El PNV se sacó con un tuit la espina que tenía clavada desde las elecciones generales del 23 de julio, o incluso desde antes, desde las municipales y forales de mayo. “Para estar tan débiles, no está mal”, dijo el sábado en tono irónico en la red social X, tratando de reflejar la contradicción que existe entre las voces que quieren dar por agotado su proyecto, y la situación real de influencia del partido en Madrid. El PNV acompañó su breve comentario con un mosaico de las portadas de los periódicos vascos, españoles y catalanes, que llevaban a primera plana su acuerdo con el candidato a la reelección como presidente, Pedro Sánchez, y que ponían en valor que sus cinco votos han sido determinantes para que el socialista amarre su investidura, o bien destacaban los contenidos, el acuerdo para completar las transferencias y para negociar un nuevo estatus de autogobierno, entre otras cuestiones.

En una campaña condicionada por el temor a que el PP lograra formar gobierno de la mano de la ultraderecha de Vox, el PNV se desangró por el voto útil al PSOE, que ganó los comicios en la comunidad autónoma vasca. Perdió 100.000 papeletas con respecto a las elecciones de 2019, y EH Bildu se quedó a tan solo mil votos de distancia de los jeltzales. El PNV había centrado su campaña en el objetivo de mantener su grupo propio, cinco escaños, para mantener su cupo de iniciativas y turnos de intervención, y en la noche electoral puso el foco en que había conseguido esa meta. El presidente del EBB del PNV, Andoni Ortuzar, reivindicó en esa primera valoración en caliente que su partido sería decisivo y que Aitor Esteban volvería a ser la voz vasca en Madrid y a establecer una primera línea de defensa para el autogobierno vasco.

Aunque con cautela a la espera de que Sánchez cumpla lo pactado, el PNV está satisfecho y el mensaje que algunos interpretaron como un magro consuelo o como una forma de maquillar el desgaste se ha revelado con el paso del tiempo como un escenario real. El PNV, esta vez sí, es imprescindible para sacar adelante las leyes. En la anterior legislatura, el PNV logró introducir salvaguardas vascas en varias iniciativas, pero Sánchez sí pudo prescindir de él en algunas, como la Ley de Vivienda. Estos días ha tenido durante horas la investidura en sus manos hasta que cerró el pacto con el PSOE, un acuerdo que Sánchez quiso firmar en persona para escenificar ese carácter preferente. El líder de los socialistas vascos, Eneko Andueza, ha tratado de matizar en Radio Euskadi que, en sentido estricto, el último acuerdo se firmó con el escaño de Coalición Canaria, pero es un escaño que no era imprescindible. 

Voluntad política

Los socios de Sánchez están ahora pendientes de la sesión de investidura y de la composición del nuevo Gobierno, donde se mirarán con lupa los nombres de los ministros y su perfil. Una queja muy generalizada entre los aliados en el tramo final de la última legislatura fue el escaso impulso político a los acuerdos en algunos ministerios, lo que podría desembocar ahora en perfiles más políticos, también para pertrecharse ante la dinámica de movilización permanente del PP y Vox en la calle y las resistencias en ámbitos judiciales.

Aunque se haya dado por hecho por las declaraciones de EH Bildu que será el único partido que dé su apoyo a Sánchez a cambio de nada, el PNV no ha explotado ese flanco en su discurso, quizás a la espera de que se concrete si realmente hay o no cesiones a la coalición ahora o en un futuro. El PNV sí puede rentabilizar, además de los acuerdos sobre el autogobierno, haber encauzado demandas históricas y varias que pueden añadir sosiego en un momento de conflictividad social, la misma conflictividad que le estaba pasando factura en las urnas. Ha acordado la prevalencia de los convenios vascos sobre los estatales, que suelen incluir mejores condiciones laborales; competencias para fijar las tasas de reposición de los funcionarios (que condicionan el número de efectivos de la plantilla) y su máximo salarial; y competencias para la Ertzaintza en el puerto de Bilbao y delitos medioambientales, lo que ha desatado críticas en la Guardia Civil.