La participación en las elecciones catalanas de este domingo se ha desplomado con el 53,42% de los 5.624.044 catalanes llamados a las urnas, un resultado que se sitúa 25,67 puntos por debajo respecto a los comicios del 21 de diciembre de 2017, cuando fue del 79,09%.
Lo ha explicado el conseller de Acción Exterior, Relaciones Institucionales y Transparencia de la Generalitat, Bernat Solé, en rueda de prensa desde el Centro de datos del Parlament.
Solé ha concretado que el PSC ha conseguido 33 diputados, los mismos que ERC y uno más que Junts, que ha conseguido 32 diputados; mientras que Vox irrumpe en el Parlament con 11 diputados, la CUP obtiene 9, los comuns 8, Cs 6, el PP 3 y el PDeCAT no logra representación.
Los factores que pueden haber determinado ese descenso son la situación de emergencia sanitaria provocada por la pandemia de Covid y el hartazgo ciudadano tras años en los que la participación había crecido mucho durante el proceso independentista, además del mal tiempo que ha acompañado la jornada electoral, aunque se antoja imposible determinar cuál es el factor que más ha influido en la decisión de esa parte de la ciudadanía que ha decidido no acudir a las urnas.
Históricamente en Catalunya se había producido el fenómeno de la abstención diferencial: en las elecciones catalanas tradicionalmente había menos participación que en las generales, ya que parte de la población concebía los comicios al Parlament como de segundo orden frente a las generales, que se consideraban como las importantes.
Este efecto tenía un impacto especialmente en los resultados del PSC, que se distanciaban de los que conseguían en las generales, facilitando la hegemonía de CiU durante varias décadas, ya que su electorado estaba más movilizado en estos comicios.
Sin embargo, con el proceso independentista este fenómeno empezó a modificase y en la última década las elecciones catalanas han ganado protagonismo y la participación no ha dejado de aumentar hasta lograr el máximo histórico en 2017 con el 79,04%.
Esta cifra se logró en el momento de máxima tensión del proceso independentista en las últimas elecciones de 2017 convocadas por el Gobierno de Mariano Rajoy en aplicación del artículo 155 de la Constitución, después del 1-O y la declaración unilateral de independencia, y semanas después de que los dirigentes encarcelados por el impulso del referéndum ingresaran en prisión.
Cs fue el más beneficiado de esa alta participación, logrando la victoria con 36 escaños y más de un millón de votos, aunque el conjunto de los partidos independentistas, con un votante muy movilizado en los últimos años, también logró su récord de votos alcanzando los 2,08 millones.
Antes del máximo histórico de participación en 2017, las dos anteriores elecciones, ya celebradas en el proceso independentista, rompieron los récords del momento, ya que antes la máxima participación se había registrado en 1984 con el 64,36% y esa cifra era el referente de máxima participación en unas catalanas.
Sin embargo, en 2012 se superó (67,76%), cuando el entonces presidente, Artur Mas, adelantó los comicios para buscar sin éxito la mayoría absoluta antes de decantarse definitivamente por iniciar el proceso independentista, tras ver que ERC se convertía en el partido que más crecía y, por tanto, en el rival a batir.
Tras el proceso participativo del 9N de 2014, Mas volvió a convocar elecciones anticipadas con el presentándolas como un plebiscito de la independencia y CDC y ERC se presentaron en la coalición de JxSí, que venció las elecciones y el independentismo logró la mayoría absoluta en escaños del Parlament, y la participación volvió a romper el récord histórico con el 75,95%.
Tradicionalmente rondaba el 60%
Pese a estos niveles de participación en la última década, históricamente en las elecciones catalanas previas al proceso independentista difícilmente llegaba al 60%: por ejemplo, en 2010, poco antes del auge del independentismo, la participación se quedó en el 59,95%.
En las décadas anteriores habitualmente las altas participaciones acostumbran a beneficiar a los partidos con representación estatal como el PSC y a perjudicar a CiU, y de hecho los socialistas vencieron los comicios en votos --no en escaños-- en 1999, con una participación cercana al 60% (59,20%), y en 2003, superando esa cifra (62%) y permitiendo acabar con los gobiernos de CiU y formar el primer tripartito de izquierdas.
Sin embargo, CiU también fue capaz de ganar en elecciones con participaciones por encima del 60%, como las dos primeras tras la restauración de la democracia --un 61,34% en 1980 y un 64,36% en 1984-- o en 1995 (63,64%), mientras que el nivel más bajo de la historia fue en 1992, con un 54,87% de movilización, cuando también ganó el partido de Jordi Pujol.