en ganas de cambio”. “Y vamos a transformar la mayoría en social, que ya hay, en mayoría política. España no está perdida. España está esperando. Y nosotros estaremos preparados”, zanja ante un horizonte presente de “trampa política que lo ha convertido todo en absurdo e inútil”. No está en juego en ningún caso la presidencia de Feijóo al frente del PP, aunque sí que puede abrirse una batalla en temas clave desde el punto de vista político e ideológico como el sistema de primarias –que algunos sectores quieren suprimir de la ponencia de estatutos, a lo que se abre el propio líder del partido– o el aborto y la eutanasia. 

Relación con Vox

Otro aspecto que también podría ser objeto de debate en la ponencia política es la relación con Vox, donde hay “una parte del partido” que “quiere romper con ellos y otra dejar esa puerta abierta”, algo que puede generar un trasvase de enmiendas “complicado” al respecto. Los vaivenes en este cruce de caminos con el partido de Santiago Abascal han sido constantes desde que el propio Mazón arruinara parte de la cosecha esperada en las urnas en las últimas generales de aquel 23-J pactando semanas antes el Govern de la Generalitat con la ultraderecha. Una vía que también se emprendió en Castilla y León y que sirve de asidero en los feudos donde así el PP lo precisa. 

Enmarañados en los mensajes de WhatsApps entre Sánchez y el exministro Ábalos, el paso adelante de Feijóo no ha supuesto un sobresalto en Ferraz ni en Moncloa, que ven en esta táctica la forma de levantar “un difunto político” al que Ayuso “quiere mover la silla”. “Les deseamos lo mejor y sobre todo que no se quede en un congreso fantasma en el que no se debatan ideas ni propuestas y solamente haya aclamación a un líder”, soltó la portavoz socialista, Esther Peña, tejido el relato de que el PP es una “amalgama” de dos almas unidas por el “odio impostado” a Sánchez. En el PP hay quien cree que no hacía falta redecorar la casa cuando la que está ardiendo es la del vecino.

Ayuso-Moreno, la pugna soterrada



Militantes y/o compromisarios. Feijóo encara un “nudo gordiano” después de que en 2017 Rajoy fijara un método de doble vuelta en el que primero votaban los militantes y después los compromisarios. Su propuesta pasaría por eliminar la votación de los primeros y dejar que todo dependiera de estos últimos. En 2018 la militancia respaldo a Sáenz de Santamaría pero luego los compromisarios hicieron vencedor a Casado. Ayuso discrepa porque sabe que goza de mucho respaldo entre las bases y pretende que el modelo se quede como está y que sean los militantes quienes voten en primera vuelta. Sin embargo, Juanma Moreno,sí está a favor del cambio de sistema porque cree que a él le podría beneficiar llegado el momento. De hecho, cree que para evitar roces se tendría que regresar al sistema de sola una vuelta, la de los compromisarios. Hay quien dice dentro del partido que Feijóo quiere retorcarlo para atar que el PP quede en el futuro en manos del andaluz.


¿Qué será por entonces de Mazón?

La situación de Carlos Mazón parece cada vez más insostenible, más allá incluso de los avances de la jueza encargada del caso de la dana que pone en evidencia la desastrosa gestión del Consell aquella trágica jornada. En las propias filas del PP cunde la idea de que la fecha de caducidad política del president de la Generalitat llegará este verano, de forma que Alberto Núñez Feijóo ya habría puesto a trabajar a su equipo para encontrar un candidato de garantías de cara al próximo ciclo electoral, con un perfil que además seduzca a Vox, que es quien sostiene presupuestariamente al partido al frente del Govern. La alcaldesa de Valencia, María José Catalá, con una personalidad fuerte y que ocupa un escaño en Les Corts, podría irrumpir en el horizonte.

No es baladí el hecho de que Mazón se aseguraría un sueldo público de 75.000 euros si aguanta como president hasta el 13 de julio, que es cuando cumpliría dos años con el bastón de mando. Los expresidentes tienen derecho a 15 años de salario si agotan legislatura, o por el tiempo equivalente al que han estado en el cargo si alcanzan esos dos años. Este salario funciona como una bolsa de la que el beneficiario puede disfrutar cuando quiera. Es decir, que Mazón podría optar por otras salidas profesionales y, más adelante, activar este sueldo público.

Un movimiento del que así saldrían beneficiados tanto el dirigente valenciano como un PP acosado por su alargada sombra. Hay quienes apuntan a que el relato estaría ya hilado: hacerle dimitir bajo la consideración de que la tarea de reconstrucción está ya encaminada y parecer así que se trata de una decisión voluntaria. Lo cierto es que el president entiende que no se está valorando lo suficiente, ni siquiera internamente, su labor durante estos meses en los que, en verdad, lejos de agachar la cabeza, ha sacado pecho. En su entorno sostienen que le está empezando a pasar factura la presión de la calle y la soledad política a la que se ha visto empujado.

Lo que parece descartada es la reaparición de Francisco Camps, quien quiere volver a la línea política. El expresident habló en un acto que había convocado para celebrar los 30 años de su primera mayoría absoluta para comunicar su proyecto. Aunque no mencionó a Mazón, sí se ofreció a recuperar a un partido que “ha perdido fuelle”.