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Entrevista

“Sorprende que digan a los jóvenes que las dictaduras y las democracias son iguales”

El escritor e historiador Julián Casanova profundiza en la figura del dictador en su último libro, ‘Franco’, de una manera rigurosamente documentada

“Sorprende que digan a los jóvenes que las dictaduras y las democracias son iguales”Miguel Acera

Casanova reflexiona sobre la figura de Franco, sus contradicciones, su permanencia en el poder y el legado que dejó.

Franco siempre se definió como un militar por encima de todo. ¿Cree que fue realmente un político?

-Primero es militar. La gente piensa que eso es normal, pero en la Europa de los dictadores, ninguno era militar. Franco sí lo fue: un militar que, después de dar un golpe de Estado y ganar una guerra, gestionó durante 40 años la administración y la política, de forma autoritaria. Franco está en todas las grandes decisiones que se van tomando. Todo fluía en su dirección. Cuando muere, la gente se coloca las chaquetas democráticas. ¿Político? Por supuesto. Ningún dictador autoritario, por muy militar que sea, deja de ser político cuando gobierna un país como España, rodeado en Europa, a partir del 45, por las democracias capitalistas más potentes del mundo.

 ¿Qué importancia tuvieron los rasgos personales de Franco, como el abandono de su padre o África, en su formación como líder autoritario?

-Hay mucha psicología en torno a los dictadores. Su padre no es la figura modelo. Franco acumula una serie de agravios: no puede entrar en la Armada, y acaba yendo a África, un escenario de brutalidad. Esto le lleva a acumular odio hacia los liberales, los políticos, hacia los republicanos, los socialistas, los comunistas y los masones. 

En el libro menciona que le repugnaba la corrupción. ¿Qué lo llevó, más tarde, a tolerarla, o a convertirse en parte de ella?

-La idea de la austeridad es un mito permanente. Toleró e incluso permitió el enriquecimiento de su propia familia. Le molestaba que la gente sufriera o lo pasara mal, cuando en realidad su régimen fue una cárcel permanente.

El régimen justificaba la violencia como el precio a pagar por una “nueva España”. ¿Fue una promesa vacía?

-La violencia de la guerra es una inversión: primero se elimina a los enemigos y, al mismo tiempo, se genera un miedo profundo. La victoria es la humillación de los vencidos. Se les recuerda constantemente a través de los lugares de memoria, de los monumentos, del culto funerario. 

“Gernika representaba el centro de la identidad vasca y había que someterlo. Por eso se convierte en un símbolo clave”

El bombardeo de Gernika ha quedado como símbolo de esa violencia. ¿Cómo lo justificó? ¿Qué peso tiene en su memoria histórica?

-Se dijo que habían sido los propios republicanos. Cuando esa versión se volvió insostenible, entonces intentaron legitimarlo afirmando que se había faltado a la verdad, y que se trataba de un castigo contra gente que había cometido crímenes. Gernika se quedó en la memoria oculta de muchísima gente. No fue hasta la Transición cuando pudo salir a la luz. Es el ejemplo de una línea que va desde aquel bombardeo hasta Gaza en la actualidad. Además, sabían que representaba el centro de la identidad vasca y había que someterlo. Por eso se convierte en un símbolo clave. 

En 1939 termina oficialmente la guerra, pero España quedó devastada, empobrecida y políticamente asfixiada.

-No vino la paz, sino la victoria, una paz incivil. Comienza una represión selectiva, aplicada por los vencedores. Hay una represión violenta, con miles de personas en el exilio y muchas otras en los cementerios. A todo esto se suma el hambre, que también mata a muchísima gente. Un hambre que, además, es consecuencia directa de la corrupción.

La propaganda fue una herramienta fundamental ¿Qué papel jugó para mantener el poder?

-Desaparecen todos los grandes medios, y son sustituidos por periódicos y medios controlados por el régimen. A esto se suma el control de lo audiovisual, con el NO-DO. La propaganda se canaliza también a través de la mili, la educación y el púlpito. Es una propaganda masculina, blanca y cristiana, que no contempla a las mujeres.

