El año 2023 es la puerta de entrada de un ciclo electoral de vértigo en el Estado y en Euskadi, que continuará en 2024 con las elecciones autonómicas vascas y con las europeas. Esa segunda ronda queda aún relativamente lejos, aunque ya comienzan a escucharse en los discursos de los representantes políticos algunas tímidas alusiones a las autonómicas. Ha sucedido este jueves, cuando el secretario general del PSE, Eneko Andueza, ha descartado que la legislatura del Gobierno vasco esté en tiempo de descuento durante su discurso ante el grupo parlamentario socialista. Por su parte, el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, se ha tenido que pronunciar sobre su hipotética candidatura. Ha alejado esa posibilidad asegurando que no echa de menos el Parlamento Vasco y ha dado a entender que esa fase ya pasó tras sus años de inhabilitación, según explicó en Euskadi Irratia.

La primera incógnita que se debe despejar es la fecha de las elecciones autonómicas, y en algunos ámbitos se especula con que puedan coincidir con las europeas en la primavera de 2024. De por sí, estas dos convocatorias están abocadas a solaparse en mayor o menor medida por su proximidad en el calendario: las autonómicas se celebraron en julio de 2020 y, por lo tanto, la fecha límite para que se produzcan es ese mes de julio; y, por otro lado, las europeas tendrán lugar en mayo o junio. 

La fecha que no se puede mover desde Euskadi es la europea, que viene dada desde el club comunitario. Las anteriores elecciones se celebraron el 26 de mayo de 2019, y solo se permite una ligera horquilla de cuatro días de diferencia entre algunos países. En cuanto a las elecciones autonómicas, la potestad para convocarlas la tiene en exclusiva el lehendakari. Esta es una potestad intrínseca a los presidentes, que cuentan con la baza de poder adelantar la cita y ubicarla en el momento que les sea más propicio. Fuentes de Lehendakaritza consultadas por este periódico recuerdan que queda aún demasiado tiempo para esos comicios y que el lehendakari no ha comunicado nada en ese sentido. Tampoco pueden responder o hacer conjeturas sobre si la celebración de un superdomingo electoral beneficiaría o perjudicaría al PNV.

Pros y contras

Nada más pueden decir desde el entorno del lehendakari. Si se consultan los precedentes, las autonómicas no han coincidido con las europeas (se celebraron en el mismo año, por ejemplo, en 2009, pero no en el mismo mes). Sí se han solapado las europeas con las elecciones municipales y forales vascas en 2019 y en 1999, pero la fecha de los comicios locales le viene dada también a Euskadi de antemano y no fue fruto de una decisión de hacerlas coincidir deliberadamente. 

Si coincidieran, el PNV podría tener a favor la posibilidad de vasquizar las elecciones europeas, donde los partidos con implantación solo en sus territorios de origen cuentan con una clara desventaja: se tienen que presentar por una circunscripción única estatal, lo que los obliga a forjar coaliciones. Incluso sin el concurso de Junts que le aportaba una potente bolsa de votos catalanes, Izaskun Bilbao consiguió revalidar su escaño en 2019, pero los partidos nacionalistas vascos y catalanes se enfrentan a una campaña poco propicia y desmovilizadora, con fuerte protagonismo de los líderes estatales y discursos madrileños.

La afección para las autonómicas vascas no parece muy significativa. Si acaso, en negativo, la coincidencia con las europeas podría estatalizar la campaña de las vascas por el aterrizaje de líderes de Madrid, y apartar del foco las preocupaciones específicas de Euskadi, lo que podría beneficiar al PSE, al PP o a las fuerzas que orbitan en torno a Podemos. Separar las elecciones, sin embargo, podría provocar cansancio ante tanta votación y desmovilizar para las autonómicas de julio. A todo este dibujo habría que sumarle la situación de la economía u otros factores de desgaste como clave para ubicar la fecha electoral.