- ¿Cómo ha sido la adaptación tras salir de prisión?
-La primera semana fue muy complicada, tenía la necesidad constante de mirar al reloj y de pensar qué estaría haciendo en ese momento en prisión: la hora del recuento, una actividad, subir a la celda... En Catalunya nos encerraban a las ocho y media de la tarde, y en Madrid a las ocho. Así que la primera sensación fue que me quedaba mucho día por delante. Pero el viaje a Waterloo y poder ver al president Puigdemont y a los compañeros exiliados Ponsatí, Comín y Puig, fue una catarsis. A partir de entonces la percepción de la cárcel fue ya un recuerdo lejano, el cerebro archivó esa etapa.
Y ha decidido apartarse de la primera línea política.
-Me he puesto en barbecho. Me he dedicado mucho tiempo a la política institucional. Durante muchos años fui diputado en el Parlament, conseller, dirigente de Convergència... Necesito revigorizarme pero nunca voy a dejar de hacer política. Me han obligado a dejar la institucional pero no va a ser un tribunal español el que decida si hago o no política. Lo mejor que puedo aportar es a través de la reflexión. Nosotros vimos, al fin, lo que había detrás del muro. Hasta octubre de 2017 no teníamos una cartografía precisa, por eso valía la pena llegar hasta el final. Ahora sabemos los caminos que son plausibles y los inviables.
Durante su encarcelamiento relató episodios de crudeza, por ejemplo el de su hijo pequeño, que tuvo un accidente en un ‘vis a vis’.
-Hemos vivido experiencias muy bestias y la actitud del Supremo y de determinados medios de la caverna española fueron salvajes. Es el único momento en que he tenido miedo, ya que había quedado inconsciente, aunque al final pude salir una hora para visitarle en el hospital gracias a servicios penitenciarios de la Generalitat y a la fiscalía del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria. Pero los medios de la caverna, con una filtración del Supremo, titularon: “El golpista Rull sale a ver su hijo”. Cuando esta es la empatía, ves que esta gente se mueve en un sistema de valores que me desborda.
En este periodo también ha divisado toda la transformación y divisiones en el mundo convergente.
-Tampoco fue fácil porque en el PDeCAT han quedado muchos de mis amigos. Pero para que el nacionalismo y el independentismo, aquí uno ambos conceptos, sean algo potente se requieren instrumentos de expresión muy mayoritarios, y Junts per Catalunya lo es. Junts se parece mucho al 1 de octubre e incorpora a gente de procedencias ideológicas muy diferentes. JxCat es cada vez más un espacio más claro.
¿Cómo vio a Puigdemont?
-Muy fuerte. Muy determinado. En el exilio ha aprovechado mucho el tiempo. Ha preparado mucho y bien los diversos planes de actuación. Le vi con mucha seguridad por todas sus victorias. Fue algo reconfortante también por la relación humana, porque yo no le veía desde el 27-O. Que Puigdemont, Ponsatí y Comín sean eurodiputados ya lo hemos normalizado pero es una victoria rotunda. Por ejemplo, Jordi Sànchez, Turull, Romeva, Junqueras y yo dejamos de ser diputados a Cortes en 24 horas, nos fulminaron. Eso sí, el exilio es muy duro. Le cuento: a Forn se le ha muerto la madre y pudo salir a despedirse; a Turull, el padre, y también pudo ir; a Puig, el padre y la madre. A Puigdemont se le murió el padre y no pudo despedirse; el hermano de Comín enfermo de cáncer tuvo que trasladarse a Bruselas a fallecer allí junto a su familia...
Tras una experiencia así, ¿se puede vivir sin rencor?
-Es imprescindible, desde el odio no se construye nada. Cuando nos interrumpieron el tercer grado, la semilla del odio creció de manera desbocada en mi interior durante quince días, pero el odio te parte por dentro, te empobrece y ahoga. No salimos ni con rencor, ni tristes, ni enfadados. El independentismo es optimismo, esperanza y dignidad. Nuestra victoria es haber salido con una sonrisa en los labios y con las convicciones intactas.
“El viaje a Waterloo para ver a Puigdemont supuso una catarsis, la cárcel empezó a ser ya un recuerdo lejano”
“Hasta octubre de 2017 no sabíamos qué había detrás del muro, por eso valía la pena llegar hasta el final”
“Junts es lo más parecido al 1-O, un espacio ya más claro, el instrumento de expresión mayoritario que se requería”