“La violencia de la guerra es una inversión. La victoria en la guerra es la humillación de los vencidos. Se les recuerda constantemente”

Hay quien dice que Franco fue un“peón de Hitler” y otros que no.

-La historia está muy clara: a Franco le ayudan a ganar la guerra. Más adelante, aunque se ha construido el mito de que Franco quiso mantenerse al margen de la II Guerra Mundial, lo cierto es que Hitler se da cuenta de que España está hundida. A pesar de eso, se impuso la idea de que fue Franco quien libró a España de entrar en la guerra, y ese mito fue una gran ventaja para él.

Europa presenció la caída de las dictaduras salvo en España y Portugal. ¿Cuánto influye que no participaran en la II Guerra Mundial?

-Si España hubiera entrado en la guerra, Franco no habría sobrevivido. Fue un momento muy difícil para él. A partir de 1950, Franco puede empezar a relajarse.  

¿Qué papel jugó el Opus Dei?

- A partir de 1957, se incorporan a la economía y a los principales ministerios. Ayudan enormemente en ese momento crucial, que marca el punto de inflexión entre el hambre y la transición hacia una modernización, sin democratización y con un autoritarismo político.

¿Qué hubiera pasado si Carrero Blanco no hubiese muerto?

-Hay tres teorías. Una dice que habría facilitado la transición. Otra que la habría dificultado. Y una tercera que habría continuado la dictadura. Yo creo que la transición habría llegado igual, pero más lenta y dura.

Carmen Polo le dijo a Franco que nombrara a Arias Navarro ¿Cuál fue la influencia de Polo?

-Mucha. En los últimos años, con Franco enfermo, impuso a Arias Navarro tras la muerte de Carrero Blanco. Franco prefería a Nieto Antúnez, pero cedió. Muy pronto se percibió que eso era un desastre, pero hasta la muerte de Franco nadie se movió.

En muchos momentos de su carrera, da la impresión de que el destino le fue favoreciendo. ¿Cree que él mismo sentía que su destino estaba “escrito”?.

-Yo creo que ahí hay algo como un guion escrito. Le ayuda la suerte, porque matan a los dos principales dirigentes civiles. Parece que hay algo que juega a su favor. Pero creo que todo eso es el resultado de durar durante mucho tiempo, y modificar muchas cosas, pero sin abandonar el autoritarismo político.

“La Ley de Memoria Democrática tiene el objetivo de que recuperen los restos. Debería estar fuera del debate político”

¿Cómo afecta la situación que se estaba viviendo en Europa?

-Hay una influencia exterior muy importante. Franco es un dictador dependiente del exterior y todopoderoso en el interior, si no lo hubieran derribado. 

Mucha gente, sin haber vivido la dictadura, reivindica la figura del dictador, y otra que, habiéndola vivido, dice que con Franco se vivía mejor. 

-Creo que hay una revisión universal en torno a los dictadores fascistas pensando que hicieron cosas buenas. La parte más sorprendente es cuando se le dice a los jóvenes que las dictaduras y las democracias son iguales. Se revisa una parte de la historia, resaltando la faceta “bondadosa” y “modernizadora”. Lo que molesta es el pasado infame, el oculto, el asesinato, las víctimas... Molesta que haya gente en las cunetas cuyas familias no han podido recuperar sus cuerpos. Es fundamental que en los colegios se estudie con libertad y diversidad. Pero se está estimulando la ignorancia y despreciando el conocimiento. Además, se fomenta la idea de que creó la Seguridad Social, modernizó España, construyó pantanos, y que, sin él, no habríamos tenido una España fuerte, libre de comunistas y bolcheviques. 

¿Qué opina del debate actual sobre la Ley de Memoria Democratica?

-Tiene un objetivo fundamental que debe cumplir: que las familias recuperen los restos de las víctimas. Y eso debería estar fuera del debate político. Durante muchísimo tiempo, hubo una memoria de los vencedores, mientras que la de los vencidos estaba oculta. Lo que hay que hacer, es transmitir que la democracia es un modelo de convivencia superior a cualquier otro régimen.