Corría el mes de octubre del año pasado cuando Andoni Ortuzar y Alberto Núñez Feijóo se reunieron por primera vez desde el ascenso del expresidente de la Xunta de Galicia a la presidencia del PP. Ya entonces rebajaron el suflé que se había cocinado en ámbitos de opinión de la derecha española, que querían ver un romance que no existía en la relación meramente institucional del lehendakari Urkullu y el líder gallego. Tras la reunión en Madrid, constataron las diferencias “notables” que alejan al PNV y al PP. Habían llegado ya las primeras señales de decepción de los jeltzales por las declaraciones de Feijóo que negaban la plurinacionalidad o que no marcaban ninguna diferencia en materia de corrupción con respecto al escapismo de Pablo Casado. La brecha no deja de crecer a medida que Feijóo endurece ciertos mensajes, probablemente para absorber los votos de Vox. La situación ha llegado a tal punto que el impedimento del PNV para apoyar su investidura no sería solo que Vox vaya en el mismo paquete, sino el propio giro hacia la derecha dura de Feijóo.

No habían pasado ni dos meses desde su ascenso a la presidencia del PP cuando el PNV comenzó a marcar distancias con claridad. Feijóo no atendió las peticiones de aquellos que le reclamaban una mayor sensibilidad ante el hecho vasco o el catalán como la puede tener con el hecho gallego. 

La primera polémica de calado llegó con la desautorización de su coordinador general, Elías Bendodo, quien había defendido que el Estado es plurinacional. En medio de la andanada de críticas de Vox y C’s, Feijóo calificó sus palabras de “error” y Bendodo sufrió una conversión absoluta en cuestión de horas: terminó lanzando un alegato a favor del carácter indisoluble de España y matizando sus declaraciones. El burukide Xabier Barandiaran hizo pública su decepción (“no es lo que esperábamos”), también porque lo sucedido demostraba que Feijóo no había sido capaz de plantarse ante la presión de la ultraderecha. Lamentó que no haya ninguna diferencia entre su discurso y el de Casado no solo en ese terreno, sino también en la regeneración tras los casos de corrupción, donde Feijóo se limita a repetir la respuesta de manual, que el caso Gürtel es una cuestión del pasado.

Descentralización... pero selectividad única

También durante su mandato se ha mantenido el recurso en el Tribunal Constitucional contra la transferencia del Ingreso Mínimo Vital a la comunidad autónoma vasca y la navarra. No se puede ocultar que Feijóo ha intentado dar la de cal y la de arena y, por ejemplo, no llegó a participar en las manifestaciones a favor del castellano en Catalunya, quizás para no dinamitar la posibilidad de un entendimiento tras las generales, y hace unos días reconocía errores en esa comunidad. Pero la forma en que inmediatamente después contradice su discurso con otros mensajes que buscan pescar en el caladero de Vox le ha provocado ya un problema de credibilidad entre los aludidos, por no mencionar el cuestionamiento casi permanente de su autoridad por parte de la madrileña Isabel Díaz Ayuso con propuestas como ilegalizar a EH Bildu.

Sin ir más lejos, el PP acudió a las elecciones municipales y autonómicas de mayo con un programa que apostaba de manera genérica por la “vigencia del sistema autonómico” y el proceso de “descentralización”, pero quedaba como una alusión puramente formal. No había un capítulo dedicado al cumplimiento de los estatutos o sus transferencias y, al mismo tiempo, rechazaba los acuerdos con quienes quieren “destruir la nación”, y proponía una prueba única de acceso a la universidad a nivel estatal.

Derogaciones

En las últimas jornadas, la preocupación se ha adentrado también en el terreno de lo social. Feijóo apuesta por derogar las leyes Trans y de Memoria, y suprimir el Ministerio de Igualdad, con unas palabras además que parecían frivolizar con la situación de esas personas y sus reivindicaciones. “Son leyes minoritarias que se impusieron a las mayorías”, “es más fácil cambiarse de sexo que sacarse el carné de conducir”, “basta con ir al registro y decir que desde hoy eres un señor”, o “las hormonas las tienen que poner los médicos, no las decide un menor” son algunas de las declaraciones que han incendiado la política y espantado al PNV, que respaldó esos avances sociales. Ortuzar ya dice que “no se dan las condiciones” para un acercamiento.