Mientras Pedro Sánchez, sonriente y henchido de satisfacción personal, agradecía los aplausos de su abducido grupo parlamentario, Alberto Núñez Feijóo esperaba paciente para felicitarle críticamente, delante del banco azul, y decirle con retranca que “esto es una equivocación”. Una conclusión hiriente que comparten, y cada vez con más descaro en sus pronunciamientos públicos, demasiados sectores influyentes. Pero, de momento, tan fotográfica escena solo desprende ácidos augurios de que se pueda seguir repitiendo a medio plazo siempre que la derecha permanezca obstinada en no asimilar ese “nuevo tiempo” en el que un bloque mayoritario del Congreso ha decidido embarcarse bajo el arriesgado timón del investido presidente del Gobierno español.
Tampoco nadie se salió del guion en la auténtica jornada de gloria de Sánchez. Apenas la frase ingeniosa de Aitor Esteban, las escaramuzas del navarro Alberto Catalán con el auténtico perro de presa de la presidencia de la Cámara que es Gómez de Celis -la influencia que ejerce sobre Armengol es digna de seguimiento-, o la incitación del mitinero Patxi López a la bancada del PP despertaron interés. Los argumentarios y collejas venían de serie. Nadie se sorprendió porque Mertxe Aizpurua pidiera un referéndum vasco a la escocesa y Sánchez admitiera que algunas cosas le resultarán imposibles de cumplir. Tampoco que el portavoz del PNV remarcara el abismo que le separa de un PP dependiente del aceite de Vox. Ni siquiera que los 33 diputados de Abascal se tomaran la mañana libre hasta la hora de la votación.
El interés prendió fuera. Cuando el secretario en funciones de Transportes recordó en un acto empresarial que en ese momento Sánchez acababa de ser investido, los asistentes irrumpieron en abucheos. Cuando el poderoso clan valenciano del Corredor del Mediterráneo abrió el micrófono para escuchar a los oradores, todos aprovecharon la ocasión para echar pestes contra la amnistía, el acuerdo con los independentistas, el favorable trato fiscal a Catalunya y la amenaza de ver un país desigual y dividido entre dos grandes bloques antagónicos. Los dueños del dinero y de las inversiones empiezan a emitir señales de preocupación más allá de las cotizaciones bursátiles. Sirva como ejemplo la ilustrativa confidencia del dueño de Mercadona. “Si en Portugal ocurriera lo que está pasando aquí, paralizaríamos la expansión que estamos acometiendo en ese país”, aseveró.
Manifiesto
Una lista intersectorial que parece no dejar indiferente a nadie. Hasta 100 periodistas de ideología nada oculta han firmado en Madrid un manifiesto contra la “maniobra” de Sánchez sin que, paradójicamente, se haya conocido ofensa alguna para su desempeño profesional. Se unen así a colectivos de médicos, magistrados, jueces, policías y organizaciones como el Círculo de Empresarios, entre otros, mientras no cesan las concentraciones, a veces esotéricas y muy ligadas al mensaje racial de Vox, contra las sedes socialistas.
Y luego queda Europa. Con una cierta dosis de insensatez, impropia de un partido con responsabilidad de Estado, el PP quiere internacionalizar el conflicto de la amnistía como el independentismo hizo con el procés o la izquierda abertzale con las causas de ETA. Inmerso en esa senda, se ha asegurado que el debate sobre esta medida de gracia -evítese hablar de perdón para no ofender a Puigdemont- tenga sitio en Bruselas. Toda una carrera de obstáculos para el estreno de una legislatura que, sin embargo, puede allanarse con un primer acuerdo de Presupuestos. Los verificadores también harán lo suyo.